Hezbolá, el poder de la simbología y el pulso con el Estado libanés

La proyección de imágenes sobre las Rocas de Raouche en Beirut desata tensiones políticas y revive las cicatrices del conflicto con Israel

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Un homenaje en medio de la controversia

La noche del jueves 25 de septiembre de 2025, las icónicas Rocas de Raouche en Beirut se convirtieron en una pantalla para la memoria. Imágenes proyectadas de Sayyed Hassan Nasrallah, el exlíder de Hezbolá, y su sucesor Hashem Safieddine, iluminaron el emblemático sitio costero frente a miles de simpatizantes que se congregaron para rendir homenaje a sus líderes fallecidos en ataques aéreos israelíes ocurridos en 2024.

Este acto simbólico desató una ola de reacciones políticas, legales y sociales. Y no es para menos: la tensión entre el gobierno libanés y la influyente organización chiita alcanzó un nuevo pico esa noche.

El trasfondo: muertes que cambiaron el juego

El 27 de septiembre de 2024, Israel lanzó una serie de bombardeos sobre el sur de Beirut. En uno de esos ataques murió Hassan Nasrallah, personalidad central de Hezbolá durante décadas, junto con importantes comandantes y un general iraní. Apenas unos días después, otra serie de ataques aéreos acabó con la vida de Hashem Safieddine, su sucesor al frente del movimiento.

Ambas muertes supusieron un duro golpe para la coalición militar y política que opera tanto dentro como fuera del sistema político libanés. Desde entonces, Hezbolá ha intentado mantener su cohesión interna, reafirmar su control territorial y seguir presentándose como un actor crucial en el panorama del conflicto árabe-israelí.

El espectáculo prohibido

Según una circular emitida por el primer ministro libanés Nawaf Salam, la proyección sobre un lugar de valor nacional como las Rocas de Raouche debía estar estrictamente regulada. El gobierno condenó la actividad y solicitó sanciones legales contra los organizadores.

“Este uso de monumentos nacionales con fines propagandísticos afecta la unidad nacional”, afirmó Salam en la red social X. Aunque la protesta había sido autorizada, esta no incluía la iluminación del monumento natural.

Hezbolá, por su parte, alegó que no era necesaria una autorización adicional para la proyección y argumentó que se trataba de un ejercicio de libertad de expresión, como lo garantiza la Constitución libanesa.

Hezbolá entre la mística y el mensaje bélico

No es nuevo que Hezbolá utilice eventos cargados de simbolismo para consolidar su narrativa. Las Rocas de Raouche, además de ser un sitio natural de belleza indiscutible en la capital libanesa, representan una imagen de permanencia y resiliencia en medio de la agitación del país. Pero la elección de ese lugar también evoca confrontación: la “belleza nacional” subordinada a los intereses de una militancia.

Durante el evento, cientos de simpatizantes entonaron consignas y portaron banderas con los rostros de ambos líderes fallecidos, en un claro acto de afirmación política y religiosa. Este tipo de movilización sirve para revitalizar la moral del grupo luego de sus pérdidas en la guerra del 2023-2024 con Israel.

Un conflicto que nunca se cierra

El punto de inflexión más reciente en la ya complicada historia entre Hezbolá e Israel fue el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Como muestra de solidaridad y en su papel de “frente de apoyo”, Hezbolá comenzó acciones de hostigamiento militar desde el sur de Líbano, provocando una respuesta feroz del ejército israelí.

Desde septiembre de 2024, el conflicto derivó en enfrentamientos casi diarios, que culminaron con un alto al fuego patrocinado por Estados Unidos en noviembre. Sin embargo, Israel ha proseguido con ataques puntuales en territorio libanés, argumentando que desea evitar un nuevo fortalecimiento de la milicia chiita.

Mientras tanto, el gobierno libanés ha reafirmado su intención de monopolizar el uso de la fuerza armada en el país, promesa que recientemente revivió el debate sobre el desarme de Hezbolá.

¿Es posible desarmar a Hezbolá?

Desde hace años, diversas voces nacionales e internacionales reclaman que el grupo político-militar haga entrega de su arsenal. Sin embargo, Hezbolá ha condicionado ese gesto a una retirada total de Israel de zonas fronterizas disputadas y el cese completo de acciones militares contra Líbano.

El ejército libanés, carente de recursos y dividido por la fragmentación política, no ha dado pasos firmes hacia un eventual desarme. Algunos funcionarios temen que un intento de confrontar a Hezbolá podría derivar en un nuevo conflicto civil, algo que el pueblo libanés no está en condiciones de enfrentar luego de años de crisis económica, colapsos bancarios, explosiones como la del puerto de Beirut en 2020 y una inflación asfixiante.

Un Estado dividido e impotente

Las discrepancias entre los niveles del Estado son evidentes. Aunque el gobernador de Beirut autorizó la protesta, la iluminación de las rocas estaba expresamente prohibida. Sin embargo, durante el evento, las proyecciones se realizaron sin ningún tipo de intervención directa por parte de las fuerzas de seguridad.

Este vacío de poder es representativo del declive del Estado libanés como árbitro institucional ante actores poderosos como Hezbolá, cuyo brazo militar a menudo se considera más eficaz y estructurado que las propias fuerzas armadas nacionales.

¿Propaganda o resistencia cultural?

Los defensores del acto lo ven como una expresión legítima de duelo y de identidad frente a un enemigo histórico. Para otros, fue una peligrosa teatralización del poder en un contexto donde se intenta construir una soberanía civil y pluralista. El uso de un monumento costero nacional vuelve a poner en escena una pregunta fundamental: ¿qué es Líbano en este momento histórico? ¿Un país rehén de sus sectas o un laboratorio político del siglo XXI?

“Cuando proyectas la imagen de un comandante sobre una roca, no solo la iluminas con luz; la cargas de historia, fe y símbolo bélico,” declaró Fadlallah Mohsen, politólogo de la Universidad Americana de Beirut. “Es un grito silencioso que dice 'aquí seguimos', a pesar del Estado, a pesar del mundo.”

¿Qué está en juego para Hezbolá?

Pese a sus pérdidas, Hezbolá continúa manejando una estrategia de largo plazo: proteger sus armas, mantener su lealtad a Irán y alimentar su narrativa de resistencia frente a Israel. Sin embargo, el desgaste es evidente. La presión internacional, los efectos del colapso económico y la creciente migración joven representan desafíos que las luces proyectadas sobre unas rocas no pueden borrar.

Este evento fue menos sobre homenaje y más sobre reafirmación de poder. Fue un aviso público de que, aunque sus líderes han sido asesinados, la organización no tiene intención de entregar su lugar en el ajedrez libanés.

¿Cuál es el papel del ciudadano común?

Entre todo esto, ¿dónde queda el ciudadano libanés promedio? Asfixiado por la inflación, sin acceso confiable a servicios básicos, y atrapado entre un gobierno debilitado y facciones armadas, el pueblo libanés parece ser el espectador forzado de una lucha que se libra tanto en los cielos como en los símbolos nacionales.

Mientras las Rocas de Raouche recuperan su oscuridad habitual, quedan encendidas muchas más preguntas que respuestas. ¿Puede un símbolo natural resistir la apropiación política? ¿Podrá el Estado volver a ejercer su autoridad sin terminar en guerra civil? ¿O será precisamente en los actos performativos donde se definirá el nuevo orden libanés?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press