Giorgio Armani: 50 años de elegancia inmortal y el adiós de una leyenda de la moda
Milan celebra medio siglo de excelencia de Armani mientras el legado de un imperio de 10.000 millones de euros transita hacia una nueva era
La pasarela final de un ícono
El pasado domingo por la noche, Milán se detuvo para rendir homenaje a una figura que no solo definió la moda italiana, sino que también ayudó a posicionar de manera definitiva a la ciudad como epicentro mundial del diseño: Giorgio Armani. Durante un evento de ensueño celebrado en la Pinacoteca de Brera, una joya artística enclavada en el corazón de la ciudad, se presentó la última colección de pasarela firmada por el propio Armani, quien falleció el 4 de septiembre de 2025 a los 91 años.
Esta colección no solo marca el 50º aniversario de la línea que lleva su nombre, sino que simboliza el epílogo glorioso de una carrera que remodeló el vestir contemporáneo, transformando el concepto de elegancia y redefiniendo lo que significa ser moderno sin renunciar a la clase.
Una carrera que cambió las reglas del juego
Desde que lanzó su marca en 1975, Armani se convirtió en sinónimo de sastrería impecable, neutralidad cromática y formas fluidas que desdibujaban la rigidez del formalismo tradicional. Fue él quien popularizó el power suit para mujeres durante los años 80, dotando de autoridad y sensualidad a ejecutivas y artistas por igual. En Hollywood, su nombre fue el favorito de actores como Richard Gere, quien usó su ropa en American Gigolo (1980), una película que cimentó la reputación de Armani como el diseñador de la sofisticación masculina moderna.
Su imperio creció hasta abarcar varias líneas de moda (Giorgio Armani, Emporio Armani, Armani Exchange), el mundo de la cosmética, los hoteles de lujo y hasta una línea de diseño para el hogar: Armani Casa. A fecha de su muerte, su conglomerado estaba valorado en cerca de 10.000 millones de euros.
El desfile: moda y arte en diálogo
La elección del recinto no fue casual. Al ubicar el desfile entre obras maestras del Renacimiento italiano, Armani expresó una de sus obsesiones preferidas: la armonía entre el diseño clásico y la creación contemporánea. La colección mostró más de 120 looks legendarios seleccionados personalmente por el diseñador antes de su muerte, piezas que recorren cinco décadas de evolución estilística pero que conservan una identidad coherente: fluidez, sobriedad y distinción.
Estuvieron presentes figuras clave de la moda, la cultura y la política, muchas de ellas vestidas de negro en señal de respeto, mientras se proyectaban imágenes del diseñador trabajando en su taller o supervisando desfiles pasados, una prueba tangible del legado indeleble que dejó sobre el tejido creativo de Italia.
Una herencia asegurada
Según se ha revelado, en su testamento Giorgio Armani estipuló que sus herederos deberán vender un 15% del negocio dentro de los primeros tres años tras su fallecimiento. Esta venta, sin embargo, deberá hacerse a entidades cuya experiencia en el mundo de la moda sea incuestionable. Entre sus preferencias: el conglomerado francés LVMH, la firma cosmética L'Oréal y la empresa de lentes EssilorLuxottica, en la cual Armani poseía una participación del 2%.
Con esta decisión, Armani demuestra que incluso en la muerte sigue ejerciendo un control minucioso sobre la dirección y los valores de su empresa. Para él, era esencial preservar la coherencia estética y la integridad de su legado frente a los desafíos de la moda postmoderna.
Francesca Liberatore: una heredera espiritual
El mismo día, otra diseñadora italiana, Francesca Liberatore, presentó su colección primavera-verano 2026 en el marco de la Semana de la Moda de Milán. Lo hizo de una manera inusual pero poderosa: las modelos descendieron por una escalera de emergencia como símbolo de la necesidad de escapar de las tragedias humanas actuales. La música —con versiones de “Everybody Wants to Rule the World” y “Mad World” interpretadas por la cantante Elisa— añadió una carga emocional intensa al evento.
Liberatore se expresó abiertamente sobre su preocupación por el estado del mundo —las guerras, el sufrimiento, la desconexión entre el lujo y las generaciones más jóvenes. Su colección fue una respuesta: diseños portables, casi protectores, con estructuras envolventes, tejidos ricos y una paleta de blancos, grises y negros. Finalizó con un gesto evocador: modelos portando rosas negras, que dejaron al pie del podio de fotógrafos, en tributo a la belleza perdida y a Giorgio Armani, su mentor espiritual.
Armani y Milán: una simbiosis cultural
Durante décadas, Giorgio Armani no sólo fue una figura capital para la moda italiana, sino también un embajador de su cultura, arquitectura y patrimonio. A través de sus desfiles, campañas publicitarias e inversiones en espacios culturales, ayudó a cimentar la reputación internacional de Milán como la meca del diseño. No es casualidad que, tras su muerte, más de 15.000 personas acudieran a su showroom para rendirle homenaje en una emotiva capilla ardiente.
En palabras de Franca Sozzani, legendaria editora de Vogue Italia: “Armani inventó una nueva belleza. No era la de los 70, ni la de los 80. Era una belleza silenciosa, limpia, que no buscaba el escándalo sino el orden”.
El futuro del lujo tras Armani
Su partida ha dejado una pregunta vigente: ¿puede el lujo sobrevivir sin las figuras que le dieron sentido durante el siglo XX? Armani fue uno de los pocos diseñadores autodidactas que levantó su imperio sin una tutela empresarial ni una casa de moda anterior. En pleno 2026, cuando la industria apela cada vez más a influencers, algoritmos y nuevas tecnologías de confección, la aproximación humanista y sensorial de Armani representa un paradigma en extinción.
No obstante, su lección puede ser la clave para el renacimiento del sector: moda no como espectáculo, sino como forma de vida. No como provocación, sino como reflejo del alma.
Una última ovación
La noche culminó con una ovación que duró varios minutos. Los asistentes, puestos en pie, aplaudieron a una pantalla donde apareció la imagen del joven Armani en blanco y negro, vistiendo uno de sus trajes clásicos. Era como si el tiempo hubiera querido regalarle una última pasarela, una última reverencia.
Giorgio Armani no está más entre nosotros, pero su visión permanece intacta en cada línea impecable de un traje bien hecho, en cada gesto de sobriedad que dignifica a quien lo lleva. Milán lo llora, sí, pero también lo celebra. Porque hay nombres que no mueren. Solo se transforman en leyenda.