Apple vs. la Unión Europea: ¿defensa de la innovación o estrategia para mantener el control?

La batalla entre Cupertino y Bruselas por la Ley de Mercados Digitales (DMA) plantea un debate crucial sobre privacidad, competencia y la verdadera cara de la innovación tecnológica

Apple y la Unión Europea están en curso de colisión. La empresa de Cupertino ha lanzado un ataque directo contra la Digital Markets Act (DMA) —la ambiciosa legislación de la UE que regula a los gigantes tecnológicos— alegando que está obstaculizando la innovación, comprometiendo la privacidad de los usuarios y retrasando el lanzamiento de características clave para los europeos.

Pero ¿es realmente la DMA el enemigo de la innovación, como Apple quiere hacer ver, o se trata de un intento de proteger su ecosistema cerrado y mantener intacto su control absoluto sobre hardware, software y servicios?

¿Qué es la Digital Markets Act y por qué molesta tanto a Apple?

La DMA es una legislación emblemática de la Unión Europea que busca limitar el poder de los llamados "guardianes" (gatekeepers): aquellas grandes plataformas digitales que actúan como intermediarios clave entre las empresas y los usuarios. Tech titans como Google, Amazon, Meta, Microsoft y, por supuesto, Apple están en la mira.

Esta norma, que entró en vigor en 2023, obliga a estas compañías a:

  • Permitir la interoperabilidad de sus servicios con los de terceros.
  • No privilegiar sus propios productos sobre la competencia (autopreferencia).
  • No restringir a los usuarios el uso de otras plataformas, tiendas de apps o sistemas de pago.
  • Compartir ciertos datos con competidores y desarrolladores bajo condiciones específicas.

En la teoría, la DMA pretende aumentar la competencia digital, proteger la soberanía de los datos personales y abrir los mercados digitales en beneficio de consumidores y empresas emergentes. Para Apple, en cambio, muchas de estas medidas representan una intrusión injustificada en su ecosistema cerrado.

Apple al contraataque: una rara petición de derogación total

En una jugada inusual, Apple pidió el miércoles la revocación total de la DMA, o al menos su modificación profunda. En una consulta pública lanzada por la Comisión Europea, la empresa de Tim Cook argumentó lo siguiente:

  • La DMA está socavando la innovación, al obligarle a redirigir recursos enormes para cumplir requerimientos burocráticos.
  • Los europeos están quedando atrás con respecto al resto del mundo, ya que nuevas funcionalidades como traducción en vivo con AirPods o iPhone Mirroring están retrasadas en la UE.
  • Abrir iOS a tiendas de aplicaciones y sistemas de pago de terceros aumenta los riesgos de seguridad.
  • Forzar la interoperabilidad sin salvaguardas técnicas amenaza la privacidad de los usuarios.

En su blog, Apple afirmó: “El DMA requiere que ciertas funciones trabajen en productos y apps no fabricadas por Apple antes de ofrecérselas a nuestros usuarios. Eso supone una gran cantidad de trabajo de ingeniería”.

Como ejemplo, mencionó la nueva función de traducción en tiempo real con AirPods, que requiere ser compatible con audífonos de terceros, algo que, según Apple, pone en riesgo la privacidad porque procesan el audio localmente en el iPhone y no puede garantizarse la misma protección en dispositivos externos.

La respuesta de Bruselas: “no habrá marcha atrás”

El portavoz de la Comisión Europea, Thomas Regnier, respondió tajantemente: “No hay ninguna intención de revocar la DMA”. Defendió la legislación asegurando que está diseñada para fortalecer los derechos de los usuarios, no para debilitarlos.

Nada en la DMA obliga a las empresas a bajar sus estándares de privacidad o seguridad —al contrario, se trata de dar más opciones al usuario”, sentenció.

Desde su entrada en vigor, la normativa ya ha dejado huella. Apple fue una de las primeras multadas con 500 millones de euros en un caso relacionado con su tienda de aplicaciones, y la Comisión no parece vacilar.

Innovación cerrada vs. innovación abierta

Apple se presenta como abanderada de la innovación —y, sin duda, lo es en muchos aspectos—, pero su modelo se basa en un ecosistema cerrado de hardware, software y servicios estrechamente integrados. Este modelo le ha permitido controlar cada detalle de la experiencia del usuario, garantizar eficiencia y seguridad, y, por supuesto, cobrar un porcentaje en cada transacción dentro de su plataforma.

No obstante, ese mismo modelo ha generado críticas por abuso de posición dominante. Según datos de Statista, Apple cuenta con una cuota del 30-40% del mercado de smartphones en Europa Occidental y más del 70% en el segmento premium (International Data Corporation, 2023). Y en su App Store, cobra entre un 15 y un 30% en cada compra o suscripción, lo cual ha sido motivo de disputa con empresas como Spotify y Epic Games.

¿Debe ser considerado “innovador” un modelo que impide la interoperabilidad, restringe tiendas alternativas, y privilegia sus servicios sobre los demás?

La DMA no busca “desmontar” el ecosistema Apple, sino obligarlo a abrir puentes con servicios de terceros en nombre de la competencia y la libertad de elección.

Privacidad: ¿excusa o preocupación legítima?

Apple ha insistido reiteradamente en que abrir sus sistemas supone una amenaza para la privacidad, una bandera que ha ondeado con fuerza frente a sus rivales, especialmente Google y Meta.

Su argumento más fuerte es técnico: al requerir compatibilidad con sistemas de terceros, su control sobre la gestión de datos se ve diluido. Sin embargo, la Comisión Europea insiste en que el cumplimiento del DMA no requiere sacrificar la privacidad.

De hecho, muchas de las nuevas herramientas del mercado permiten interoperabilidad con cifrado de extremo a extremo. El concepto de “privacidad computacional”, donde los datos se procesan localmente sin necesidad de ser transferidos a servidores, ya es un estándar emergente que puede servir de puente para cumplir ambos objetivos.

¿Europa se queda atrás?

Un punto polémico en la estrategia narrativa de Apple es la idea de que los consumidores europeos están siendo “castigados” con retrasos por culpa de la regulación.

Pero habría que preguntarse: ¿quién decide retrasar esas funciones? ¿La ley o la empresa? En lugar de desarrollar sus funciones de modo abierto desde el inicio, Apple elige, como forma de presión y protesta, retrasar su disponibilidad en la UE.

Esta clase de decisiones pueden interpretarse más como un mensaje político que como un obstáculo técnico real. Similar a cómo otras empresas tecnológicas han reaccionado ante regulaciones impopulares en el pasado.

¿El comienzo de una grieta en el dominio de Big Tech?

La batalla entre Apple y la Unión Europea es parte de una tendencia más amplia a nivel mundial para poner freno al poder hegemónico de las grandes tecnológicas. Estados Unidos ha iniciado investigaciones antimonopolio contra Google, Amazon y Apple. India estudia su propia regulación inspirada en la DMA. Incluso China ha impuesto restricciones a sus propios gigantes digitales como Alibaba o Tencent.

En ese contexto, Europa se ha convertido en pionera legal del control a Big Tech. Ha creado leyes como el Reglamento de Servicios Digitales (DSA), el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), y ahora la DMA. Cada una de ellas genera fricciones, pero también produce avances en derechos digitales.

“Los reglamentos de la UE generan protesta inicialmente, pero luego se convierten en estándares globales”, decía Margrethe Vestager, comisaria europea de competencia, en una entrevista con Reuters. Y tiene razón. El GDPR fue criticado inicialmente por empresas de todo el mundo, pero hoy ha empujado a la industria hacia una gestión más madura de los datos personales.

¿Qué está realmente en juego?

No se trata solamente de AirPods y traducciones en vivo. Se trata de algo mucho más grande: quién controla el acceso a la tecnología, cómo se protegen los datos de los ciudadanos y cómo se asegura una competencia justa en un mercado dominado por pocos actores.

En este nuevo escenario, empresas como Apple están obligadas a repensar su modelo. Los consumidores piden más control, más opciones, más transparencia. La política digital ya no es sólo para legisladores: es un campo de batalla con implicaciones globales.

¿Logrará Apple adaptarse sin renunciar a sus principios? ¿O elegirá el litigio como barrera en lugar del diálogo?

Mientras tanto, la DMA continúa su curso, con el apoyo de Bruselas y la mirada atenta del resto del planeta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press