El gran negocio detrás de la energía de la IA: cuando los fondos de inversión compran tus servicios públicos

Una radiografía profunda de cómo los gigantes financieros están reconfigurando el sistema eléctrico de EE. UU. con la excusa (y la promesa) del auge de la inteligencia artificial

Dinero inteligente en la red eléctrica

En la silenciosa revolución energética que vive Estados Unidos, una nueva clase de jugadores está emergiendo como protagonista: los fondos de inversión privada. Mientras Silicon Valley y Wall Street se frotan las manos con las posibilidades de la inteligencia artificial, el verdadero campo de batalla está en otro lado: la infraestructura energética. BlackRock, Blackstone y otros titanes financieros están comprando compañías eléctricas a lo largo del país a un ritmo vertiginoso.

¿Por qué? La respuesta es tan sencilla como inquietante: las redes eléctricas locales se están convirtiendo en minas de oro, empujadas por la demanda insaciable de energía que generan los centros de datos donde se entrena y corre la IA.

Un matrimonio entre la IA y las eléctricas

Desde que ChatGPT explotó en la escena tecnológica en 2022, la carrera por la inteligencia artificial ha generado una explosión sin precedentes de nuevos centros de datos. Estos cerebros digitales consumen cantidades asombrosas de electricidad. Solo en Estados Unidos, los centros de datos ya representan alrededor del 3% del consumo total de energía, una cifra que se espera que se duplique para 2030, según la Agencia Internacional de Energía (IEA).

Para los fondos de inversión, eso significa territorios listos para conquistar. Energía y tecnología, dos sectores tradicionalmente separados, ahora están más entrelazados que nunca.

BlackRock y el ‘boom’ de la infraestructura energética

En una entrevista reciente con CNBC, Larry Fink, CEO de BlackRock, dejó clara la visión del sector: “Estamos al inicio de una era dorada en la inversión en infraestructura”. ¿La razón? “Necesitamos billones para modernizar la red eléctrica, construir más centros de datos y avanzar en la digitalización de la economía”.

Y en efecto, los movimientos ya han comenzado:

  • Blackstone busca comprar la Public Service Company of New Mexico y Texas New Mexico Power Co..
  • En Wisconsin, se aprobó la adquisición de Súperior Water, Light and Power.
  • El grupo que controla a Northern Indiana Public Service Co. vendió casi el 20% a Blackstone.

El caso Minnesota: una pelea por la energía del futuro

En Minnesota, la situación es más controversial. Allí, la empresa Allete, matriz de Minnesota Power, ha sido el blanco de una propuesta de compra conjunta entre BlackRock y el Canada Pension Plan Investment Board. Pero ha surgido una fuerte resistencia.

¿Qué está en juego? Mucho más que 150,000 clientes rurales en el norte del estado. Está en juego la capacidad de controlar una empresa con fuentes de energía diversificadas (carbón, gas, viento, solar) y el potencial de abastecer un centro de datos que Google podría construir allí.

La compra tiene un valor de 6,200 millones de dólares, con una prima del 19% para los accionistas. Pero los críticos afirman que se trata de un paso hacia la privatización total del suministro energético local, llevada a cabo por instituciones cuyo único objetivo es maximizar retornos.

Los temores: tarifas más altas y deuda para todos

Los críticos de esta ola de adquisiciones plantean preocupaciones legítimas. Una de ellas es que las empresas de capital privado incrementen las tarifas eléctricas para cubrir la deuda adquirida en las compras. Otro riesgo es que estos fondos, libres del escrutinio de los mercados públicos, operen con opacidad.

Karlee Weinmann, del Energy and Policy Institute, lo resume sin rodeos: “La inversión privada en servicios públicos es agresiva y su beneficio recae sobre las espaldas de los usuarios cautivos”.

Además, los reguladores otorgan un margen de beneficio del 10% sobre las inversiones en infraestructura, no sobre el suministro de electricidad en sí. Esto significa que las corporaciones tienen un poderoso incentivo para gastar más en postes, subestaciones y líneas con el objetivo de inflar márgenes y retornar más dividendos.

¿Quién está con quién?

La batalla polariza a Minnesota. Por un lado, los sindicatos y el gobernador demócrata Tim Walz apoyan la venta. Por otro, el fiscal general del estado y grandes industrias como U.S. Steel, Enbridge y las minas de mineral de hierro están en contra. Estos últimos consumen dos tercios de la electricidad de Minnesota Power y temen un aumento drástico en los precios.

Por si fuera poco, una jueza administrativa ya ha emitido su dictamen: recomienda rechazar la adquisición debido al impacto potencial en los consumidores y a la falta de salvaguardias frente al afán de lucro de BlackRock.

Luces (muy) altas: centros de datos y el gran gasto eléctrico

Un informe de Utility Dive apunta que un solo centro de datos puede consumir tanta electricidad como 50,000 hogares. Meta, Amazon y Microsoft están construyendo campos enteros de servidores en estados como Iowa, Georgia y Ohio. El problema es que gran parte de esta inversión en infraestructura la pagan inicialmente las compañías eléctricas… y tarde o temprano, el usuario promedio.

Mark Ellis, exejecutivo de utilities convertido en defensor de consumidores, lo explica con claridad: “Los inversionistas no tienen que hacer nada ilegal. Solo tienen que pedir permiso para comprar y gastar. El regulador autoriza una rentabilidad del 10% y ya está. Es un negocio redondo”.

El espejismo de la energía limpia

Allete defiende la venta argumentando que BlackRock tiene músculo financiero para invertir en energía verde. Minnesota tiene una ley que exige que, para 2040, toda su electricidad provenga de fuentes libres de carbono. Allete estima que necesitará 4,300 millones de dólares en cinco años para cumplir con ese objetivo.

No obstante, documentos internos entregados a la SEC (la Comisión de Bolsa y Valores de EE. UU.) contradicen esa urgencia: “Estamos bien posicionados para cubrir nuestras necesidades de financiamiento”, dice Allete en sus propios informes.

¿Privatizar lo público en la era de la IA?

El trasfondo es aún más amplio. El auge de la IA, si bien promete avances enormes en salud, investigación y productividad, está incentivando una reconfiguración total de la infraestructura básica del país. Lo que antes era un servicio público esencial —agua, luz, gas— ahora se convierte en activo financiero. Un “bundle energético” empaquetado para maximizar rentabilidad. Como si el agua del grifo se vendiera en Wall Street.

En Minnesotta y más allá, el debate queda abierto: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a mercantilizar lo esencial en nombre del progreso tecnológico? ¿Tendremos una IA poderosa pero ciudades frías, casas oscuras y tarifas impagables?

Las decisiones que se tomen en las comisiones reguladoras marcarán, en gran parte, el futuro de la infraestructura energética de EE. UU. ¿Estarán al servicio del bien público? ¿O se convertirán, como temen muchos, en peones de una carrera de rentabilidad sin frenos?

La era dorada de la infraestructura eléctrica, como la describió BlackRock, bien podría terminar con los usuarios pagando la factura más alta: la de confiar lo esencial a quienes solo responden ante un portafolio de inversiones.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press