Resurgir sirio y poder silencioso chino: dos caras del nuevo orden mundial en la ONU
Mientras Siria rompe décadas de aislamiento con un discurso sin precedentes, China redefine el liderazgo global con la diplomacia delegada de Xi Jinping a Li Qiang
El regreso de Siria al escenario internacional
Por primera vez en casi 60 años, un presidente sirio se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ahmad Al-Sharaa, quien lideró la insurgencia que derrocó al régimen de Bashar Al-Assad en diciembre pasado, marcó este hecho como un "renacer" para Siria tras décadas de dictadura, guerra civil y aislamiento global.
“Siria recupera su lugar legítimo entre las naciones del mundo”, afirmó Al-Sharaa en un discurso que fue tanto reivindicatorio como desafiante. Acusó a Israel de amenazas persistentes y declaró que las políticas israelíes “ponen en peligro a toda la región y contradicen el apoyo de la comunidad internacional al pueblo sirio”.
Desde 1967, fecha en que el presidente Noureddine Atassi habló brevemente en la ONU tras la Guerra de los Seis Días, ningún otro jefe de Estado sirio había usado este podio. La guerra civil de 14 años, desencadenada por la represión del régimen de Assad y profundizada por múltiples actores regionales y globales, dejó más de 600,000 muertos y millones de desplazados, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Al-Sharaa, exfuncionario del régimen convertido en líder rebelde, prometió reconstrucción y reconciliación.
Israel y Siria: tensión sin tregua
El discurso del presidente sirio no solo marcó un cambio para su nación, sino que también revivió las tensiones con Israel. Aunque ambos países permanecen técnicamente en guerra desde 1948, el conflicto nunca había desaparecido por completo del panorama diplomático. La anexión israelí de los Altos del Golán en 1981, nunca reconocida por la comunidad internacional, sigue siendo uno de los principales puntos de fricción.
Actualmente, Al-Sharaa negocia un posible acuerdo de seguridad para restablecer el acuerdo de distensión de 1974. Sin embargo, pese a su optimismo, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu ha minimizado las posibilidades de avance. Las relaciones sirio-israelíes parecen ancladas en la historia y la estrategia más que en la diplomacia inmediata.
Li Qiang y el estilo delegado de Xi Jinping
Mientras Siria reaparece con fuerza en la ONU, China refuerza su presencia de forma indirecta pero no por ello menos influyente. En lugar del presidente Xi Jinping, fue su primer ministro, Li Qiang, quien tomó la palabra en la 80.ª Asamblea General.
Este cambio representa una tendencia creciente en la estrategia de Xi: ejercer el poder desde Beijing, delegando las tareas diplomáticas a sus leales. Li, exjefe del Partido Comunista en Shanghái, protagonizó una criticada gestión durante los severos confinamientos por COVID-19 en 2022, pero lejos de debilitar su trayectoria política, fue promovido al segundo cargo más importante del gobierno.
Durante su participación en la ONU, Li sostuvo encuentros bilaterales clave con líderes como el primer ministro canadiense Mark Carney y el canciller austríaco Christian Stocker. Además, anunció que China abandonará los beneficios de país en desarrollo en las negociaciones de comercio internacional, una medida inesperada que podría redefinir el equilibrio comercial global.
Una nueva diplomacia imperial: la corte de Xi Jinping
Según expertos como June Teufel Dreyer, politóloga de la Universidad de Miami, la postura de Xi refleja una visión en la que los líderes mundiales deben acudir a Beijing como si visitaran una corte imperial. La analogía no es exagerada: desde el inicio de su mandato, Xi consolidó una esfera de poder personalista dentro del Partido Comunista, purgando voces disidentes y ascendiendo a aliados incondicionales, como Li.
Neil Thomas, del Asia Society Policy Institute, considera que "Li Qiang es ahora la persona más importante con la que los líderes mundiales deberían comprometerse cuando se trata de China". Y es que aunque Xi no viaje, sigue controlando los hilos. La clave está en cómo ha logrado un equilibrio entre concentración del poder y ejecución delegada.
Xi: menos viajes, más dominio
Desde la pandemia, Xi ha limitado considerablemente sus viajes. Faltó a la cumbre del G20 en India en 2023 y tampoco asistió a la reunión de los BRICS en Brasil este año. Pero más que una muestra de debilidad, esto podría responder a una estrategia de longevidad en el poder. A sus 72 años, Xi ha optado por conservar energías, mantener su presencia en Beijing y, según Thomas, adoptar un "estilo de liderazgo oracular" en el que dicta rumbo sin estar en el campo de batalla diplomático diario.
Su prioridad parece ser la estabilidad interna y la reafirmación del modelo chino de desarrollo frente al liderazgo occidental. Eso no significa menos control. Al contrario, el hecho de que todas sus decisiones se ejecuten con precisión por sus delegados demuestra que el poder sigue centralizado en Xi.
Nuevo equilibrio global: entre los emergentes del pasado y los líderes del futuro
El contraste entre Siria y China ofrece una poderosa imagen del nuevo tablero geoestratégico. Mientras un país devastado por la guerra intenta recuperar su voz frente al mundo, otro, plenamente consolidado como potencia, opta por una diplomacia jerárquica, delegada y medida.
Ambos casos revelan que la arquitectura del poder está cambiando. Naciones antes marginadas o en guerra, como Siria, resurgen con discursos firmes en organismos multilaterales. Simultáneamente, superpotencias como China redefinen su forma de interactuar con el mundo, priorizando la imagen de liderazgo centralizado sin perder capacidad de acción.
¿Qué nos dice esto del futuro de la ONU?
Estos eventos reflejan no solo las transformaciones internas en Siria y China, sino también el cambio profundo en la gobernanza multilateral. La Asamblea General de la ONU —históricamente subestimada frente al Consejo de Seguridad— se ha vuelto terreno fértil para narrativas renovadas.
Mientras Al-Sharaa busca apoyo global para la reconstrucción de Siria y el cese de injerencias externas, Li Qiang impone el relato de una China moderna, pragmática y lista para dictar sus propias reglas. Esta dualidad nos obliga a reconsiderar los roles tradicionales de liderazgo y representación.
¿Será el regreso de Siria el inicio de una nueva era post-revolucionaria en Medio Oriente? ¿Es la postura de Xi un adelanto del nuevo estilo de liderazgo mundial: menos presencial, pero más absoluto? Lo cierto es que el escenario geopolítico ya no es un campo de batallas, sino de discursos y símbolos. Y en la ONU, ambas cosas pesan tanto como las armas.