Hezbolá tras la muerte de Nasrallah: ¿derrota estratégica o renacimiento militar?
Un año después del asesinato del líder de Hezbolá, el grupo reconfigura su estructura a pesar de las pérdidas políticas, militares y simbólicas. ¿Está resurgiendo desde las sombras?
Una década estratégica para Hezbolá
Hace un año, la noticia del asesinato de Hassan Nasrallah, líder histórico de Hezbolá, en un ataque aéreo masivo de Israel estremeció a Oriente Medio. La ofensiva, que también acabó con gran parte de la cúpula de la organización chiita libanesa, fue vista por muchos como el inicio del fin del grupo armado más poderoso del Líbano.
Sin embargo, doce meses después, el escenario es más complejo de lo que podía anticiparse. Analistas, aliados y enemigos coinciden en algo sorprendente: Hezbolá no se ha desmoronado. Muy al contrario, se está rearmando y reorganizando.
La caída de un símbolo: el asesinato de Nasrallah
La pérdida de Nasrallah no fue menor. En septiembre de 2024, más de 80 bombas de una tonelada destruyeron el edificio donde el líder se reunía con altos mandos militares y un general iraní. En los días posteriores, también fue asesinado su sucesor designado, Hashem Safieddine. De pronto, Hezbolá se vio sin su veterano comandante, su segundo al mando y sus canales tradicionales de comunicación.
Pero en lugar de colapsar, el grupo nombró rápidamente a Naim Kassem como nuevo secretario general, aunque mucho se debate sobre su falta de carisma respecto a Nasrallah. Como explicó Bashir Saade, experto en política y religión de la Universidad de Stirling, “Hezbolá perdió un pilar identitario, pero el martirio de Nasrallah también genera una resonancia simbólica poderosa”.
Resistencia, propaganda y territorio: ¿ha cambiado la estrategia?
Hezbolá se fundó en 1982 como respuesta a la invasión israelí del Líbano. Desde entonces, ha sido protagonista de varias guerras e innumerables escaramuzas en la región. Tras la retirada israelí del sur del Líbano en 2000, el grupo consolidó tanto su brazo militar como su influencia política.
Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamas atacó el sur de Israel, Hezbolá emergió como apoyo en el frente norte, bombardeando posiciones israelíes desde el sur del Líbano. La respuesta israelí fue feroz: ataques diarios, destrucción de infraestructura y asesinatos selectivos.
Sin embargo, ni los ataques ni la presión internacional han detenido al grupo. Como dijo recientemente Mohammed Fneish, alto cargo de Hezbolá: “La pérdida de Nasrallah fue dolorosa, pero no debilitamos nuestra confrontación. Nos reorganizamos rápidamente”.
El apoyo de Irán y una fuente misteriosa de fondos
Las sanciones, la caída del régimen sirio de Al Assad y una vigilancia internacional cada vez más estricta han supuesto un duro golpe para las líneas de suministro de Hezbolá. Pese a esto, el grupo sigue funcionando con aparente normalidad.
Un oficial del ejército israelí señaló bajo anonimato que “el grupo experimenta dificultades para recibir fondos desde Irán”, pero el diplomático estadounidense Tom Barrack aporta otro ángulo: cree que Hezbolá recibe hasta 60 millones de dólares mensuales desde fuentes desconocidas, a pesar de los bloqueos financieros.
Hezbolá se niega a dar detalles. Fneish asegura que la situación económica es “normal” y los servicios sociales, sanitarios y educativos siguen funcionando. El “estado dentro del estado” sigue vivo.
¿Declive político o manipulación narrativa?
Los opositores libaneses, como el diputado Elias Hankash, insisten en que Hezbolá está atrapado en su propio autoengaño. “No defendieron al Líbano, ni a sus armas ni a su liderazgo”, sostuvo, urgiendo al grupo a dejar las armas y transformarse exclusivamente en partido político.
Sin embargo, esta visión no convence a todos. El diplomático occidental entrevistado advierte de un dilema: “el ejército libanés, mal pagado y debilitado, no puede enfrentarse a un conjunto de combatientes armados, entrenados y con vínculos comunitarios”.
Así, la exigencia internacional de desarmar a Hezbolá se convierte en un callejón sin salida: es políticamente necesaria, pero prácticamente imposible.
Elecciones municipales: base shiita firme y voto de castigo
En un aparente contrasentido, mientras sufre bombardeos y presión externa, Hezbolá obtuvo una victoria contundente en las elecciones municipales celebradas en sus bastiones. Como señaló el escritor Sultan Suleiman, “el sentimiento de marginación provocó un cierre de filas”.
Jad Hamouch, periodista libanés, expone que incluso algunos partidarios del desarme han modificado su postura: “Tras ver cómo actúa Israel en la región, muchos ahora dicen ‘no, queremos conservar las armas’. La amenaza externa refuerza la militancia interna”.
Resiliencia, martirio y victimización: las claves del relato
La narrativa del martirio ha sido una herramienta poderosa a lo largo de la historia chiita. La muerte de Nasrallah ha sido usada como símbolo de resistencia, más que una pérdida. La insignia de la lucha contra Israel y Estados Unidos nutre el imaginario colectivo de la base social del grupo.
Amira Jaafar, habitante del pueblo fronterizo Kfar Kila, devastado en la guerra, perdió a su hijo. Aun así, expresa: “A pesar de todo, somos fuertes. Muchos jóvenes están listos para luchar hasta el final”.
Israel y las grietas en la inteligencia
Israel ha cambiado su estrategia, optando por ataques quirúrgicos y una intensa guerra de inteligencia. Una de sus mayores victorias habría sido infiltrar la red de comunicaciones internas de Hezbolá. El grupo, que antes presumía de tener un sistema impenetrable, vio cómo Israel localizaba con exactitud a sus líderes.
Meses antes del asesinato de Nasrallah, detuvieron a un ciudadano libanés que merodeaba por la zona. Confesó ser espía y sigue detenido por Hezbolá. Hoy, la organización depende menos de la tecnología y más del boca a boca y la compartimentación extrema.
Una nueva identidad post-Nasrallah
¿Es hoy Hezbolá el mismo grupo que hace un año? No, pero eso no implica que esté más débil. Fneish lo resume así: “Sayyed Hassan era la representación de nuestra identidad, no la identidad misma”. Para el grupo, se trata de una evolución —dolorosa, pero tal vez necesaria.
Como movimiento político-militar, Hezbolá está construyendo una “identidad de resistencia 2.0” tras el vacío dejado por Nasrallah. Es menos visible, más dispersa, menos dependiente de liderazgos personales y más centrada en la supervivencia organizacional.
Mientras tanto, la comunidad internacional sigue sin una estrategia clara para responder. La reconstrucción de Beirut está estancada, el ejército libanés carece de medios y voluntad, y la población shiita se siente asediada.
Contra todo pronóstico, y pese a los estragos, Hezbolá no ha caído. Se ha vuelto más opaco, más silencioso... y, posiblemente, más peligroso.