La tragedia, el racismo y la justicia pospuesta: el caso que marcó a Boston
Cómo el asesinato de Carol Stuart en 1989 y la falsa acusación contra dos hombres afroamericanos desató tensiones raciales, manipulaciones mediáticas e impunidad estructural
Una ciudad conmocionada por una mentira
En octubre de 1989, Boston se vio sacudida por un crimen brutal que pronto se convertiría en uno de los episodios más recordados de racismo sistemático en Estados Unidos. Carol Stuart, una mujer blanca embarazada, fue asesinada a tiros después de salir de una clase de parto junto a su esposo, Charles Stuart. El caso terminó por revelar mucho más que un crimen: expuso las heridas abiertas del racismo, la credulidad mediática y la manipulación judicial en una ciudad históricamente dividida por líneas raciales.
Más de tres décadas después, los hombres afroamericanos Alan Swanson y Willie Bennett, injustamente acusados del asesinato, recibieron en 2024 una indemnización de parte del Ayuntamiento de Boston: $100,000 para Bennett y $50,000 para Swanson. Aunque el monto económico no compensa la vida destruida y la humillación pública sufrida, sí representa un reconocimiento —aunque tardío— de la injusticia perpetrada.
El montaje criminal y la culpa del verdadero asesino
La tragedia comenzó el 23 de octubre de 1989. Charles Stuart llamó al 911 alegando haber sido atacado por un hombre afroamericano que intentó un robo mientras él y su esposa estaban en su auto. Según Stuart, el criminal disparó, hiriéndolo en el abdomen y matando a su esposa Carol, quien estaba embarazada de siete meses. El bebé fue rescatado mediante cesárea pero falleció 17 días después.
La historia de Stuart fue aceptada sin cuestionamientos por la policía y los medios. Rápidamente, la policía organizó redadas masivas en el vecindario predominantemente afroamericano de Mission Hill, deteniendo y acosando jóvenes negros. Alan Swanson fue arrestado y posteriormente liberado tras comprobarse que no estuvo relacionado con el crimen. Luego, Willie Bennett fue señalado falsamente y detenido preventivamente.
No existían pruebas, testigos creíbles ni ninguna evidencia física que apoyara las acusaciones. Sin embargo, Stuart lo identificó como el autor del crimen. Semanas después, la historia se desmoronó. Matthew Stuart, hermano de Charles, confesó que Charles le había pedido ayuda para deshacerse del arma homicida. Acorralado, Charles Stuart saltó desde el puente Tobin, suicidándose en enero de 1990.
Racismo institucional: pasado y presente
Este caso no solo fue un homicidio y un montaje mediático. Fue una muestra más del sesgo racial profundamente arraigado en los sistemas judicial y mediático. La narrativa de un "hombre negro peligroso" encajó perfectamente en los estereotipos racistas de la época, y los medios se prestaron para amplificar el linchamiento público sin pruebas.
El operativo policial en Mission Hill fue descrito por organizaciones de derechos civiles como una caza de brujas. Familias enteras fueron víctimas de redadas, registros sin orden judicial y violencia policial. La comunidad negra de Boston no solo sufrió la criminalización de dos de sus miembros, sino un ataque colectivo a su dignidad.
“Lo que se les hizo fue injusto, incorrecto, racista y cruel”, reconoció en 2023 la alcaldesa de Boston, Michelle Wu, al ofrecer disculpas formales a Swanson, Bennett y la comunidad afrodescendiente en general.
El impacto emocional y social: más allá de la suma económica
En declaraciones posteriores, Alan Swanson dijo: “Me quitaron mi nombre, mi reputación, mi libertad… Nunca podré recuperar esos años de miedo y de estigma”. Para Willie Bennett, el peso del señalamiento público persiste. Aunque nunca fue condenado, la cobertura mediática y la narrativa pública lo marcaron de por vida.
Las consecuencias emocionales de haber sido identificado como asesino de una mujer blanca embarazada en una ciudad dominada por la desconfianza racial no se borran con dinero. Ambos hombres vivieron con el estigma, la exclusión laboral, el aislamiento social y el trauma psicológico durante más de tres décadas.
El resarcimiento económico, aunque bienvenido, es simbólico comparado al daño real sufrido. Es una gota en el océano de injusticias históricas que enfrenta la población afroamericana en Estados Unidos.
Una constante histórica en EE.UU: del caso Stuart a George Floyd
El caso Stuart se suma a una larga lista de incidentes donde hombres negros fueron falsamente acusados y castigados. Basta recordar casos como el de Central Park Five en Nueva York (1989) o incluso el linchamiento mediático y legal contra Emmett Till (1955). La criminalización de los cuerpos negros ha sido una constante histórica con profundas raíces.
Décadas más tarde, las protestas tras el asesinato de George Floyd volvieron a poner sobre la mesa la misma problemática: un sistema policial que mata antes de investigar, unos medios que replican discursos oficiales sin verificar, y unas instituciones que habitualmente fallan a las personas negras.
La manipulación mediática: corresponsables del daño
La prensa jugó un papel clave en la consolidación de la mentira. Sin pruebas sólidas, varios medios titularon historias bajo el imaginario del “violento hombre negro” culpable de un crimen atroz. Fue la cobertura masiva y sensacionalista la que presionó a la policía a buscar un chivo expiatorio en lugar de esclarecer los hechos.
En 1989, The Boston Globe, Boston Herald y varias cadenas televisivas amplificaron sin cuestionar los detalles proporcionados por Stuart. Esto permitió que se estableciera una narrativa demasiado conveniente: el “blanco inocente” víctima de una “bestia negra” enloquecida. Una historia que resultó ser falsa.
Hoy, algunos medios han publicado disculpas o análisis en retrospectiva, pero la reflexión sobre su responsabilidad suele ser escasa. La pregunta pendiente es: ¿qué protocolos existen ahora para evitar que se repita una cobertura tan irresponsable?
Las disculpas institucionales: ¿suficientes?
La disculpa de la alcaldesa Michelle Wu en 2023 fue un gesto clave. Sin embargo, muchos sectores consideran que no es suficiente. Si bien Swanson y Bennett han recibido una compensación, no se ha establecido una comisión independiente que investigue cómo se permitió la manipulación del caso y la participación de funcionarios públicos en la fabricación de culpables.
Algunos activistas piden que se revisen otras condenas de afroamericanos detenidos en esa época, pues alegan que si se fabricó un caso como el de Stuart, posiblemente se hayan construido otros falsos culpables bajo presiones raciales similares.
Un precedente legal y social
Con este caso, Boston tiene la oportunidad de establecer un precedente. A través de políticas públicas, reformas policiales y narrativas educativas, puede evitar que otro Alan Swanson o Willie Bennett vuelva a suceder. Como parte de esta reparación, dirigentes locales han promovido cambios en los procesos de identificación de sospechosos y en la formación de la policía sobre prejuicios inconscientes.
Sin embargo, los cambios no pueden ser superficiales. Deben incluir:
- Una revisión independiente de casos pasados bajo criterios raciales específicos.
- Un plan de reparación comunitaria que incluya acceso a salud mental gratuita para víctimas de persecución racial.
- Reforzar la responsabilidad mediática ante noticias criminales con componentes raciales.
Testimonios de resistencia
Aunque Alan Swanson y Willie Bennett pasaron años en el anonimato forzoso, hoy son para muchos un símbolo de resistencia. Su caso es discutido en escuelas secundarias y universidades locales como un ejemplo del failure of justice más escandaloso en la historia reciente de Boston.
Swanson ha comenzado a participar en actos de sensibilización y charlas sobre justicia racial. “Si pueden usarme para educar y prevenir, que así sea. Lo que me pasó no debería pasarle a nadie más”, dijo en una entrevista con la radio pública de Massachusetts.
Una ciudad marcada
Boston nunca será la misma desde 1989. El asesinato de Carol Stuart fue un crimen atroz, pero lo fue aún más la manipulación del dolor humano para justificar prejuicios raciales. Stuart no solo asesinó a su esposa: destrozó dos vidas más, infló una mentira colectiva y aceleró una persecución policial racista con consecuencias sociales duraderas.
La tarea ahora es de todos. Reconocer, reparar y rehacer una cultura institucional que realmente valore la equidad y la verdad. Porque, como dijo James Baldwin: “La historia no es el pasado. Es el presente. Llevamos nuestra historia con nosotros. Somos nuestra historia.”