Tylenol, vacunas y autismo: desmontando el nuevo discurso pseudomédico de Trump
A pesar de décadas de evidencia científica contundente, el expresidente de EE. UU. vuelve a encender la desinformación sobre el autismo, el uso de acetaminofén en el embarazo y las vacunas infantiles
Un regreso inquietante a los viejos mitos sobre el autismo
En una sorprendente rueda de prensa desde Washington, el expresidente Donald Trump revivió algunas de sus afirmaciones más controversiales y peligrosas en torno al uso de Tylenol (acetaminofén) durante el embarazo, las vacunas infantiles, e incluso el origen del autismo.
De forma categórica, Trump instó a las mujeres embarazadas a “no tomar Tylenol” y repitió varias afirmaciones desacreditadas que vinculan a este analgésico con un aumento en los casos de trastorno del espectro autista (TEA). También lanzó ataques contra las vacunas infantiles, insinuando que su número o combinación puede ser responsable de ese supuesto incremento.
Estas declaraciones han sido rechazadas con fuerza por la comunidad médica, pero el daño ya está hecho: madres confundidas, ansiedad generalizada y un nuevo episodio de desinformación médica liderada por figuras políticas.
¿De dónde proviene esta narrativa?
Trump no es ajeno a la controversia científica. Desde que emergieron los debates sobre el supuesto vínculo entre vacunas y autismo —especialmente tras la falsificación del estudio de Andrew Wakefield en 1998—, el exmandatario ha recurrido en repetidas ocasiones a estos temas para conectar con ciertos votantes.
Durante su mandato e incluso en su campaña para la reelección, ha planteado dudas frecuentes sobre la medicina basada en evidencia. Esta vez, sus declaraciones combinan medias verdades, estudios mal interpretados y anécdotas sin sustento para respaldar una visión personal con pocas bases científicas.
“No tomen Tylenol”: ¿hay algo de verdad?
Trump declaró que el uso de Tylenol durante el embarazo “puede estar asociado con un riesgo muy elevado de autismo”. Esta afirmación es irresponsable —por no decir falsa—. Hasta la fecha, no existe una prueba científica concluyente que relacione causalmente el uso de acetaminofén durante el embarazo con el desarrollo de autismo en niños.
Incluso la Administración de Alimentos y Drogas (FDA), bajo el propio gobierno de Trump, ha sido clara al respecto: los médicos “deberían considerar minimizar el uso de acetaminofén durante el embarazo solo cuando no sea estrictamente necesario”, pero en ningún momento lo prohíbe ni lo asocia directamente con autismo.
Por otro lado, no tratar fiebres o dolores durante el embarazo puede ser altamente perjudicial. Según la Sociedad de Medicina Materno-Fetal de EE. UU., fiebres no tratadas pueden aumentar riesgos como partos prematuros, malformaciones fetales e incluso abortos espontáneos.
“Las condiciones que llevan a tomar acetaminofén en el embarazo son mucho más peligrosas que cualquier riesgo teórico relacionado con el medicamento”, declaró el American College of Obstetricians and Gynecologists.
Estudios: ¿qué dice la ciencia?
Algunos estudios observacionales han sugerido un posible vínculo entre el uso del paracetamol/acetaminofén y el autismo. Sin embargo, esas investigaciones no pueden establecer una relación causal. Más bien, podrían estar reflejando situaciones en las que el acetaminofén se utilizó como tratamiento para fiebre o infecciones, las cuales sí están asociadas a un mayor riesgo de complicaciones en el embarazo.
La Coalición de Científicos del Autismo ha indicado que el uso de acetaminofén durante el embarazo no ha aumentado en las últimas décadas, a diferencia de los diagnósticos de autismo, lo que desmonta otra de las afirmaciones de Trump.
Autismo: una condición que entendemos cada vez mejor
El autismo es una condición del neurodesarrollo muy compleja, con una base genética significativa. En la actualidad, se estima que 1 de cada 31 niños en EE. UU. ha sido diagnosticado con algún grado de TEA, según datos de 2022 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC).
Este aumento en los diagnósticos durante las últimas décadas no se debe necesariamente a un aumento real de casos, sino más probablemente a:
- Una mayor conciencia de padres, educadores y médicos.
- Una definición más amplia del trastorno bajo el concepto de autismo en espectro.
- Mayor acceso a servicios de salud mental y neuropsicológica.
Trump y las vacunas: el mito interminable
Entre sus afirmaciones más preocupantes, Trump cuestionó el número de vacunas que se administran a los niños en EE. UU., sugiriendo que se les inyecta un “vat de 80 diferentes vacunas”. En realidad, el esquema de vacunación recomendado protege contra alrededor de 18 enfermedades.
Los médicos de la Academia Americana de Pediatría han indicado que el cronograma de vacunas no representa ningún peligro y que su alteración podría dejar vulnerables a los niños ante enfermedades potencialmente mortales como el sarampión o la tos ferina.
Separar la Triple Viral (MMR): ¿una opción?
Una de las propuestas más antiguas que Trump repite es separar la vacuna MMR (sarampión, paperas y rubéola). Sin embargo, en EE. UU. no están disponibles formulaciones individuales de estas vacunas, y la combinación está diseñada para mayor eficacia y menor exposición al número de pinchazos.
Detrás de esta creencia está el infame estudio de Andrew Wakefield, publicado en 1998 y retirado por haber sido fabricado. Todos los intentos posteriores por demostrar algún vínculo entre esa vacuna y el autismo han fracasado.
¿Y qué hay de la Hepatitis B en recién nacidos?
Trump también criticó la primera vacuna que se administra a la mayoría de bebés: la vacuna contra Hepatitis B. Dijo que debería retrasarse hasta los 12 años, al ser una enfermedad sexualmente transmitida.
No obstante, lo que ignora es que una madre portadora del virus puede transmitirlo al bebé durante el parto. Por esta razón, los CDC recomiendan aplicar la primera dosis dentro de las primeras 24 horas del nacimiento. Esta medida ha reducido enormemente los casos de hepatitis B en infantes desde su implementación en 2005.
Cuba, los Amish y otras comparaciones fallidas
Otro momento llamativo fue cuando Trump afirmó que en Cuba no hay autismo porque es “muy caro tenerlo” y que los Amish tampoco presentan casos por no usar medicamentos ni vacunas.
En ambos casos, la información es errónea:
- En Cuba sí hay niños con autismo y el paracetamol se emplea de forma regular. El país incluso cuenta con instituciones educativas específicas para niños dentro del espectro autista.
- Entre los Amish existen casos documentados de TEA. Aunque se estima que la prevalencia es menor, se atribuye principalmente a factores culturales y limitaciones en el acceso a diagnósticos especializados.
La medicina y el populismo: una mezcla peligrosa
Los daños colaterales de estas declaraciones trascienden la simple desinformación. Durante las primeras horas posteriores a los comentarios de Trump, obstetras de todo el país comenzaron a recibir correos y llamadas de mujeres temerosas de haber dañado a sus bebés por haber tomado Tylenol o por vacunar a sus hijos.
Como señaló el Dr. R. Todd Ivey, ginecólogo en Houston: “No hay causalidad demostrada entre el acetaminofén y el autismo”. Y, como añadió el Dr. Clayton Alfonso, de la Universidad de Duke: “Tylenol ha estado en uso por generaciones. Sabemos que es seguro”.
¿Un nuevo tratamiento milagroso?
Trump promovió también un supuesto tratamiento de folato (leucovorina) para mejorar síntomas del autismo, aunque la evidencia es aún muy preliminar. Estudios pequeños han mostrado potencial en ciertos subgrupos con baja absorción de folatos, pero no puede considerarse una cura ni un tratamiento generalizado.
El verdadero riesgo: la desinformación
Quizá el mayor peligro de declaraciones como las de Trump sea el desencadenamiento de desconfianza hacia la comunidad médica. En momentos donde ya se cuestionan vacunas, tratamientos y recomendaciones de salud pública, este tipo de expresiones se suma a una creciente ola de desinformación difícil de contrarrestar.
Como expresó una madre embarazada entrevistada tras la conferencia: “Lo que dijo Trump tiene implicaciones que pueden cruzar fronteras. Hay pacientes escuchando todo esto sin saber si confiar en su médico o en un político”.
Una llamada a la sensatez
Es crucial que la discusión sobre la salud perinatal y el autismo se base en evidencia rigurosa y no en percepciones personales o creencias infundadas. Como sociedad moderna, merecemos que las decisiones médicas se rijan por ciencia y no por populismo.
La salud de las madres y los niños no puede ser tema de campaña ni parte de discursos motivados por intereses electorales.