El compromiso climático de Surinam: ¿modelo para el Amazonas o promesa difícil de cumplir?

El pequeño país sudamericano apuesta por preservar el 90% de sus selvas tropicales, posicionándose como un líder climáticamente responsable. ¿Es este un ejemplo posible para otras naciones amazónicas?

Surinam: el gigante verde olvidado

En medio de una creciente preocupación global por el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, un pequeño país del norte de Sudamérica, Surinam, ha dado un salto monumental. El gobierno ha anunciado que protegerá permanentemente el 90% de su cobertura forestal tropical, lo cual representa una de las promesas más audaces y ambiciosas jamás hechas por una nación amazónica.

Con una extensión de apenas 163.000 kilómetros cuadrados y una población que no supera el millón de habitantes, Surinam se posiciona inesperadamente como uno de los principales actores en la lucha climática. La noticia fue anunciada durante la Semana del Clima de Nueva York por el ministro de Relaciones Exteriores, Melvin W.J. Bouva, representando a la presidenta Jennifer Geerlings-Simons, quien asumió el cargo recientemente.

Un bosque que ‘respira’ por el mundo

Más del 93% del territorio surinamés está cubierto por selva tropical, y una gran parte de esta sigue siendo bosque primario intacto, sin haber sufrido la intervención humana por medio de la tala, la ganadería o la minería. Esto convierte al país en uno de apenas tres en el mundo que absorben más dióxido de carbono del que emiten. Es, en términos científicos, un “sumidero de carbono”.

El ecologista Russell Mittermeier, jefe de conservación de la organización Re:wild, celebró la iniciativa como una pauta histórica: “Esto establece un nuevo estándar para el conjunto de la región amazónica”, advirtió, haciendo énfasis en que se trata de una zona en la que la deforestación ha estado en aumento pese a los compromisos internacionales.

Pero ¿qué implica realmente esta promesa y qué desafíos enfrenta su cumplimiento?

Más allá del papel: del compromiso a la acción

La meta de proteger 90% del bosque supera ampliamente la iniciativa 30x30 respaldada por las Naciones Unidas, que busca salvaguardar un 30% de tierras y océanos para el año 2030. La presidenta Geerlings-Simons afirmó: “Comprendemos y aceptamos la enorme responsabilidad de ser guardianes de más de 15 millones de hectáreas de selva tropical en un mundo donde los bosques están cayendo cada día.”

El gobierno de Surinam planea reforzar su legislación ambiental antes de que finalice el año. Entre las políticas prioritarias destacan:

  • Definición oficial de tierras ancestrales para pueblos indígenas y cimarrones (descendientes de africanos esclavizados que escaparon al bosque).
  • Expansión del ecoturismo sostenible.
  • Participación en el mercado internacional de créditos de carbono.

Un consorcio de donantes ambientales ya ha comprometido 20 millones de dólares para iniciar este proceso y fomentar empleos relacionados con la conservación forestal.

¿Y los pueblos originarios? Sin reconocimiento legal, no hay protección real

Hugo Jabini, abogado del pueblo cimarrón Saamaka y galardonado con el Premio Goldman de Medio Ambiente en 2009, expresó dudas sobre la implementación práctica de la promesa. “Surinam es el único país del hemisferio occidental donde los derechos a la tierra de los indígenas y tribales no están legalmente reconocidos”, subrayó.

Estos pueblos, que han habitado y protegido estas selvas por siglos, no cuentan con titularidad sobre las tierras que ocupan. Esto los deja expuestos frente a las concesiones entregadas por el Estado a mineras y madereras, muchas de las cuales continúan operando incluso tras resoluciones de tribunales internacionales que ordenan su cese.

Sirito Yana Aloema, presidente de la Organización de los Pueblos Indígenas de Surinam, manifestó: “Para proteger nuestros bosques, debemos estar en el bosque. Los mejores guardianes son los pueblos indígenas y los cimarrones”.

Un ecosistema de valor incalculable

Los bosques surinameses son el hogar de una vasta biodiversidad. Allí coexisten especies emblemáticas como el jaguar, la nutria gigante, el tapir, más de 700 especies de aves y la llamativa rana dardo venenosa azul. Proteger este hábitat no solo es esencial para la cultura y la supervivencia de las comunidades locales, sino también para la estabilización del clima global.

Según el World Resources Institute, la pérdida acelerada de bosques tropicales representa una grave amenaza no solo para la biodiversidad, sino también para la capacidad del planeta de mantener bajo control las emisiones de carbono.

Desafíos estructurales: corrupción, minería ilegal y falta de infraestructura

Los obstáculos no son menores. Entre los principales desafíos para cumplir con esta promesa están:

  • Corrupción administrativa, que debilita los sistemas de control sobre actividades ilegales.
  • Minería y tala ilegales, que son incentivadas por la demanda internacional de oro y maderas preciosas.
  • Infraestructura insuficiente, que limita la presencia gubernamental y la posibilidad de monitoreo en campo.
  • Escasez de alternativas económicas sostenibles para las comunidades marginadas.

Un precedente para la COP30

Este anuncio llega apenas unas semanas antes de la próxima Cumbre del Clima de la ONU (COP30), que se celebrará en Belém, Brasil, en el corazón del Amazonas. Surinam ha colocado la vara muy alta, y el mundo estará observando si otros países amazónicos—como Brasil, Perú y Colombia—seguirán su ejemplo.

La velocidad de deforestación durante las últimas décadas ha sido alarmante. Solo en Brasil, se han perdido más de 50 millones de hectáreas de selva amazónica desde 1990, según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE).

¿El “Noruega del Amazonas”?

Algunos analistas han comenzado a referirse a Surinam como el potencial “Noruega del Amazonas”, haciendo un paralelismo con el país escandinavo que ha sabido proteger sus riquezas naturales mientras lidera en desarrollo humano. Pero, como en el caso noruego, este modelo solo funcionará si hay un sistema integral de gobernanza, rendición de cuentas, participación comunitaria e inversión extranjera con responsabilidad ambiental.

El rol del mercado de carbono: ¿arma de doble filo?

Uno de los mecanismos más prometedores —y polémicos— para financiar esta protección es el mercado global de créditos de carbono. En teoría, los países o empresas que emiten carbono pueden comprar créditos a quienes protegen ecosistemas absorbentes de CO2. Pero este sistema está lejos de ser perfecto.

Críticos argumentan que muchos esquemas de carbono carecen de transparencia, y algunos proyectos terminan perjudicando a comunidades locales al relegarlas o expulsarlas para justificar la reducción de emisiones. Asegurar que los créditos de carbono beneficien realmente a los pueblos indígenas y contribuyan a mantener intacto el bosque requerirá de marcos legales sólidos y participación directa de las comunidades.

¿Una oportunidad histórica o una promesa vacía?

La heroica apuesta de Surinam podría fracasar si no va acompañada de reformas institucionales profundas, apoyo internacional sostenido y reconocimiento formal de los derechos de los pueblos originarios. La tragedia del Amazonas ha sido, en parte, la repetición de promesas sin cumplimiento.

Pero esta también es una oportunidad histórica para escribir una narrativa alternativa: la de un país amazónico que logra conservar su selva y convertirla en fuente de orgullo, ingreso sostenible y resiliencia climática.

Para Surinam, y para todos nosotros, el tiempo es ahora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press