La memoria herida de Groenlandia: Esterilización forzada, colonialismo y reconciliación
Más de 4,000 mujeres y niñas inuit fueron sometidas a anticoncepción forzada sin consentimiento en Groenlandia. Hoy, sus historias resuenan con la lucha por justicia, memoria y dignidad.
Una herida colonial que aún sangra
La historia de Katrine Petersen ilustra una de las páginas más oscuras del colonialismo moderno en Europa. A los 13 años, mientras vivía en Maniitsoq, Groenlandia, fue llevada a un hospital tras un embarazo no deseado. Tras recibir un aborto, doctores daneses le colocaron un dispositivo intrauterino (DIU), sin su consentimiento y sin explicaciones. Décadas más tarde, Katrine todavía lucha con las secuelas físicas y psicológicas de esa intervención forzada.
Como ella, más de 4,000 mujeres y niñas inuit fueron blanco de un programa sistemático de control de la natalidad ejecutado por autoridades sanitarias danesas entre los años 1960 y 1975. Una reciente investigación independiente ha documentado que, en muchos casos, las víctimas tenían apenas 12 años o incluso menos, y eran sometidas a colocación de DIUs o inyecciones hormonales sin consentimiento.
El supuesto objetivo: frenar el crecimiento poblacional
Según el informe publicado a principios de 2024, el plan tenía como supuesto fin limitar el aumento poblacional en Groenlandia. En aquel momento, las mejoras en condiciones sanitarias y de vida provocaban un crecimiento rápido de la población en la isla ártica. La política danesa buscaba, desde una óptica neocolonial, controlar a los pueblos indígenas bajo criterios de “modernización” y “desarrollo” que ocultaban dinámicas de poder, discriminación y racismo estructural.
«Claro que estoy pensando en todas las mujeres que fueron tratadas como yo», dijo Katrine tras décadas de silencio y represión traumática. Fue hasta principios de 2023 que logró quitarse el dispositivo que había llevado dentro por casi cuarenta años.
Una disculpa con sabor a justicia tardía
En una ceremonia con gran carga simbólica realizada en Nuuk, capital de Groenlandia, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, acompañada por su homólogo groenlandés Jens-Frederik Nielsen, pidió disculpas en nombre del Estado danés.
«No podemos cambiar lo que ocurrió, pero sí podemos asumir la responsabilidad y crear las condiciones para la reconciliación», dijo Frederiksen en su intervención. El gobierno danés anunció también la creación de un fondo de reconciliación que ofrecerá compensaciones económicas a las víctimas del programa de anticoncepción forzada.
Para muchas mujeres como Kirstine Berthelsen, de 66 años, la disculpa representa un paso necesario. Aunque todavía siente una profunda cólera, está lista para el proceso de sanación: «Estoy lista para una reconciliación, porque ayudará a calmar algo dentro de mí», afirmó mientras preparaba su maleta para regresar a Groenlandia.
Las cifras del horror
- Más de 4,000 mujeres y niñas fueron sometidas a DIUs u otros métodos anticonceptivos sin consentimiento.
- Se estima que esto afectó a la mitad de las mujeres en edad fértil en Groenlandia durante la década de 1960.
- El informe oficial cubre testimonios detallados de 354 mujeres, muchas de ellas afectadas hoy por esterilidad o enfermedades reproductivas crónicas.
El legado de estos actos perdura en cuerpos y almas. Algunas de las víctimas han relatado episodios de intenso dolor, sangrado, infecciones y embarazos fallidos. A nivel emocional, las secuelas van desde depresión severa hasta autocensura y aislamiento social.
El contexto histórico y colonial
Groenlandia fue una colonia danesa hasta 1953, cuando se convirtió en provincia del Reino de Dinamarca. En 1979 obtuvo un régimen de home rule o autonomía local, y en 2009 pasó a ser una entidad autogobernada. Sin embargo, Dinamarca mantiene el control sobre varios sectores clave, incluyendo seguridad y relaciones exteriores.
Las políticas de anticoncepción forzada formaron parte de un continuum de medidas colonialistas. Entre otras:
- Niños inuit llevados a hogares de acogida daneses para su “reeducación”.
- Pruebas dudosas de «competencia parental» a padres groenlandeses que desembocaban en el retiro de la tutela de sus hijos.
- Programas ideados para moldear la cultura inuit bajo estándares daneses de vida y familia.
¿Una reconciliación real o un gesto político?
Expertos en derechos humanos alertan que el caso pone bajo la lupa las formas en las que el colonialismo europeo del siglo XX no fue superado con la independencia formal de muchas regiones. En palabras de la profesora Louise Nygaard Slot, historiadora de la Universidad de Copenhague, «este es un ejemplo de cómo se pueden ocultar políticas eugenésicas y de dominación racial bajo capas de ‘progreso médico’».
Mientras Dinamarca busca fortalecerse como actor geopolítico regional en el Ártico, y en medio del creciente interés estadounidense sobre Groenlandia (incluso bajo la propuesta de compra por parte del expresidente Donald Trump), los lazos históricos coloniales activos suponen un obstáculo para estas ambiciones.
Para muchas víctimas, la reconciliación no depende únicamente de un acto ceremonial. Exigen:
- Compensación financiera efectiva.
- Acceso prioritario y gratuito a servicios de salud reproductiva y mental.
- Reconocimiento oficial de los abusos en los currículos escolares.
- Apoyo institucional a organizaciones de mujeres inuit.
Lecciones de Groenlandia: colonialismo médico y consentimiento
El caso de Groenlandia no es único. A lo largo del siglo XX, mujeres indígenas e incluso mujeres pobres o con discapacidades fueron esterilizadas en Estados Unidos, Canadá, Perú, Chile, India y otros países, siempre bajo justificaciones ligadas al “bien común” o la salud pública. Estas políticas reflejan un patrón: el uso de la medicina y políticas públicas como herramientas de control social y demográfico.
La ética médica internacional, reforzada por instituciones como la OMS y la ONU, establece hoy claramente que cualquier intervención médica debe realizarse bajo el principio del consentimiento informado. Sin embargo, la historia muestra cómo este principio ha sido vulnerado una y otra vez cuando se trata de minorías vulnerables.
Anticoncepción forzada: un crimen contra la humanidad
De acuerdo con el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la esterilización forzada constituye un crimen contra la humanidad cuando se ejecuta de forma sistemática contra una población. Aunque en Dinamarca aún no se han presentado cargos criminales, varios sectores de la sociedad civil exigen una revisión legal del caso bajo estándares internacionales.
Un análisis del Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Groenlandia advertía en 2023 que “no basta con excusas cuando el Estado ha violado derechos fundamentales de forma sistemática; la impunidad es incompatible con la reconciliación”.
Una generación marcada para siempre
Groenlandia ha cambiado en las últimas décadas, pero las voces de mujeres como Katrine y Kirstine nos recuerdan que las políticas del pasado siguen definiendo vidas hoy. Las cicatrices no son solo ginecológicas, sino también culturales, psicológicas, comunitarias. Entre ellas, a menudo hay un sentimiento compartido: el Estado nos robó algo que nunca podremos recuperar.
Dinamarca tiene una oportunidad para reescribir su relación con Groenlandia, basada no en dominio, sino en respeto, justicia y reparación genuina. Pero para ello, es esencial que escuche a quienes durante años fueron silenciadas. Porque la historia no debe repetirse.