Casa Kahlo: el nuevo museo íntimo que revela los secretos nunca contados de Frida

A unos pasos de la icónica Casa Azul, un nuevo espacio en Coyoacán ofrece una mirada profundamente humana al origen, dolores y amores de Frida Kahlo

Un nuevo hogar para el alma de Frida

Este fin de semana abre sus puertas en Ciudad de México la Casa Kahlo, un museo que promete revolucionar la forma en que entendemos a Frida Kahlo. No se trata de otra vitrina repetitiva del mito ya consolidado, ni de mercantilizar su imagen con souvenires: es una nueva narración de su humanidad, de su niñez, de su dolor temprano, de sus vínculos familiares esenciales. Una arqueología emocional de la Frida antes de Frida gran artista.

Situada en Aguayo 54 en el barrio del Carmen, en pleno Coyoacán, el recinto resulta familiar para los conocedores de la artista: está justo al lado de la Casa Azul, aquella que Diego Rivera y Frida habitaron y que fue regalada por sus padres como obsequio de boda. Pero esta vivienda tiene otra historia: fue el hogar de sus padres, Guillermo Kahlo y Matilde Calderón, y durante un tiempo, también de la propia Frida.

Un museo que respira intimidad

“Aquí se encuentra una aproximación más humana a su historia y a sus orígenes”, comentó Adán García, director del museo. Y no exagera. Este espacio alberga desde el microscopio con el que Frida exploraba alas de insectos en su infancia –¡sí, le fascinaban la biología y los detalles microscópicos!– hasta las cartas escritas con lápiz labial rosa mexicano.

Lo más conmovedor quizá está en los pequeños detalles: la cocina remozada pero con los murales originales de Frida, el espejo que mandó a hacer para sus exposiciones en Nueva York, y el baño que remite a una de sus obras más famosas: Lo que el agua me dio (1938).

El sótano de la resistencia

Un apartado especial lo ocupa el sótano, que funcionaba como refugio emocional de Frida. Según su sobrina-nieta, Mara Romeo Kahlo, Frida solía esconderse ahí cuando discutía con Diego Rivera. “Era como su lugar de paz, este era su verdadero hogar”, añadió.

En este espacio se exhiben exvotos pintados por ella y también una colección de muñecas asiáticas adquiridas en un viaje a San Francisco. No se trata de un sótano cualquiera, sino de una cápsula emocional que revela su relación con el arte popular, la devoción religiosa mestiza y su fascinación por los objetos con alma.

La cocina de los gorriones (o gorrones)

El área culinaria del museo es una delicia estética y conceptual. Rodeada de murales de Frida con flores y árboles frutales, esta cocina fue decorada inspirándose en los elementos naturales del propio jardín. Incluso contiene una inscripción: “La fonda de los gorriones”, que juega con el doble significado entre gorriones y gorrones en español.

“Todo aquel que llegara —invitado o no— tenía siempre un lugar en esta mesa”, dice García. En tiempos de exclusividades y elitismos, esta anécdota resuena como un himno de hospitalidad revolucionaria.

El padre: Guillermo Kahlo, mucho más que el fotógrafo de Porfirio Díaz

Una de las salas más destacadas es el cuarto de revelado fotográfico de Guillermo Kahlo, donde una instalación permite a los visitantes experimentar una cámara estenopeica e imprimir su imagen en negativo. Esta sección rinde homenaje a ese padre alemán, fotógrafo oficial del dictador Porfirio Díaz y referente emocional para Frida.

Se presentan no solo sus célebres fotografías de edificios históricos como la Catedral Metropolitana, sino su historia personal: su emigración de Alemania, su primer matrimonio, sus hijastras y el encuentro con Matilde, la madre de Frida.

La hermana que fue “la otra mitad del corazón”

De las revelaciones más poderosas del museo está el papel fundamental de Cristina Kahlo, hermana menor de Frida. Cuidó a la artista tras numerosas cirugías y no sólo fue su sostén emocional, sino que fundó una asociación para ayudar a más de 500 madres solteras cada fin de semana entregándoles apoyos desde esta misma casa.

“Ella siempre iba al grano. Le decía: ‘¿Por qué no pintas algo bonito?’”, relata Romeo Kahlo entre risas. Esa confianza fraternal es el punto de partida emotivo para entender a Frida más allá de su genio creativo.

Matilde Calderón: la madre silenciada

En este nuevo relato, la figura de Matilde Calderón también recobra protagonismo. Durante años se le ha visto eclipsada por Guillermo, pero aquí descubrimos su vital influencia. Romeo asegura que fue Matilde la primera en usar flores en el cabello, un sello estético que Frida heredó y mundializó.

Según el equipo curatorial, la relación madre e hija fue más cercana de lo que las biografías oficiales han querido admitir. Matilde, mestiza, católica practicante e independiente, moldeó profundamente la forma en que Frida concebía el cuerpo, la maternidad y el arraigo.

Cartas, vestidos y símbolos prehispánicos

Quien recorra la Casa Kahlo se encontrará también con un nutrido archivo epistolar. Las cartas firmadas con besos de lápiz labial cuentan historias cotidianas, guerras internas, afectos encendidos y desesperaciones amorosas. También se muestran vestidos bordados y joyas prehispánicas que Frida usó para exaltar su identidad mexicana en un mundo dominado por lo europeo.

Una obra temprana, Bandeja de Amapolas (sin fecha exacta), contrasta con la intensidad de sus obras más dolorosas. Muestra a una Frida aún en formación, observadora de la belleza simple, al inicio de su camino artístico.

La arquitectura como narrativa afectiva

El reconocido arquitecto David Rockwell colaboró en la adecuación del espacio. Se trabajó meticulosamente para recuperar los escalones curvos del patio central, piezas de barro cocido hechas por artesanos mexicanos y techos que oscilan entre lo colonial y lo rústico. “Lo que me enamora de esta casa es su calidez”, confesó Rockwell. “Cada techo genera una atmósfera distinta”.

Lejos del blanco minimalista que reina en los museos contemporáneos, aquí predomina el color rojo: símbolo del corazón Kahlo, pigmento emocional de este nuevo poemario visual que cuenta la historia de una familia, una herencia, un México y una mujer en todas sus complejidades.

Un museo imprescindible

Este nuevo museo no compite con la Casa Azul, sino que la complementa. La visita a ambas representa ahora un viaje completo por el universo simbólico y emocional de Frida Kahlo. Si la Casa Azul es el altar al ícono, la Casa Kahlo es el santuario del origen.

Abrir esta casa al público en 2024 significa más que una oferta turística: es añadir nuevos capítulos a la historia cultural mexicana, con perspectiva de género, con enfoque afectivo, con raíces profundas.

Visitarla es entrar al corazón (y sótano) de Frida.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press