¿Diplomacia o manipulación? Lukashenko, Trump y la peligrosa suavización de sanciones a Bielorrusia

En un giro inesperado, Trump elogia a un líder acusado de represor, mientras la oposición bielorrusa advierte que es solo teatro político con presos como moneda de cambio

Un dictador que busca redención internacional

El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, conocido durante años como “el último dictador de Europa”, ha ofrecido una rebaja parcial de su brutal régimen a cambio de algo más valioso para él: el alivio de sanciones internacionales, especialmente de parte de Estados Unidos. Este gesto, en teoría humanitario —la liberación de algunos presos políticos—, ha sido interpretado por muchos como una táctica fría de manipulación. Lukashenko, quien lleva más de 30 años en el poder, continúa encarcelando a más de 1.200 presos políticos, según organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional. Entre los detenidos se encuentran figuras clave como el laureado con el Nobel de la Paz, Ales Bialiatski.

Trump y el “trato” con el dictador

En septiembre, el expresidente Donald Trump sorprendió al mundo al anunciar la mejora de relaciones con Lukashenko como parte de un acuerdo que permitió la liberación de 51 prisioneros políticos. A cambio, EE.UU. accedió a aliviar ciertas sanciones y permitir que Bielorrusia compre y repare partes de aviones Boeing, esencial para su maltrecha aviación civil. “Tuve una charla maravillosa con Lukashenko”, afirmó Trump. “He visto una mejora importante y espero nuestra próxima reunión.” Este acercamiento no tardó en provocar reacciones. La principal líder de la oposición bielorrusa en el exilio, Sviatlana Tsikhanouskaya, advirtió rápidamente que todo esto podría no ser más que una ilusión diplomática orquestada por Lukashenko para lavar su imagen.

Tsikhanouskaya: “Quiere venderle un Lamborghini por 2.000 euros”

En un encuentro paralelo a la Asamblea General de la ONU, la exiliada opositora bielorrusa dijo con crudeza: “Creo que esta es la intención de Lukashenko: engañar al presidente Trump. Quiere venderle un Lamborghini por 2.000 euros, dando poco y recibiendo mucho.” Tsikhanouskaya fue candidata en las elecciones de 2020, las cuales desataron una de las olas de protestas más grandes de la historia del país, al sospecharse fraude en los comicios que mantuvieron a Lukashenko en el poder. Las protestas pacíficas fueron brutalmente reprimidas, cientos de miles fueron arrestados o forzados al exilio, y los derechos civiles quedaron en suspensión.

¿Diplomacia pragmática o concesiones peligrosas?

El Departamento de Estado de EE.UU. respondió diciendo que la liberación de los prisioneros era “otro paso constructivo”, pero insistieron en que “queda mucho por hacer”. Esto parece seguir la línea de diplomacia pragmática de la administración Trump, que ha priorizado negociaciones bilaterales, incluso con líderes autoritarios, si eso beneficia intereses estadounidenses a corto plazo. Pero muchos expertos y defensores de derechos humanos advierten del peligro de esta lógica.

“Negociar con Lukashenko sin exigir reformas estructurales o rendición de cuentas es como intentar vaciar el mar con un colador”, dijo Nathaniel Reynolds, analista de Eurasia en el Carnegie Endowment for International Peace.

El patrón bielorruso: reprimir, liberar, manipular

Lukashenko lleva décadas refinando una estrategia cíclica: detiene a opositores, los encarcela bajo cargos difusos de terrorismo o conspiración, y luego los libera a cuentagotas cuando ve oportunidades diplomáticas, especialmente con Occidente. Según el Centro de Derechos Humanos Viasna, al menos 300 personas han sido liberadas de las cárceles desde 2022. Pero se estima que por cada liberado, hay nuevas detenciones al mismo ritmo o mayor. A menudo, estas “amnistías” coinciden con cumbres internacionales o negociaciones bilaterales clave.

¿Trump desilusionado con Putin?

Otro matiz interesante de la reunión de Trump en la ONU fue su cambio de tono sobre Rusia y Ucrania. Por primera vez públicamente, reconoció que Ucrania podría recuperar su territorio perdido en la guerra iniciada por Vladimir Putin en 2022. “Parece que el presidente Trump cree que Ucrania puede ganar esta guerra, y esperemos que eso se traduzca en acciones”, comentó Tsikhanouskaya. Agregó: “Y claro, también parece que Trump podría estar decepcionado de Putin”. Aunque Trump ha sido criticado por su aparente simpatía con el líder ruso, este giro en su retórica podría reflejar una lectura geopolítica más madura o simplemente una estrategia electoral, considerando la opinión pública estadounidense cada vez más crítica de Moscú.

Las implicaciones para Europa del Este

Mientras tanto, los países vecinos de Bielorrusia siguen atentos. Polonia, Lituania y Ucrania consideran al régimen de Lukashenko como una amenaza directa a la estabilidad regional. El uso de la frontera bielorrusa como vehículo para migrantes irregulares y armas rusas ha puesto a la OTAN en estado de alerta. Además, en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania, el rol de Bielorrusia como apoyo logístico y territorial de las fuerzas de Putin complica aún más la postura de Occidente frente a Lukashenko.

Dato relevante: Bielorrusia permitió el lanzamiento de misiles desde su territorio hacia Ucrania en los primeros días de la invasión rusa de 2022. Aunque dijo no haber participado directamente, su complicidad es ampliamente reconocida por la comunidad internacional.

¿Qué sigue para la oposición bielorrusa?

Tsikhanouskaya continúa su lucha desde el exilio, principalmente en Lituania, buscando mantener viva la llama de la resistencia civil bielorrusa. Sus llamados a no olvidar a los presos políticos son constantes, y ha pedido a líderes democráticos que no se dejen engañar por gestos simbólicos. Durante la Asamblea General, sostuvo numerosas reuniones con líderes europeos y parlamentarios estadounidenses. Pide sanciones más inteligentes, que penalicen al aparato represor del régimen sin dañar a la población civil. También demanda plataformas internacionales para narrar la represión y empoderar a la diáspora bielorrusa.

Conclusión ética: ¿Precio por libertad?

El caso Bielorruso plantea una pregunta inquietante para las democracias modernas: ¿cuánto están dispuestas a ceder por una ilusión de mejora? ¿Acaso la liberación de cientos de presos justifica el blanqueo mediático de un régimen autoritario? El intento de Lukashenko de “ganar indulgencias” a bajo precio mediante gestos controlados no es nuevo, pero con el contexto bélico en Europa del Este y la fragilidad de las instituciones multilaterales, cobra una nueva y peligrosa relevancia. Tsikhanouskaya lo dijo con claridad: “La libertad no puede ser una moneda de cambio. No vendamos principios por comodidad.”
Este artículo fue redactado con información de Associated Press