Desastre natural y desastre ambiental: el otro precio del huracán Helene
El año después de la tormenta: cómo la recuperación tras el huracán está destrozando ríos, especies y comunidades enteras en Carolina del Norte
Una tormenta devastadora con consecuencias medioambientales de largo plazo
El huracán Helene, cuya furia golpeó desde Florida hasta Carolina del Norte en 2024, dejó una devastación incalculable a su paso. Más de 250 muertos, $80 mil millones en daños y ríos convertidos en autopistas son algunas de las secuelas visibles del desastre. Pero hay otra historia menos contada: la que ocurre debajo del agua—en los sedimentos, entre los árboles arrancados y en los hábitats destruidos—donde la vida silvestre lucha por sobrevivir una segunda catástrofe: la limpieza descuidada.
Una limpieza con consecuencias
Un año después del paso del huracán Helene, la escena en el río French Broad parece sacada de una novela de ciencia ficción ecológica. Clancy Loorham, voluntario de 27 años, saca tubos de PVC cubiertos de limo y sargazo del lecho fluvial. "¡Tengo un bagre dentro del tubo!", grita con asombro. La fauna, confundida y desplazada, ha convertido estos desechos humanos en hogares provisionales. Pero no deberían estar ahí.
Lo preocupante es que muchos de estos residuos no terminaron en el río por negligencia común, sino como resultado directo del huracán Helene y, posteriormente, de esfuerzos de limpieza mal implementados. Las inundaciones arrastraron desechos industriales hasta 145 km al oeste en Douglas Lake, Tennessee.
La naturaleza como víctima secundaria
La urgencia de rescatar personas y restaurar infraestructuras llevó a contratistas a remover coches, contenedores, casas destruidas y más directamente desde los cauces fluviales. Pero muchos hicieron su trabajo sin tener en cuenta hábitats sensibles. Andaban utilizando ríos como autopistas, señala Peter Raabe, director regional de American Rivers.
Se derribaron árboles sanos, se alteraron cauces naturales y se removieron raíces vivas—componentes esenciales de los ecosistemas acuáticos. “Esos árboles ralentizan el flujo, crean hábitats para peces y evitan la erosión”, explica Jon Stamper, coordinador de limpieza de ríos para la ONG MountainTrue.
Muertes invisibles: la fauna sumergida
Tras el huracán, aparecieron reportes alarmantes de muertes masivas de especies vulnerables. Hannah Woodburn, investigadora de MountainTrue, habla del impacto letal en el hellbender, una salamandra gigante exclusiva del este de EE.UU. que puede llegar a medir más de 60 centímetros y pesar hasta 1.4 kg. “Recibimos fotos de ejemplares muertos a casi 1.5 km del curso de agua”, recuerda.
Aún más grave fue el efecto sobre el Appalachian elktoe, un mejillón en peligro crítico de extinción que solo habita algunas zonas de Carolina del Norte y Tennessee. Biólogos encontraron ejemplares con sus caparazones rotos y órganos expuestos debido al uso de maquinaria pesada en la limpieza.
“Fue un evento impactante. En mis 15 años de trabajo jamás había visto algo así”, comentó Mike Perkins, biólogo estatal.
Rescatando la vida a contrarreloj
Perkins y su equipo lograron movilizar 60 elktoes río arriba hacia un sitio seguro, mientras que otros 12 fueron almacenados en tanques en una estación biológica. Sin embargo, no todos los contratistas colaboraron con sus esfuerzos; algunos incluso ignoraron las precauciones ecológicas básicas.
Cuando reconstruir es destruir
Andrea Leslie, coordinadora de hábitats en la Comisión de Vida Silvestre de Carolina del Norte, reconoce que la emergencia requiere decisiones rápidas, pero insiste en que hay mucho margen para hacerlo mejor: “Hay procesos en marcha para evitar tragedias secundarias como esta. Pero no se aplicaron”.
Las personas también sufren
Helene no solo dejó cicatrices en la naturaleza, también en las personas. Vickie y Paul Revis viven al borde del río Swannanoa, donde la tormenta se llevó su casa. Sin seguro y sin medios para mudarse, decidieron quedarse. Hoy están reconstruyendo sobre una plataforma de concreto improvisada con ayuda de donaciones, intentando devolverle estabilidad al terreno.
“No somos ricos. Cuando eres dueño del terreno, debes quedarte. Solo nos queda rezar para que vuelva a aguantar”, dice Vickie, mientras contempla el nuevo hogar elevado, rodeado de margaritas y sauces.
Trabajo sin fin: lo que queda por hacer
El programa de recuperación liderado por MountainTrue recibió una asignación de $10 millones para limpiar los ríos durante 18 meses. Desde julio han retirado más de 75 toneladas de escombros de una docena de ríos. La mayoría del trabajo lo realizan guías de rafting desempleados desde la tormenta.
A medida que la brigada recorre el río, halcones y águilas pescadoras sobrevuelan el área, como testigos silenciosos de un ecosistema que lucha por recuperarse. “Estamos creando hábitats, pero son los equivocados”, lamenta Leslie Beninato, coordinadora del equipo. “Me gustaría poder darles un árbol a los peces, no una tubería.”
El dilema ecológico tras los desastres naturales
La experiencia de Helene es una advertencia poderosa. En la necesidad urgente de salvar vidas humanas y restaurar infraestructura, no se puede pasar por alto el impacto en el entorno natural. Ya no se trata de una elección entre Prioridad A y Prioridad B. Ambas son caras de una misma moneda.
Perder el hábitat de una especie acuática no es un daño colateral inevitable. Es una señal de que aún tenemos mucho que aprender sobre cómo convivir con la naturaleza, incluso en momentos de crisis. Después de todo, los ríos que destruyen también son los que dan vida.