Bethpage Black y la Ryder Cup: cuando el golf se transforma en pasión neoyorquina

Los fans de Nueva York, sedientos de gloria deportiva, encuentran en la Ryder Cup una causa por la que volver a rugir, con Bethpage Black como templo y el equipo de EE.UU. como nueva esperanza.

En una ciudad donde la frustración deportiva es elevada a arte y las esperanzas renacen con cada nueva temporada, Nueva York parece haber encontrado una nueva llama que reaviva su pasión: la Ryder Cup en Bethpage Black. Un torneo tradicionalmente sofisticado y elegante ha mutado, al aterrizar en suelo neoyorquino, en un cóctel explosivo de emociones, cerveza y orgullo patriótico.

Cuando el golf se torna épico: el escenario perfecto

La Ryder Cup 2025 se disputa en Bethpage State Park’s Black Course, ubicado en Farmingdale, Nueva York, y no es una sede cualquiera. Se trata de un campo público, con fama de brutalmente difícil y adorada por neoyorquinos que hacen fila en sus autos desde la madrugada para conseguir un tee time. Como bien dice David Caleca, presidente del Bonnie Briar Country Club en Westchester: “Todo lo que hacemos, lo hacemos luchando. Es tan Nueva York”.

Este Fairway no conoce de indulgencias. Sus parches de rough denso y bunkers mortales lo convierten en un monstruo incluso para los mejores del mundo. Bethpage Black no es un club de campo; es un coliseo donde sólo sobreviven los tenaces, y eso lo convierte en el escenario ideal para que Nueva York proyecte su carácter feroz en un campo de golf.

La necesidad de una esperanza deportiva

Los Knicks celebraron como si hubieran ganado el campeonato solo por pasar a las semifinales de conferencia. Los Jets y Giants están sumidos en reconstrucciones perpetuas. Los Yankees no ganan una Serie Mundial desde 2009 y, para muchos fanáticos, incluso aquella victoria fue agridulce porque fue contra los Mets. Y los Rangers... bueno, su última copa llegó hace 30 años.

Así que la ciudad necesitaba algo, alguien, un motivo para volver a soñar. Y en medio de todo esto aparece el Team USA de la Ryder Cup, con sus camisetas rojas, blancas y azules que bien podrían llevar también rayas estilo Yankee.

Fiereza en las gradas, pasión en el green

Ben Griffin, jugador del equipo estadounidense, anticipa lo que ya es palpable: “No va a faltar consumo de alcohol. Los aficionados serán ruidosos. A los neoyorquinos les encantan los deportes”. Y esa efervescencia ya se ha hecho notar. Durante los entrenamientos, los buses de Team Europe fueron recibidos con un coro de abucheos tan sonoro como si se tratara de los Red Sox entrando al Bronx.

Esta conexión tan visceral entre el público y su entorno tiene que ver con más que sólo patriotismo. Muchos de estos asistentes jugaron sus primeras rondas ahí, aprendieron de sus padres, caddiearon en sus veranos adolescentes. Bethpage Black no es sólo un campo; es un símbolo generacional.

Keegan Bradley: el capitán que encarna el espíritu neoyorquino

Otra pieza de esta comunión perfecta es Keegan Bradley, capitán del equipo estadounidense. Aunque nacido en Nueva Inglaterra, Bradley estudió en la Universidad de St. John’s en Queens y tiene un estilo beligerante dentro del campo que lo hace parecer salido del Bronx más que de Vermont.

“Es el tipo de persona que Nueva York adora, porque muestra sus emociones sin filtros”, dice Caleca. Y no cabe duda de que con Bradley al mando, el Team USA no sólo juega por puntos, sino por orgullo y pertenencia.

¿Será diferente esta vez?

Desde su concepción en 1927, la Ryder Cup ha sido dominio europeo en las últimas décadas. Estados Unidos ha ganado sólo 3 ediciones desde 1999. Pero con Bethpage como fortaleza y una ciudad volcada como pocas veces en el golf, parece haber nuevos bríos.

Esta edición puede ser un punto de inflexión. Ya no es solo una competencia entre continentes. Es una batalla campal que mezcla historia, identidad cultural, y una hinchada que no sabe guardar silencio.

La meca de la emoción deportiva

El Madison Square Garden vibró con los Knicks aún sin llegar a unas finales. Los Mets y Yankees llenan estadios a pesar de campañas mediocres. En Nueva York, el compromiso emocional es perpetuo. Como dijo Josh Hart: “Todo es mucho más intenso aquí… es la meca”.

Y ahora, ese fervor se ha trasladado al golf. No es casualidad que haya llanto, euforia y tensiones en un evento normalmente catalogado como elitista. En Nueva York, incluso el golf se convierte en una oda a la pasión masiva.

Una ciudad, un campo, una misión

Bethpage Black representa a Nueva York. Es duro, exigente, sin adornos innecesarios. Jugar ahí duele, como dolía enfrentar a los Giants de Lawrence Taylor. Pero esa es su magia. Y con la Ryder Cup allí, el golf se ha neoyorquinizado.

En 2025, esta ciudad en eterna lucha interna ha encontrado una causa común. No importa si el golf no era su deporte predilecto. Cuando una ciudad necesita una épica, se aferra a lo que tenga al frente, y grita con el alma.

Keegan Bradley lo resume perfectamente: “Es mucho más que un campo. Es parte de quienes somos. Vas a ver fans encendidos”.

Y en el universo deportivo de Nueva York, eso ya es decir mucho.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press