El plan de paz de Trump para Gaza: ¿Receta para la estabilidad o una quimera electoral?

La propuesta de Donald Trump para poner fin a la guerra entre Israel y Hamás promete reconstrucción, desmilitarización y gobernanza tecnocrática, pero ¿es viable o simplemente retórica política?

Trump vuelve al tablero de Medio Oriente con una propuesta ambiciosa

En medio de uno de los conflictos más prolongados y sangrientos entre Israel y Hamás, Donald J. Trump ha emergido nuevamente como protagonista de la geopolítica con un plan integral destinado a desescalar el conflicto en Gaza. El documento, una especie de hoja de ruta para la paz, fue presentado recientemente tras una reunión entre Trump y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

La propuesta incluye desmilitarización total, reconstrucción humanitaria masiva y una gobernanza temporal dirigida por un equipo tecnocrático supervisado por Trump. Algunos lo ven como una solución realista y necesaria ante la devastación de Gaza; otros, como un movimiento propagandístico previo a las elecciones presidenciales de 2024.

Puntos destacados del plan de Trump

En sus 20 puntos, el plan cubre desde el cese de hostilidades inmediato hasta la creación de una fuerza internacional de estabilización (ISF). Estos son algunos de los más relevantes:

  • Deradicalización y reconstrucción: Gaza debe convertirse en una zona libre de terrorismo y reconstruida para el beneficio de sus ciudadanos.
  • Intercambio de prisioneros y retorno de rehenes: Incluye la devolución inmediata de todos los rehenes israelíes vivos o fallecidos a cambio de cientos de prisioneros palestinos.
  • Gobernanza temporal: Gaza será administrada por un comité palestino-apolítico supervisado por un organismo internacional presidido por el mismo Trump.
  • Desmilitarización: Se propone destruir infraestructura militar, incluidos túneles, y ofrecer programas de recompra y reintegración social.
  • Ayuda humanitaria masiva: Se restaurarían hospitales, sistemas de agua, electricidad y panaderías, coordinado por la ONU y la Media Luna Roja.

¿Qué dice Israel? ¿Y Hamás?

El primer ministro Netanyahu ha expresado su respaldo al plan, aunque con reservas no especificadas. Por otro lado, Hamás no ha emitido una respuesta formal, aunque fuentes cercanas al grupo indican un rechazo al punto sobre su exclusión total del gobierno y la supervisión internacional liderada por EE.UU., especialmente si se visualiza bajo la imagen controvertida de Trump.

Este silencio por parte de Hamás no es nuevo. En anteriores propuestas occidentales, el grupo ha mostrado resistencia a cualquier elemento considerado intervención extranjera.

Las incógnitas y posibles obstáculos

El plan está repleto de buenas intenciones, pero también de elementos altamente controvertidos. Algunos de los principales obstáculos posibles son:

  1. La participación directa de Trump: Su implicación personal puede generar suspicacias tanto en el mundo árabe como en Europa, dado su historial pro-Israel en su mandato anterior.
  2. Ausencia de una garantía multilateral firme: Si bien menciona cooperación internacional, el protagonismo recae en EE.UU., con poco espacio para un marco más neutral como el de la ONU o la Liga Árabe.
  3. Amnistía a miembros de Hamás: Este punto será difícil de vender, tanto al gobierno israelí como a la opinión pública internacional.
  4. Fuerza Internacional de Estabilización: La historia de fuerzas multinacionales desplegadas en zonas en conflicto (como Líbano o Somalia) arroja dudas sobre su efectividad práctica.

Una vieja idea con un nuevo envoltorio

La estructura del plan recuerda en muchos aspectos a anteriores iniciativas como el Acuerdo del Siglo (2020), también promovido por Trump, así como a ciertas líneas del plan saudí-francés. Sin embargo, lo que cambia ahora es el contexto:

  • Más de 37,000 muertos en Gaza desde octubre de 2023, según la Organización Mundial de la Salud.
  • Desplazamiento de más de 1.5 millones de palestinos, según la ONU.
  • Una percepción global mucho más crítica hacia la ocupación israelí y hacia la violencia armada por parte de Hamás.

El conflicto ha alcanzado niveles sin precedentes, y eso obliga a todas las partes (y actores externos) a reformular radicalmente sus estrategias.

¿Paz o estrategia electoral?

Análisis desde medios como The Washington Post y Foreign Affairs señalan que esta iniciativa responde también al deseo de Trump de presentarse como estadista en plena campaña electoral. Su gestión exterior en el pasado, especialmente con los Acuerdos de Abraham (que normalizaron relaciones entre Israel y varios países árabes), todavía le otorgan capital político en ciertos sectores.

No obstante, críticos argumentan que esto no es más que un intento de desviar la atención de sus múltiples problemas legales y su polarización interna.

Una visión tecnocrática para un terreno ideológico

Uno de los aspectos más singulares del plan es la idea de sustituir la política por la tecnocracia como fórmula de administración: un gobierno transicional compuesto por expertos palestinos e internacionales. Aunque en teoría suena razonable, en la práctica plantea innumerables retos:

  • ¿Quién define qué es un "experto"?
  • ¿Qué legitimidad tendría ante los gazatíes?
  • ¿Qué ocurre si facciones locales no reconocen su autoridad?

La historia muestra que sin legitimidad social, ningún gobierno (ni siquiera los más bienintencionados) puede sostenerse.

¿Y el Estado palestino?

El punto 19 del plan menciona por primera vez con claridad una puerta a la autodeterminación palestina, siempre y cuando exista una reforma completa por parte de la Autoridad Palestina. Si bien esto podría verse como un gesto esperanzador, para algunos críticos es insuficiente.

"No se puede pedir reforma sin ofrecer soberanía como horizonte firme", declaró recientemente el ex enviado especial de la ONU Nickolay Mladenov. La autodeterminación debe plantearse como objetivo tangible, no como una aspiración condicional.

Contexto histórico: Gaza, atrapada entre la política y la catástrofe

La Franja de Gaza ha estado bajo bloqueo desde 2007, año en que Hamás tomó control del territorio, resultado de las elecciones de 2006. Desde entonces, ha sido escenario de múltiples guerras, operaciones militares y crisis humanitarias exacerbadas por el aislamiento económico, destrucción periódica de su infraestructura y control fronterizo israelí-egipcio.

Numerosos informes de organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional califican el bloqueo como una forma de castigo colectivo. Mientras tanto, Hamás ha sido criticado por su gestión autoritaria, la utilización de infraestructura civil con fines militares y su falta de consideración al bienestar civil en muchos enfrentamientos.

¿Una oportunidad perdida o necesaria?

La propuesta de Trump puede pecar de optimismo irreal, pero también podría funcionar como marco preliminar para iniciar finalmente una negociación coherente e incluyente. Todo dependerá de los actores regionales, la voluntad de EE.UU. de implicarse en serio y de su capacidad para ofrecer garantías equitativas a ambos lados.

En palabras del académico palestino Rashid Khalidi: "Para cambiar una narrativa, primero hay que reconocer todas sus capas. La paz no se decreta, se construye con empatía, realismo y verdad histórica".

El reloj corre

La urgencia es clara. Miles de vidas están en juego cada día que pasa. Las imágenes de cientos de cadáveres bajo los escombros, niños sin atención médica y comunidades destruidas por completo no pueden seguir siendo el status quo.

Si algo puede obtenerse de esta propuesta, es al menos iniciar una conversación seria y vinculante. Gaza no puede ser un campo experimental para redenciones políticas. Necesita hoy justicia, seguridad y esperanza sustentable.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press