El crecimiento oculto de la economía de EE. UU.: ¿fuerte repunte o espejismo de cifras maquilladas?

Analizamos el crecimiento sorpresa del PIB estadounidense en medio de una política comercial errática, expectativas laborales en descenso y señales mixtas del consumo.

Un repunte inesperado

Para sorpresa de muchos analistas, el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos creció a un ritmo anual del 3.8% entre abril y junio, según el reporte final del segundo trimestre publicado por el Departamento de Comercio. Esta cifra representa una revisión al alza respecto a la estimación preliminar que lo situaba en 3.3%, y es incluso más sorprendente si consideramos que el primer trimestre del año fue negativo (-0.6%), el primer retroceso económico en tres años.

¿Cómo puede una economía pasar de una contracción leve a un crecimiento robusto en apenas tres meses? La respuesta está cargada de matices, medidas proteccionistas, repuntes cíclicos y una buena dosis de estadísticas revisadas.

El rol del comercio: la clave oculta

Gran parte del salto en el crecimiento del PIB se explica por una caída del 29.3% en las importaciones, que según los cálculos, añadió más de cinco puntos porcentuales al crecimiento del segundo trimestre. Recordemos que en la contabilidad del PIB, las importaciones restan, porque se trata de producción extranjera. Por lo tanto, cuando estas bajan drásticamente, se genera un impulso artificial al crecimiento interno.

Este descenso refleja un efecto boomerang de la guerra comercial impulsada por el presidente Donald Trump. Durante el primer trimestre, muchas empresas aumentaron sus compras adelantadas del extranjero temiendo un aumento en los aranceles, lo que distorsionó los datos. En el segundo trimestre, la caída de esas importaciones produjo, matemáticamente, un crecimiento que no representa necesariamente una mayor producción nacional.

Gasto del consumidor: ¿recuperación real?

El gasto del consumidor, el motor principal de cualquier economía moderna, también mostró fortaleza, creciendo un 2.5% en el segundo trimestre, frente al tímido 0.6% del trimestre anterior. Esta mejora ha sido interpretada por algunos economistas como un signo saludable de confianza, aunque otros alertan sobre los límites de ese crecimiento impulsado por el consumo de bienes duraderos.

La preocupación radica en que este aumento podría no ser sostenible, considerando las altas tasas de interés y la incertidumbre del mercado laboral.

Tasas de interés y empleo: señales cruzadas

Tras once aumentos consecutivos de la tasa de interés entre 2022 y 2023, la Reserva Federal decidió recortar su tasa de referencia por primera vez desde diciembre de 2023. ¿La razón? La lenta creación de empleos y señales de debilidad estructural en el mercado laboral.

El último informe laboral mostró que solo se añadieron 43,000 nuevos empleos en septiembre, con un promedio mensual de apenas 53,000 desde marzo. Esto es un descenso dramático si lo comparamos con los 400,000 puestos mensuales que se generaban durante la recuperación post-COVID entre 2021 y 2023.

Además, la Revisión Anual de Empleo del Departamento de Trabajo reveló cifras inquietantes: 911,000 empleos menos de los que originalmente se informaron para el año que concluyó en marzo. Esto expone una sobreestimación sistemática de la solidez del empleo, generando dudas sobre la fiabilidad de los indicadores que se han utilizado para defender políticas económicas recientes.

Política comercial: proteccionismo e incertidumbre

Desde su regreso a la presidencia, Donald Trump ha desafiado décadas de tradición económica estadounidense al imponer aranceles sobre productos de casi todos los países. Desde acero y aluminio hasta automóviles, su enfoque unilateral ha producido un entorno comercial volátil e impredecible.

Si bien Trump promociona los aranceles como vía para repatriar fábricas y financiar recortes fiscales, los economistas más ortodoxos advierten que estas medidas tienen efectos contraproducentes. Los aranceles los pagan los importadores en EE. UU., quienes generalmente trasladan esos costos a los consumidores en forma de precios más altos, generando presión inflacionaria.

Esta incertidumbre ha frenado las decisiones de inversión empresarial, obstaculizando la creación de empleo y debilitando parcialmente la recuperación económica que se lograba tras la pandemia.

Una recuperación con pies de barro

El panorama económico actual es paradójico: por un lado, vemos cifras sólidas de PIB y empleo estable según los titulares; por el otro, tenemos una desaceleración palpable en la contratación, consumo que crece a base de crédito, y una industria que aún no encuentra su rumbo. En este contexto, muchos analistas se preguntan: ¿es la economía de EE. UU. tan fuerte como aparenta, o estamos ante una recuperación con pies de barro?

Recordemos que las cifras del PIB y del empleo no cuentan toda la historia. En el caso del PIB del segundo trimestre, su robustez depende en gran medida de variables técnicas como el ciclo de importaciones, y no tanto de nuevos cimientos productivos o eficiencia industrial.

Además, la expectativa para el tercer trimestre es más modesta. La firma de análisis FactSet anticipa un crecimiento del 1.5%, lo que implicaría una desaceleración seria frente al “boom” anterior.

El dilema de la Fed: inflación vs empleo

La dualidad de objetivos de la Reserva Federal —controlar la inflación y garantizar el empleo— nunca ha sido tan difícil de balancear. Mientras la inflación se mantiene por encima del objetivo del 2%, el mercado laboral muestra señales de debilitamiento. La disminución de las solicitudes de subsidios por desempleo la semana pasada (hasta 218,000) puede parecer positiva, pero cuando se toma en contexto con la baja creación de empleos y las revisiones a la baja, la imagen completa se vuelve preocupante.

El mensaje es claro: ni la inflación está totalmente bajo control, ni el empleo muestra vitalidad sostenible.

Una economía atrapada entre políticas erráticas y estadísticas floreadas

Las decisiones económicas no se toman en el vacío. Las cifras pueden mostrar fortalezas, pero si están sustentadas en distorsiones —como la caída de importaciones que en realidad refleja incertidumbre comercial más que eficiencia— su estabilidad es dudosa.

Asimismo, el uso político de indicadores económicos es otra capa de complejidad. Tras la publicación de cifras débiles en agosto (solo 22,000 nuevos empleos) y múltiples revisiones a la baja, Trump despidió al jefe de la Oficina de Estadísticas Laborales, lo que levantó críticas por supuesta interferencia en un ente históricamente apolítico. Esto abre un debate acerca de cuánto influyen las decisiones políticas en los reportes que deberían guiar las políticas económicas objetivamente.

¿Hasta cuándo puede mantenerse este equilibrio frágil?

El crecimiento del segundo trimestre puede dar un respiro temporal a la administración Trump, pero los problemas estructurales persisten. Con una economía marcada por aranceles volátiles, cifras de empleo revisadas a la baja y una Fed caminando sobre la cuerda floja entre inflación y empleo, el contexto sigue siendo de altos riesgos.

La verdadera pregunta ahora no es si la economía creció en un trimestre, sino si ese crecimiento puede traducirse en estabilidad de largo plazo. Y eso, por ahora, no está garantizado.

“Una cifra bonita no significa una economía saludable. El crecimiento sostenido se basa en productividad real, inversión coherente e instituciones confiables, no en ajustes estadísticos ni tácticas proteccionistas.” — Joseph Stiglitz, Nobel de Economía.

Fuentes

  • Departamento de Comercio de EE. UU., Datos del PIB Q2 2024.
  • FactSet Research, proyecciones económicas Q3 2024.
  • Departamento de Trabajo de EE. UU., informes semanales de desempleo.
  • Federal Reserve Board, anuncios de tasas de interés, septiembre 2024.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press