CTE y la NFL: La cara oscura del fútbol americano que ya no se puede ignorar

Una mirada profunda a la relación entre el encefalopatía traumática crónica, la violencia y la responsabilidad de la liga más poderosa de Estados Unidos

¿Qué es la CTE y por qué debería alarmarnos?

La encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés) es una enfermedad neurodegenerativa asociada con golpes repetitivos en la cabeza, muchas veces sin necesidad de una conmoción cerebral clínica. Por años, se creyó que era un fenómeno exclusivo de boxeadores, pero se ha expandido peligrosamente entre jugadores de fútbol americano, militares y hasta jóvenes atletas de contacto.

Los síntomas incluyen pérdida de memoria, depresión, impulsividad, cambios extremos de comportamiento y, en casos avanzados, tendencias suicidas o violentas. Aunque su diagnóstico solo es posible post-mortem, los efectos de la CTE en vida ya se han documentado ampliamente.

La trágica historia de Shane Tamura

En julio de 2023, las alarmas sonaron con fuerza cuando Shane Tamura, de 27 años y exjugador de fútbol americano en preparatoria, protagonizó un tiroteo en Nueva York contra las oficinas de la NFL que dejó cuatro muertos. Antes de quitarse la vida, dejó una nota de tres páginas culpando a la liga por sus problemas mentales y pidiendo: “Estudien mi cerebro.”

El resultado fue impactante: el forense confirmó que Tamura tenía evidencias claras de CTE en etapa temprana. No era un profesional. No jugó en la NCAA. Solo fue un adolescente más con casco buscando gloria en ligas juveniles. Y aún así, su cerebro quedó marcado para siempre.

¿Cuántos más como Tamura?

Según un estudio publicado en JAMA en 2017, de 111 cerebros de exjugadores de la NFL examinados, 110 presentaban signos de CTE. Y en muchos de ellos, el comportamiento violento no fue una anomalía, sino parte del deterioro progresivo causado por el deporte.

Entre los diagnosticados con CTE post-mortem encontramos grandes nombres como Junior Seau, Kenny Stabler, Frank Gifford y el infame Aaron Hernandez, cuyo historial criminal —incluyendo asesinato— fue atribuido en parte a daños cerebrales acumulativos. Su caso fue uno de los más extremos documentados: padecía una de las formas más severas de la enfermedad jamás encontradas en alguien de su edad (27 años).

La NFL y una verdad incómoda

Por mucho tiempo, la NFL negó la existencia o relación entre el deporte y la CTE. No fue sino hasta 2016, tras años de presión mediática y científica, que la liga reconoció oficialmente el vínculo ante el Congreso de los Estados Unidos.

La confesión vino con un alto precio: más de $1.4 mil millones de dólares en pagos a exjugadores como parte de demandas colectivas por daños relacionados con conmociones cerebrales, según reportó la BBC y otros medios. Pero para muchos, el gesto llegó demasiado tarde.

Las consecuencias sociales y legales del silencio

En esa nota escrita antes del suicidio, Tamura expresó que fue víctima “de un sistema que prioriza las ganancias sobre las vidas humanas”. Y no está solo: exjugadores como Dave Duerson también dejaron notas pidiendo que su cerebro fuera estudiado antes de acabar con su vida, como un acto desesperado de denuncia silenciosa.

Estos casos no solo son tragedias individuales. Son advertencias colectivas que ponen a prueba la ética empresarial y humana de la liga. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de una organización deportiva ante las consecuencias físicas y psicológicas de quienes la hicieron crecer?

Del documental a la ciencia: el rol de Bennet Omalu

El caso de CTE llegó al cine con la película Concussion de 2015, protagonizada por Will Smith y basada en el trabajo del patólogo forense Bennet Omalu. Él fue quien identificó por primera vez la CTE en el cerebro del legendario liniero Mike Webster, de los Pittsburgh Steelers.

Omalu fue víctima de descrédito y ataques durante años. Pero el tiempo y los cuerpos le dieron la razón. Su lucha ayudó a cambiar protocolos en prácticas, entrenamientos y reglamentos en el fútbol americano colegial, escolar y profesional.

¿Es el fútbol americano un deporte mortal?

No existe una respuesta sencilla. El fútbol americano es una tradición profundamente arraigada en EE.UU., un deporte generador de ingresos multimillonarios y pasiones intergeneracionales. Sin embargo, los datos no permiten romanticismos ingenuos.

Investigadores como Dr. Ann McKee —directora del CTE Center en Boston University— insisten en que incluso aquellos que no llegaron a la NFL pueden padecer la enfermedad. “Hemos visto casos de CTE en jugadores que solo jugaron en la preparatoria”, afirmó en una entrevista.[1]

Esto ha llevado a estados como California, Illinois y Massachusetts a discutir leyes que prohíban el fútbol de contacto en menores de 12 años, aunque las medidas han sido disputadas ferozmente por ligas menores y asociaciones deportivas.

¿Es suficiente lo que la NFL está haciendo?

Desde su admisión en 2016, la NFL ha implementado diferentes programas de protocolo de conmociones y penalizaciones más severas para contactos ilegales. También ha financiado investigaciones médicas con millones de dólares.

Pero según críticos como el periodista Patrick Hruby, estos esfuerzos son cosméticos: “La liga cambió para evitar demandas, no para salvar cerebros,” dijo en una columna para The Atlantic. “Mientras el juego siga premiando el contacto brutal como método de éxito, los riesgos seguirán presentes.”

El dilema ético de los fanáticos

Millones de personas siguen llenando estadios o viendo partidos los domingos. ¿Somos cómplices pasivos? ¿Disociamos la violencia inherente al juego por el espectáculo? Mientras más casos como el de Tamura surjan, será difícil escapar al dilema moral.

El relato no termina en la cancha. Continúa en las morgues, en los estudios forenses, en las cartas suicidas… y en las vidas rotas de familias que quisieron que sus hijos fueran héroes, no mártires.

¿Un futuro sin CTE?

La investigación sigue avanzando. Universidades, centros médicos e incluso la FIFA han comenzado a explorar nuevas tecnologías, cascos inteligentes y normativas para evitar el deterioro cerebral. Pero el cambio real vendrá cuando el público, los patrocinadores y los propios jugadores presionen por un deporte más humano.

Hasta entonces, la sombra de la CTE seguirá ensanchándose sobre el emparrillado.

[1] Fuente: Boston University Chronic Traumatic Encephalopathy Center (https://www.bu.edu/cte/)

Este artículo fue redactado con información de Associated Press