¿Estados Unidos al borde de otro cierre de gobierno? Una batalla política que esconde mucho más

Trump, subsidios de salud, despidos masivos y un Congreso polarizado: la tormenta perfecta en Washington

Por estos días, Washington es un hervidero político. Y no es para menos. El país enfrenta una vez más el espectro de un shutdown, el temido cierre del gobierno federal. En medio del caos, el expresidente Donald Trump se posiciona como actor central —como ya lo ha hecho en el pasado— culpando a los demócratas, presionando dentro de su partido y adoptando una postura agresiva ante la posibilidad del inminente cierre. Pero este está lejos de ser un simple conflicto presupuestario. Lo que está en juego son visiones opuestas de gobierno, poder y futuro.

Trump: entre la estrategia política y el rediseño del gobierno federal

Desde su llegada a la política nacional, Donald Trump ha demostrado su habilidad para transformar cada situación en una oportunidad para redefinir el juego en sus términos. Su postura actual ante un posible cierre de gobierno no es diferente.

Si tiene que cerrarse, se cerrará”, declaró recientemente. Según él, los culpables son los “demócratas radicales”, y poco ha hecho por esconder su deseo de presionar hasta llevar los engranajes del gobierno a un punto de parálisis total.

Lo que más preocupa no es solo el tono beligerante del discurso, sino la estrategia detrás de este: en lugar de proponer los tradicionales furloughs —suspensión temporal de empleados federales—, la administración Trump estaría considerando despedir permanentemente a funcionarios públicos. El objetivo sería más ideológico que presupuestario: reducir drásticamente el tamaño y el alcance del gobierno, una idea que casa perfectamente con su doctrina de “Make Government Small Again”.

Una historia de cierres: el precedente como advertencia

Esta no sería, ni de lejos, la primera vez que Estados Unidos enfrenta un shutdown. En 2013, el Partido Republicano cerró el gobierno por 16 días como medida de presión para defundear el Obamacare. El resultado: una caída significativa en la aprobación pública del GOP.

En 2018-2019, Trump protagonizó el cierre más largo de la historia del país: 35 días. El asunto entonces fue el muro fronterizo con México. Lo más recordado: su declaración frontal en la Oficina Oval, en la que dijo “seré el responsable, yo cerraré el gobierno”. Pero esta vez, Trump cambia de narrativa: culpa, con insistencia, a los demócratas.

En el corazón de la disputa: subsidios de salud y Medicaid

Lo que está en juego en esta ocasión no es menor. El Partido Demócrata exige que la ley de financiamiento temporal incluya:

  • Una extensión de los subsidios para personas de bajos y medianos ingresos que compran seguros a través del Obamacare.
  • Revertir los recortes a Medicaid que fueron introducidos en la reciente ley fiscal y de gasto fronterizo republicana.

Los republicanos, liderados por el presidente de la Cámara, Mike Johnson, y el líder de la mayoría en el Senado, John Thune, argumentan que estas demandas son demasiado costosas y complejas para ser resueltas en el limitado tiempo previo a la fecha límite presupuestaria.

El juego de poder: reuniones canceladas, presiones internas y teatro mediático

En un vaivén que parecía sacado de una serie de Netflix, Trump aceptó reunirse con los líderes demócratas Chuck Schumer y Hakeem Jeffries, para luego cancelar abruptamente tras las objeciones de Johnson y Thune. Posteriormente, volvió a aceptar.

Mientras tanto, demócratas y republicanos se acusan mutuamente de intransigencia. Senador Chris Murphy comentó: “Trump literalmente está boicoteando la reunión con demócratas para encontrar una solución. No hay nadie más a quien culpar que a él”.

Impacto social: recortes, despidos y consecuencias en cascada

El componente más preocupante del posible cierre no es político sino humano. La Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca ha adelantado que, si no hay fondos, podría haber despidos masivos en lugar de medidas transitorias.

Esto afectaría, entre otros, a programas esenciales de seguridad, salud e infraestructura. También tendría consecuencias regionales, especialmente en comunidades rurales o vulnerables, donde los servicios federales representan una tabla de salvación permanente.

¿Una estrategia para rediseñar el Estado?

Lo que parece una crisis coyuntural podría ser en realidad parte de un plan más amplio. El asesoramiento conservador en la órbita de Trump lleva tiempo promoviendo la idea de una transformación profunda del gobierno: eliminar regulaciones, reducir el número de agencias y empujar decisiones clave hacia una autoridad más centralizada.

En 2022, un reporte de Axios reveló que exfuncionarios trumpistas ya estaban trabajando en un plan para reestructurar el funcionariado federal, incluyendo la posibilidad de ejecutar el "Schedule F", una categoría laboral que permitiría designar y despedir a miles de empleados federales de carrera.

La paradoja republicana: del chantaje al minimalismo presupuestario

Históricamente, ha sido el Partido Republicano quien más ha usado la amenaza del shutdown como moneda de cambio. En esta ocasión, sin embargo, buscan simplemente una extensión sin condiciones, subvirtiendo su propia tradición.

¿Por qué este cambio de estrategia? Una posibilidad es que, conscientes del costo político de los cierres pasados, busquen ahora trasladar la narrativa de la intransigencia al campamento demócrata, al mismo tiempo que rehacen las prioridades desde la raíz.

Un panorama electoral como trasfondo

No se puede ignorar el calendario político: las elecciones presidenciales de 2026 están a la vuelta de la esquina. Y Trump, quien aún mantiene enorme influencia dentro del GOP, se juega más que argumentos ideológicos: busca posicionarse nuevamente como el líder indiscutido del “partido del pueblo”, enfrentado a lo que él llama el “establishment radical demócrata”.

El cierre del gobierno, lejos de ser una mera disputa legislativa, se ha convertido en una batalla por el alma del país, con figuras políticas como Trump usando su influencia para inclinar la balanza.

El efecto dominó en la ciudadanía

Un eventual cierre del gobierno afectaría múltiples sectores:

  • Funcionarios federales: Cerca de 2.1 millones podrían ver interrumpido su salario. Según la Oficina de Administración y Presupuesto, miles podrían ser despedidos.
  • Beneficiarios de programas sociales: Aquellos que dependen de alimentos subsidiados, servicios médicos o viviendas públicas podrían enfrentar retrasos e interrupciones.
  • Pequeñas empresas: Las ayudas federales —especialmente tras desastres naturales o económicas— podrían pausarse.
  • Transporte: Desde controles en aeropuertos hasta mantenimiento de infraestructura, todo se vería comprometido.

Tal como indicó el Center for American Progress en 2019, un cierre federal de solo 34 días causó pérdidas económicas superiores a los $11 mil millones de dólares. Y los efectos no se reparten de forma equitativa: los más pobres y dependientes de servicios públicos son quienes más lo sufren.

Lo simbólico del “shutdown”: una nación en disputa interna

Lo que hace especialmente grave esta situación es su repetición como mecanismo. Un cierre de gobierno se suponía un escenario excepcional, un “último recurso” para resolver crisis. Hoy, se ha convertido prácticamente en una herramienta parte del arsenal político.

Jeffries lo resume con claridad: “Trump está usando la amenaza del cierre como pantalla de humo para hacer daño y echar la culpa. Pero lo que realmente quiere es desmantelar lo que queda del Estado de bienestar”.

Así, el cierre refleja tensiones más profundas: ¿Qué papel debe tener el gobierno federal en la vida de los estadounidenses? ¿Quién decide las prioridades del país? ¿Y qué se entiende realmente por “gobierno eficiente”?

Estados Unidos está nuevamente ante una encrucijada. No solo entre mantener abierto o no el gobierno, sino entre dos formas contrapuestas de entender el contrato social.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press