¿Cambiar el nombre de las Becas Pell a 'Becas Trump'? Una afrenta a la historia educativa de EE.UU.
La amenaza de renombrar las emblemáticas Becas Pell reabre el debate sobre legado, educación y política partidista.
Una propuesta que ha encendido alarmas
En un giro político que ha provocado una reacción ferviente, un grupo de legisladores estadounidenses ha propuesto rebautizar la nueva versión de las Becas Pell como “Becas Trump”. Esta propuesta, incluida discretamente en el presupuesto de gastos de la Cámara de Representantes para los Departamentos de Trabajo, Salud y Educación, ha generado una ola de críticas, especialmente por parte de la delegación de Rhode Island.
El legado de Claiborne Pell: educación para todos
Las Becas Pell han sido durante más de cinco décadas una herramienta crucial para garantizar el acceso igualitario a la educación superior en Estados Unidos. Estas becas, que no requieren reembolso y están destinadas a estudiantes de bajos ingresos, deben su nombre y existencia al senador Claiborne Pell, un legislador demócrata de Rhode Island que sirvió en el Senado durante 36 años.
Claiborne Pell fue un personaje singular: provenía de una familia acaudalada pero dedicó su vida a derribar barreras económicas en la educación universitaria. Fue el arquitecto del programa original de Becas Pell, creado formalmente en 1973 como Basic Education Opportunity Grants antes de adoptar el nombre que honra su legado en 1980.
En palabras del mismo Pell, “la mayor obra de mi vida han sido las Becas Pell”. Y no es para menos: en el año fiscal 2023, el Departamento de Educación distribuyó cerca de 31 mil millones de dólares a través de estas becas, beneficiando a unos 6,5 millones de estudiantes.
¿Por qué quieren llamarlas 'Becas Trump'?
En 2024 entrará en vigor una nueva variante de las Becas Pell llamada Workforce Pell Grant, diseñada para ampliar la elegibilidad a estudiantes inscritos en programas técnicos de carreras en sectores de alta demanda. Esta expansión responde a una necesidad urgente de capacitación laboral en un mercado cambiante.
Sin embargo, un nuevo proyecto de ley de asignaciones impulsado por la Cámara bajo control republicano ha añadido una cláusula sorpresiva: renombrar estas nuevas subvenciones como “Becas Trump”. ¿El motivo? Supuestamente para reconocer la firma del expresidente Donald Trump en el paquete de recortes fiscales y de gasto donde se incluyó esta expansión.
Esta propuesta ha sido calificada de insulto por varios legisladores, incluyendo los congresistas demócratas de Rhode Island Gabe Amo y Seth Magaziner:
“Estas becas deben estar inmersas en el legado del senador Pell, cuyo nombre representa oportunidad, integridad y la creencia de que la educación es la piedra angular de una democracia sólida.”
¿Un intento de borrar la historia educativa?
Los detractores de la propuesta no solo critican el giro partidista de renombrar un programa federal, sino también el hecho de intentar borrar el legado de un senador visionario por razones puramente simbólicas. El propio registro educativo del expresidente Trump ha sido muy controvertido, con medidas durante su mandato que incluyeron:
- Intentos de eliminar el Departamento de Educación
- Bloqueo de iniciativas de diversidad e inclusión en universidades
- Congelación de fondos federales educativos
- Recortes a programas de investigación científica y tecnológica
¿Es esta, entonces, la figura más adecuada a la que otorgar la autoría de un programa que busca, justamente, el empoderamiento educativo?
Claiborne Pell: el senador excéntrico que cambió vidas
Claiborne Pell podría haber pasado desapercibido como un aristócrata más financiando causas culturales. Pero eligió otro camino. Fue quien instituyó también el Fondo Nacional para las Artes y el Fondo Nacional para las Humanidades. De apariencia peculiar, célebre por correr en trajes de tweed viejos y por su fascinación por los OVNIs y la percepción extrasensorial, Pell encarnó un tipo de política que ya casi no existe: idealista, a veces soñadora, pero profundamente humanista.
Falleció en 2009 a los 90 años, después de una batalla contra el Parkinson. Hoy, más que nunca, su legado está en disputa.
Las cifras que ilustran su impacto
- 36 años sirviendo como senador de Rhode Island.
- 6.5 millones de estudiantes beneficiados anualmente por su programa (2023).
- $7,395 es el monto anual máximo que puede recibir cada estudiante elegible por hasta seis años.
- Desde su creación, se estima que más de 80 millones de beneficiarios han accedido a la universidad gracias a estas becas.
Aún con montos que no cubren todas las necesidades de matrícula y manutención universitaria, las Becas Pell frecuentemente marcan la diferencia entre poder estudiar o abandonar el sueño académico.
La politización de la educación: ¿hacia dónde vamos?
Más allá del cambio de nombre, este caso es el reflejo de una creciente tendencia a politizar los instrumentos educativos. Lo mismo sucede a nivel estatal en lugares como Oklahoma, donde el recién dimitido secretario de Educación, Ryan Walters, ha propuesto medidas como imponer la Biblia en los planes de estudio y rastrear el estatus migratorio de estudiantes.
En una atmósfera donde algunos vislumbran movimientos educativos como Turning Point USA infiltrándose en secundaria, la lucha por el significado del sistema educativo está al rojo vivo.
¿Qué está verdaderamente en juego?
La intención de rebautizar un programa exitoso no es menor. Es un gesto simbólico con consecuencias reales: desacredita décadas de esfuerzo bipartidista para mantener la educación pública accesible, gratuita y respetuosa del pluralismo.
Además, cambiar el nombre de un legado como el de Pell por motivos políticos podría establecer un preocupante precedente: la historia puede ser reescrita si se controla la narrativa desde el poder legislativo.
Una defensa necesaria ante la apropiación ideológica
Tal vez el senador Pell nunca imaginó que su nombre sería objeto de disputa ideológica. Pero hoy, muchas voces alzan su voz para defender su memoria. Y lo hacen no por nostalgia, sino porque entienden que su legado representa un punto de inflexión en los derechos educativos del siglo XX. Borrar ese nombre podría marcar el inicio de su olvido.
En palabras de Pell, pronunciadas durante la aprobación del proyecto en 1973:
“La educación no debe ser un privilegio reservado a quienes pueden pagarla, sino un derecho fundamental para todos los ciudadanos.”
Y ese principio sigue tan vigente como siempre.