El caso Bill Berrien: La caída de un político republicano en la era del absolutismo pro-Trump

Entre lealtades políticas, escándalos digitales y moralismos selectivos: el trasfondo de una candidatura fallida en Wisconsin

Una renuncia inesperada

Bill Berrien, un empresario exitoso, ex SEAL de la Marina y ferviente simpatizante de Donald Trump, abandonó de forma inesperada su campaña como candidato republicano a gobernador de Wisconsin. Lo que parecía una competencia interna reñida entre varios aspirantes terminó prematuramente para Berrien, y no por falta de credenciales o recursos, sino por una tormenta mediática desatada por su actividad en redes sociales.

¿Qué ocurrió?

Según reportes recientes, Berrien fue objeto de duras críticas luego de que se revelara que seguía en la plataforma Medium.com a cuentas y autores vinculados con contenidos sexuales explícitos, incluyendo a una reconocida performer de porno no binaria, Jiz Lee. Esto bastó para que destacados miembros del Partido Republicano en Wisconsin empezaran a presionarlo para que abandonara la contienda.

En un extenso comunicado, Berrien se mostró claramente frustrado al comparar su candidatura política con sus misiones militares en zonas de guerra. “No tenía idea que postularme a un cargo político sería casi tan peligroso como cazar criminales de guerra en Bosnia”, escribió.

El conservadurismo y la moral sexual: ¿doble rasero?

Este caso expone de manera cruda una contradicción clave dentro del sector más conservador de la política estadounidense: los llamados a los "valores familiares" suelen ir acompañados de una censura implacable hacia cualquier tema que desafíe las normas tradicionales de sexualidad. Para Berrien, su caída no se relaciona propiamente con ilegalidades, sino con una narrativa que se impuso rápidamente: la incongruencia entre su discurso y su supuesto interés por explorar otras perspectivas sexuales en línea.

Él mismo lo dijo en su último comunicado: “¿Nada ilegal, nada inmoral, solo lectura?”, cuestionó. “¿No queremos que nuestros líderes políticos y empresariales sean personas informadas, conscientes y abiertas a diferentes ideas?”. Una pregunta válida, pero en la política de hoy, especialmente dentro del Partido Republicano, la línea entre lo privado y lo público ha desaparecido casi por completo.

Lealtad a Trump o la puerta de salida

Muchos analistas coinciden en que el problema de Berrien fue más profundo que el escándalo sexual. Desde antes de que arrancara su campaña, ya era visto con recelo por los sectores más leales a Trump. En 2020, Berrien había expresado dudas sobre si apoyaría al exmandatario y posteriormente respaldó a Nikki Haley en las primarias presidenciales republicanas de 2024.

Para Phil Shulman, portavoz del Partido Demócrata de Wisconsin, el mensaje es claro: “Bill Berrien es una lección para todos los candidatos del GOP: si no muestras lealtad total y absoluta a Trump, mejor empaca tus cosas”.

El peso de las redes sociales en la política moderna

El caso de Berrien es uno más en la creciente lista de políticos que han visto sus aspiraciones truncadas por su actividad en redes digitales. A diferencia de décadas anteriores, donde los archivos eran más herméticos y las campañas más controladas, hoy cualquier publicación o seguidor en una plataforma puede servir como munición política.

Y aquí no se trataba de contenido creado por Berrien ni de declaraciones públicas; era, simplemente, su historial de "seguimientos" en una red de blogs. Aun así, fue suficiente para generar titulares sensacionalistas que acabaron por minar su viabilidad como candidato.

¿Quiénes quedan en la contienda?

La retirada de Berrien deja a solo dos nombres visibles en la primaria republicana: el congresista Tom Tiffany y Josh Schoemann, ejecutivo del condado de Washington. Ambos aún deben definirse frente a la figura omnipresente de Trump, cuya influencia en el partido sigue marcando el destino de candidatos a todos los niveles.

Por el lado demócrata, la competencia también está encendida. Nombres como la vicegobernadora Sara Rodríguez, el ejecutivo del Condado de Milwaukee David Crowley, la senadora estatal Kelda Roys y la representante Francesca Hong ya hacen campaña, mientras que otras figuras como el fiscal general Josh Kaul y el exvicegobernador Mandela Barnes podrían unirse en las próximas semanas.

El legado simbólico de una derrota

La campaña de Berrien tuvo un mensaje constante: representar los "valores familiares" y la moral tradicional. Es irónico, entonces, que haya sido esa misma expectativa moralista la que se volviera contra él. Además, Berrien adoptó un tono agresivo contra las personas trans y no binarias durante las primeras semanas de su postulación, en lo que parecía una estrategia electoral para congraciarse con el voto conservador duro.

Paradójicamente, fue su interés por seguir perspectivas no convencionales (aunque en silencio) lo que terminó por estallar en su contra.

Una sociedad cada vez más intolerante con la ambigüedad

Casos como este muestran cuán poco espacio queda en la política estadounidense actual para la complejidad humana. La figura del político impoluto, perfectamente alineado en discurso y acción con la base más extrema de su partido, es cada vez más una exigencia para sobrevivir en las primarias.

Berrien quizá cometió el error político de pensar que podía postularse bajo una identidad matizada, de empresario con valores tradicionales, pero también abierto a ideas distintas. En la práctica, eso le trajo un rechazo inmediato tanto por parte de conservadores vigilantes como de críticos progresistas.

¿Una víctima del tribalismo político?

Desde una lectura sociopolítica, el caso Berrien ilustra cómo el tribalismo político ha reemplazado cualquier aspiración de pluralismo ideológico. En ese entorno, nadie —ni siquiera un ex Navy SEAL con millones invertidos en su campaña— puede sobrevivir si no se pliega totalmente a las exigencias emocionales y morales de su base.

El “absolutismo trumpista” no permite grises. Lo dijo acertadamente el analista político Rick Wilson: “En el Partido Republicano moderno, no se trata de lo que hiciste, sino de si Trump aprueba cada fibra de tu ser”.

Reflexión final: ¿debemos repensar la relación entre lo personal y lo político?

¿Realmente queremos políticos que se limiten a repetir discursos preaprobados por sus pares ideológicos? ¿No hay valor en reconocer que las personas pueden tener intereses, contradicciones y pensamientos complejos?

El fracaso de Berrien no solo es el fin de una campaña, es la confirmación de que la política moderna, especialmente en la derecha estadounidense, está menos interesada en líderes reales y más preocupada por crear muñecos ideológicamente impecables. Y cuando el molde falla, es destruido sin segunda oportunidad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press