Las heridas de Camp Mystic: tragedia, duelo y la lucha por la memoria
Familias enfrentan a los dueños del campamento tras las muertes por inundación, exigiendo justicia antes de una reapertura prematura
Una tragedia que aún vive en la memoria colectiva
El pasado 4 de julio, una abrupta crecida del río Guadalupe en Texas arrasó con Camp Mystic, un campamento de verano juvenil muy conocido en la región. Lo que inició como una temporada de recreación para decenas de niños y adolescentes terminó en un desastre que cobró la vida de 25 campistas y dos consejeros juveniles.
La única víctima que aún no ha sido encontrada es Cili Steward, una niña de 8 años, cuyos padres hoy lideran la lucha contra la reapertura del campamento. Mientras las aguas retrocedieron, el dolor permanece latente: una comunidad fragmentada, familias en duelo y una industria de campamentos enfrentada a una dura autocrítica.
“Heaven’s 27”: una denominación que duele
Así han nombrado los familiares a los 27 fallecidos —25 niños y dos consejeros—: “Heaven’s 27” (Los 27 del cielo). El simbolismo del nombre refleja el intento de honrar a quienes perdieron la vida trágicamente, pero también una demanda de memoria real y justicia concreta.
En una carta dirigida a Camp Mystic, firmada por CiCi y Will Steward “en representación de nosotros mismos y de otras familias de los Heaven’s 27”, exigieron detener los preparativos para una reapertura que consideran irrespetuosa e insensible.
“Promover la reapertura a menos de tres meses de la tragedia —mientras una menor sigue desaparecida— es impensable”, escribieron los Steward. “Cile debe ser encontrada, y ustedes deben rendir cuentas por las fallas que provocaron las muertes de nuestras hijas”.
Una decisión que polariza a la comunidad
Los administradores de Camp Mystic informaron que planean reabrir parcialmente el próximo año, específicamente en una zona elevada e intacta llamada Camp Mystic Cypress Lake. El terreno adyacente al río Guadalupe, donde ocurrió la tragedia, permanecería cerrado y sería convertido en un memorial.
No obstante, este plan no ha sido bien recibido. Las familias acusan falta de consulta y consideran que la reapertura distrae del objetivo principal: una búsqueda exhaustiva de Cili y un proceso transparente de rendición de cuentas por parte del campamento.
¿Quiénes eran los responsables del campamento?
Los operadores del campamento incluyen a familiares de Dick Eastland, quien también perdió la vida durante la inundación. Este hecho añade una capa emocional al debate: los propietarios también fueron víctimas. Sin embargo, esto no exime, según los familiares de las víctimas, la responsabilidad organizacional que tienen.
Al momento, el campamento no ha emitido una respuesta personal a las demandas de los Steward. Un correo automático enviado a quienes intentaron contactar al campamento indica que el personal “sigue en duelo” por lo ocurrido.
Una respuesta legislativa emergente
En paralelo al duelo, las familias actuaron con rapidez y determinación. Se organizaron para impulsar una serie de reformas legales que buscan prevenir tragedias similares. Sus testimonios ante el Congreso estatal tejano fueron definidos por analistas como “contundentes y desgarradores”.
Gracias a esta presión ciudadana, se aprobaron nuevas leyes que obligan a los campamentos a:
- Evitar la construcción de cabañas en zonas de riesgo de inundación.
- Desarrollar planes de evacuación de emergencia minuciosos.
- Capacitar adecuadamente a todo el personal.
- Instalar y mantener sistemas de alerta temprana y sirenas de emergencia.
Además, se asignaron $240 millones del fondo estatal para desastres naturales a mejorar la capacidad de respuesta meteorológica en tiempo real.
Una reapertura sin duelo completo
La urgencia por reabrir, justificada por algunos como una vía para iniciar el proceso de sanación, no es compartida por la mayoría de los familiares. Las redes sociales se han hecho eco del asunto, y los hashtags #JusticeForCili y #Heavens27 se han vuelto virales, canalizando el sentir colectivo a través de plataformas digitales.
La narrativa del campamento, centrada en “renacer más seguros”, contrasta con la de las familias, que exige memoria sin omisiones y justicia sin premura.
¿Error humano o acto inevitable?
La tormenta que provocó la tragedia fue, sin duda, un evento natural intenso. Pero las investigaciones posteriores han arrojado acusaciones graves contra los operadores del campamento por presunta negligencia en protocolos de advertencia y evacuación.
Según informes preliminares, no existía un plan claro de evacuación en caso de inundación, a pesar de estar ubicados junto a un caudal con historial de crecidas súbitas. Tampoco se contaba con sensores de alerta automatizados ni rutas de escape para las zonas afectadas.
La urgencia de priorizar la prevención
Esta tragedia ha reavivado el debate nacional sobre la preparación de los espacios recreativos para menores. En Texas, existe una industria millonaria de campamentos, muchos construidos en entornos naturales cercanos a cuerpos de agua. La presión ahora recae sobre el Departamento de Parques y Recreación del estado para que fiscalice a fondo estos centros.
Asimismo, expertos en seguridad infantil han llamado a establecer protocolos federales para campamentos de verano, argumentando que las normativas locales resultan insuficientes.
El dilema ético de recordar y seguir adelante
Quizás el punto más delicado sea el conflicto entre la necesidad de reanudar una actividad que aporta empleos y experiencias formativas para muchos, vs. la obligación ética de detenerse y honrar una tragedia aún sin cierre total.
Las familias quieren encontrar a Cili, pero el tiempo juega en contra. En paralelo, exigen que se impongan responsabilidades claras, incluso judiciales si es necesario, a quienes autorizaron continuar las actividades en condiciones inseguras o no tomaron medidas preventivas adecuadas.
¿Y ahora qué sigue?
El estado prometió revisar los permisos de operación del Camp Mystic bajo las nuevas leyes. No obstante, aún no hay un fallo sobre si se permitirá formalmente su reapertura mientras continúe la búsqueda de la octava víctima ni sobre si se concederán autorizaciones a futuro.
Por ahora, el dolor de los Heaven’s 27 continúa dando vueltas por las colinas de Texas, entre las aguas del río Guadalupe y en las cartas públicas que claman algo más que una memoria bonita: claman verdad, justicia, cambios estructurales, y respeto al duelo colectivo.