El reconocimiento internacional del Estado palestino: ¿un cambio de rumbo o solo simbolismo vacío?
Análisis del impacto geopolítico y humanitario de la reciente ola de reconocimientos al Estado de Palestina en medio de una guerra devastadora
Por primera vez en décadas, una serie de países occidentales ha dado un paso que muchos califican como histórico: reconocer oficialmente al Estado palestino. Francia, Bélgica, Portugal, Canadá, Reino Unido y otros más han hecho pública su decisión en medio del conflicto en Gaza, despertando esperanza en algunos sectores y escepticismo en otros. ¿Qué significa realmente este gesto diplomático? ¿Puede traducirse en un cambio tangible en el terreno para un pueblo asediado por la guerra, el desplazamiento y la miseria?
Un reconocimiento que llega en medio del dolor
Desde octubre de 2023, la Franja de Gaza ha sido testigo de una ofensiva militar israelí que ha dejado más de 65,000 muertos, según datos del Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por el gobierno de facto de Hamás. La gran mayoría son civiles, entre ellos mujeres y niños. El territorio está en ruinas, más del 90% de su población ha sido desplazada, y la hambruna se propaga como un enemigo silencioso.
En ese contexto, la reciente ola de reconocimientos internacionales —que incluye a Francia, Andorra, Bélgica, Luxemburgo, Malta, Mónaco, Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal— ha generado reacciones encontradas entre los palestinos.
“Han fortalecido la legitimidad palestina al reconocer los derechos de nuestro pueblo”, declaró Saeed Abu Elaish, un médico del campo refugiado de Jabaliya en el norte de Gaza, quien ha perdido a más de 20 miembros de su familia en esta guerra. Para él, este gesto representa una llamada para detener la masacre.
Realismo frente a esperanza: voces desde el desplazamiento
Sin embargo, no todos comparten esa percepción. Huda Masawabi, una desplazada más entre los miles que abandonan Gaza City con lo poco que pueden cargar, se muestra escéptica: “Son inútiles. Solo pedimos que nos traten como seres humanos”.
El sentimiento es compartido por muchos que ven estas decisiones como simbólicas pero carentes de impacto práctico. El comentario de Murad Banat lo resume con crudeza: “Todo esto no es más que tinta sobre papel”.
Actualmente, cerca del 75% de los Estados miembros de la ONU reconocen a Palestina como Estado soberano. Sin embargo, las naciones occidentales más influyentes habían evitado hacerlo, argumentando que este paso debería derivarse de negociaciones directas con Israel.
Reconocimiento vs. realidad sobre el terreno
Mientras unos reconocimientos llegan como brisa esperanzadora, la ocupación sigue intensificándose. En Cisjordania —región también reclamada por los palestinos como parte de su futuro Estado—, la expansión de asentamientos israelíes continúa a ritmo acelerado. Desde el inicio del conflicto en Gaza, se han registrado más incidentes con colonos armados y operaciones militares en ciudades palestinas.
Nur al-Din Mansour, desde Jenin, compartió que, a pesar de haber sido desplazado por la violencia en el norte de Cisjordania, ve el reconocimiento como “un paso en la dirección correcta”. Pero enfatizó: “No queremos un Estado nominal, sino uno soberano y con fronteras claras, basado en las de 1967”.
El obstáculo de la narrativa israelí
Israel se opone tajantemente al reconocimiento de Palestina como Estado independiente. El gobierno liderado por Netanyahu argumenta que este gesto diplomático sería un premio para Hamás, organización que no reconoce el Estado de Israel y a la que considera terrorista.
Muchos israelíes consideran a Cisjordania como parte intrínseca de su herencia bíblica e histórica, complicando aún más cualquier propuesta de solución basada en la partición.
Una solución de dos Estados: entre lo inevitable y lo inalcanzable
La comunidad internacional sigue señalando que la única salida viable al conflicto es la creación de dos Estados, uno palestino y otro israelí, que coexistan en paz. Esta idea nació después de la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel ocupó Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.
Desde entonces, se han propuesto numerosos planes de paz, todos frustrados por los obstáculos en el terreno, las disputas territoriales, la violencia y la ausencia de voluntad política de ambos lados.
“Estamos viendo una especie de consenso internacional a favor del Estado palestino, pero sin una hoja de ruta clara”, apunta el politólogo Yezid Sayigh, del Carnegie Middle East Center.
¿Cambiará algo esta nueva ola?
El peso de países como Francia y Reino Unido, y su inclusión en la lista de naciones que reconocen oficialmente a Palestina, podría generar un precedente importante. Pero el escepticismo se mantiene vivo en ambos lados del muro.
Para algunos, como Naser Asaliya, incluso este tipo de reconocimiento sirve como bálsamo emocional: “En nuestras circunstancias, cualquier señal de apoyo fortalece nuestra determinación”.
Pero para otros, como Mohammad Hammad, desplazado de Jenin, no hay lugar para la ilusión: “Todo es blablablá. Seguimos bajo ocupación militar. ¿De qué sirve todo esto?”
El papel de EE. UU. y la rebelión diplomática
Estados Unidos e Israel rechazan categóricamente estos reconocimientos. Washington continúa repitiendo que el camino hacia la paz requiere de negociaciones bilaterales y no de decisiones unilaterales.
Sin embargo, muchos países comienzan a romper con esa narrativa, argumentando que mantener el “status quo” ha permitido que aumente la colonización y la violencia contra los palestinos.
Como señaló el canciller de España en una intervención reciente ante la ONU: “No podemos seguir esperando eternamente a una paz que nunca llega”.
¿Un precedente para futuras sanciones?
Analistas sugieren que si los reconocimientos vienen acompañados de sanciones contra las políticas expansionistas de Israel o con presión diplomática colectiva, podrían tener un efecto mucho mayor.
No sería la primera vez. La presión internacional jugó un rol clave para acabar con el apartheid en Sudáfrica. “Fue la comunidad global la que obligó al cambio”, recuerda el historiador palestino Rashid Khalidi. “Podría suceder aquí, si hay voluntad”.
Una población devastada, pero resistente
“Solo queremos que la guerra termine”, dice Adeeb Abu Khalid mientras intenta vender algunas frutas en un mercado improvisado en Deir al-Balah. “Vivimos en hambruna. No hay agua, ni medicinas, ni esperanza”.
Y, sin embargo, muchos palestinos no pierden del todo la fe. Las manifestaciones de apoyo, aunque simbólicas en apariencia, se vuelven pequeñas luces entre los escombros. Esas luces, por tenues que parezcan, también son parte de la resistencia.
El camino hacia la autodeterminación palestina sigue siendo largo y escarpado. Pero, como apuntan algunos analistas, con cada nuevo reconocimiento, “se mina un poco más el muro de la indiferencia global”.
“Todo comienza con símbolos. Y a veces, esos símbolos son el primer paso hacia algo real”, concluye Hanan Ashrawi, exnegociadora palestina.