Una revolución bajo la piel: El renacer del tatuaje en Corea del Sur
Del estigma criminal a la expresión cultural: la legalización del tatuaje podría transformar la industria y la vida de miles de artistas en Corea
El despertar de una industria en la sombra
Durante décadas, los tatuajes en Corea del Sur han habitado un terreno legal y cultural tan sombrío como los estudios clandestinos donde se realizaban. Pero todo eso está a punto de cambiar. Con la esperada aprobación del proyecto de ley conocido como Tattooist Act, Corea del Sur podría dar un paso histórico hacia la legitimación de una forma de arte corporal que, si bien popular, ha sido perseguida bajo legislación arcaica.
La historia es compleja y polarizante: en un país profundamente conservador, marcado por tradiciones confucianas y con fuertes raíces en el orden médico, tatuar ha sido considerado desde 1992 como una práctica exclusivamente médica. Esto, a pesar de que en la actualidad millones de surcoreanos —desde ídolos del K-pop hasta ciudadanos comunes— portan con orgullo diseños que antes se relacionaban exclusivamente con el crimen organizado.
Orígenes de la prohibición: tatuajes como símbolo criminal
El estigma contra los tatuajes se remonta a la posguerra en Corea del Sur. Durante años, tatuarse era sinónimo de pandillerismo o marginalidad. No es casualidad que muchas de las primeras imágenes de tatuajes en medios surcoreanos se asociaran al jjap (la mafia coreana) y figuras criminalizadas. Pero ese estigma comenzó a erosionarse a medida que la globalización, internet y la música pop comenzaron a redefinir los estándares de belleza y expresión personal en Asia.
El auge desde las sombras
Se estima que más de un millón de surcoreanos tienen tatuajes, y cerca del 70% de ellos son cosméticos o semipermanentes —cejas, labios, cuero cabelludo—, según datos del Ministerio de Salud de 2023. Artistas como Song Jaemin, cuya agenda está ocupada por semanas, han desarrollado seguidores fieles tanto dentro como fuera del país, logrando un reconocimiento internacional, aunque trabajando bajo el espectro ilegal.
"Sabía que era ilegal cuando comencé, pero tenía la confianza de que las restricciones serían eliminadas tarde o temprano", explica Song, de 28 años, en su estudio en Goyang. Como muchos tatuadores surcoreanos, Song cree que su trabajo no es criminal, simplemente opera en un vacío legal que el gobierno ha evitado rellenar por décadas.
La contradicción legal
El fallo de la Corte Suprema en 1992 dictaminó que el tatuaje es un procedimiento médico debido a los posibles riesgos de salud como infección o alergias. Este argumento ha sostenido que sólo doctores con licencia médica pueden tatuar legalmente. Sin embargo, casi ningún médico realiza tatuajes artísticos en Corea del Sur.
La ley castiga con hasta cinco años de prisión y una multa de 50 millones de wones (alrededor de 35,000 dólares) a quienes lo hagan sin esta licencia. A pesar del castigo potencial, las autoridades rara vez hacen cumplir tal reglamento, permitiendo la proliferación de miles de estudios ilegales que operan discretamente, escondidos o incluso sin letreros.
¿Arte criminal? La paradoja cultural
Hoy, celebridades como Jungkook de BTS, Chaeyoung del grupo TWICE y G-Dragon de BigBang, lucen orgullosamente sus tatuajes. La televisión, el cine y las redes sociales están repletas de imágenes de cuerpos tatuados: un contraste desgarrador con la ilegalidad que pesa sobre el trabajo de quienes los crean. La normalización del tatuaje en la sociedad ha llevado a muchos ciudadanos a cuestionar el estatus legal.
"¿De verdad soy una criminal por esto?", se pregunta Kim Soyoung, clienta de 54 años, mientras recibe un retoque semipermanente en sus cejas.
Cuando la ley avanza: el Tattooist Act
El proyecto de ley en cuestión propone la creación de licencias oficiales para tatuadores, estableciendo cursos obligatorios sobre higiene y técnicas en instituciones certificadas. Tendrá un período de gracia de dos años y ha sido aprobado ya por las comisiones de salud y justicia de la Asamblea Nacional. Cuenta con amplio apoyo bipartidista y podría votarse en la sesión plenaria más próxima.
Lim Bo-ran, presidenta de la Federación de Tatuajes de Corea (KTF), ha liderado la campaña para legalizar el tatuaje: "Es un alivio enorme no tener que mirar por encima del hombro cada vez que trabajo. Hemos pagado un precio emocional y económico por años".
Mujeres tatuadoras: entre el arte y el silencio
La ilegalidad ha forzado a muchas mujeres tatuadoras a exponerse en entornos sin regulación. Lim denuncia múltiples casos de agresiones sexuales no reportadas por miedo a represalias legales sobre su profesión. Los estudios, al estar fuera de toda protección legal, son vulnerables a extorsiones, chantajes o abusos policiales.
Kim Sho-yun, tatuadora cosmética en Hanam, considera que la legalización también significaría seguridad emocional: "Recuerdo cuando un conocido me amenazó con destruir mi negocio después de una pelea personal. Fue aterrador porque era algo que podía realmente ocurrir".
Arte con propósito
Más allá del diseño estético, muchos tatuajes tienen una carga simbólica profunda. Song Jaemin cuenta que ha tatuado rostros de familiares fallecidos, frases de superación y hasta imágenes religiosas como Jesucristo. Su cliente Lee Byong-joo, de 37 años, lleva tatuado un mensaje para su abuela: "Es mi forma de tenerla siempre cerca".
También hay quienes recurren al tatuaje por razones de salud. Kim Sho-yun menciona a clientas que han perdido las cejas por quimioterapia, y cómo reconstruir esas partes del rostro les devuelve autoestima. "No sólo son tatuajes, son procesos terapéuticos", explica.
¿Y después de la legalización?
Mientras muchos artistas celebran el avance del Tattooist Act, también se preparan para nuevos desafíos. La regulación gubernamental abrirá el campo a inspecciones, controles de calidad e impuestos. Algunos temen que esto traiga una burocracia que limite la creatividad o encarezca los servicios.
No obstante, la mayoría coincide en que la luz de la legalidad vale más que la sombra de la clandestinidad. “Es un paso doloroso pero necesario”, declara Lim Bo-ran. “La historia del tatuaje coreano no termina aquí. En realidad, empieza ahora”.
El tatuaje como espejo social
El cambio legislativo refleja una transformación más amplia en Corea del Sur: la tensión entre tradición e innovación, entre obediencia institucional y libertad individual. La legalización del tatuaje simboliza algo más grande que tinta sobre piel: es un acto de reconciliación entre la ley y la cultura.
En un país donde los tatuajes alguna vez marcaron a los marginados, hoy son marcas de identidad, arte y empoderamiento. Si el Tattooist Act se aprueba, será un triunfo para los miles de artistas que durante años —armados solo con talento y esperanza— defendieron un sueño desde las sombras.