El plan de paz de Trump para Gaza: ¿una solución viable o una bomba de tiempo diplomática?
La propuesta de 21 puntos presentada por la administración Trump busca redefinir el futuro de Gaza, pero enfrenta desafíos insalvables tanto con Israel como con Hamas.
Un plan que promete el fin de los combates… ¿y algo más?
En un contexto de violencia y devastación en Gaza, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una propuesta de paz que ha generado revuelo internacional por su alcance sin precedentes. En lugar de limitarse a detener las hostilidades, esta vez la hoja de ruta plantea por primera vez la pregunta: ¿quién gobernará Gaza después de la guerra?
El plan, que consta de 21 puntos, no solo exige un alto al fuego inmediato, sino que también propone un gobierno transitorio, el desarme de Hamas, una fuerza internacional de seguridad, y cambios radicales en el control de la Franja de Gaza. Todo bajo la promesa de dar pie, en algún momento, a un Estado palestino. Sin embargo, cada una de estas partes enfrenta una oposición feroz, tanto dentro de Israel como en el lado palestino.
Un alto al fuego condicional
De acuerdo con funcionarios árabes, el plan establece:
- Fin inmediato de las hostilidades.
- Hamas debe liberar a todos los rehenes (se estima que tiene 48, de los cuales 20 estarían vivos) en un plazo de 48 horas.
- Israel deberá liberar a cientos de prisioneros palestinos, incluidos aquellos con cadena perpetua, y devolver cuerpos de fallecidos.
- Una retirada paulatina de las fuerzas israelíes del territorio.
Pero todo esto está supeditado a extremos poco precisos. Hamas no cederá sin una garantía clara de retiro total de Israel, algo imposible bajo las actuales posiciones del gobierno de Benjamin Netanyahu, especialmente cuando ha manifestado su intención de mantener control sobre el corredor de Filadelfia (en la frontera sur con Egipto) y mantener incluso una "zona de amortiguación” dentro de Gaza.
El futuro incierto de Hamas
Uno de los pilares más polémicos del plan es la eliminación política y militar de Hamas en Gaza. Esto incluiría:
- La amnistía para miembros que renuncien a la violencia.
- La posibilidad de abandonar Gaza.
- La disolución total de su infraestructura militar, incluyendo su red de túneles.
Una fuerza de seguridad internacional, dominada por países árabes —posiblemente Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Jordania—, sería la encargada de garantizar esta transición. En paralelo, se entrenará una nueva policía palestina para tomar el control a largo plazo. Según se informa, Egipto ya entrena a miles de agentes como parte del plan mediador.
¿Quién gobernará Gaza?
Mientras Hamas desaparece del mapa político, una administración interina conformada por tecnócratas palestinos tomaría el timón del gobierno en Gaza. Estaría supervisada por un comité internacional, posiblemente encabezado por EE.UU., con propuestas activas del ex primer ministro británico Tony Blair.
Esta estructura provisional tendría como objetivo reconstruir Gaza y gestionar la vida cotidiana mientras se preparan las condiciones para que la Autoridad Nacional Palestina (ANP), basada en Cisjordania, asuma el gobierno pleno.
No obstante, este punto choca de frente con uno de los “límites rojos” del sector más conservador del gabinete israelí. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró rotundamente que no aceptarán presencia alguna de la ANP en Gaza, ni ahora ni en el futuro. Tampoco están dispuestos a abrir la puerta al diálogo sobre la creación de un Estado palestino.
Desarmar a Hamas: una línea infranqueable
No es la primera vez que Occidente exige el desarme de Hamas como condición para la pacificación de Gaza. Pero hasta hoy, Hamas mantiene que entregar las armas antes del fin de la ocupación israelí sería “rendirse”. En ese contexto, la propuesta de Trump podría resultar inaceptable.
Además, el plan sugiere que los palestinos podrían moverse fuera de Gaza si lo desean. Esto ha despertado temores fundados sobre un desplazamiento forzoso, sobre todo después de declaraciones del gobierno israelí y actores norteamericanos que sugerían transformar Gaza en un proyecto inmobiliario internacional.
La promesa paralela de que “ningún palestino será expulsado” parece más una cláusula tranquilizadora que una garantía sólida.
¿Y la reconstrucción?
La Gaza que emerge de la guerra no es la misma que existía antes. Según datos de la ONU, el 85% de las estructuras están parcial o totalmente destruidas, y más del 70% de la población se encuentra desplazada.
El comité internacional se encargaría de supervisar el fondo de reconstrucción, algo que, en la práctica, le conferiría más poder político que jurídico. Las “instituciones neutrales” mencionadas incluyen a la ONU y la Cruz Roja, pero no está del todo claro si organismos alternativos como el Fondo Humanitario de Gaza, respaldado por EE.UU. e Israel, seguirán operando.
¿Una paz duradera o un gesto electoral?
La propuesta surge en un contexto complejo para Trump, que enfrenta año electoral y busca logros de política exterior para presentar a su electorado. Al mismo tiempo, Netanyahu necesita una salida diplomática que no lo desestabilice políticamente, pues sus socios ultranacionalistas amenazan con abandonar la coalición si se pacta un alto al fuego antes de exterminar a Hamas.
Por otro lado, gobiernos como Egipto y Emiratos Árabes Unidos han expresado su respaldo inicial, viendo la oportunidad de contener el caos regional. En palabras del presidente egipcio, “la región está al borde de la implosión”.
Sin embargo, la oposición israelí, liderada por figuras como Benny Gantz, podría dar sustento a Netanyahu si decide pactar, agregando una capa de ambigüedad e interés electoral interno a cada movimiento diplomático.
¿Y qué dicen los palestinos?
Hamas aún no ha emitido una postura definitiva. Han sido informados del plan, pero esperan ver el texto final. No obstante, su oposición tajante al desarme y su exclusión absoluta del gobierno futuro hacen su aceptación poco probable.
La ANP ha mantenido un perfil bajo, quizá esperando que la presión internacional le permita recuperar relevancia. Sin embargo, cualquier vínculo con un proceso que no conduzca claramente a un Estado palestino la dejaría expuesta ante críticas internas.
Un juego de poder, no de paz
El plan de paz de Trump no parece estar diseñado realmente para consolidar una paz duradera. Parece más una jugada de control geopolítico, diseñada para borrar a Hamas del tablero, fortalecer a aliados estratégicos en la región y darle un cariz de victoria diplomática a la Casa Blanca.
El problema es que, sin el consentimiento de al menos uno de los actores principales —Hamas o Israel—, el proceso podría naufragar antes siquiera de comenzar. De momento, se avanza sin texto oficial y con muchos detalles por definirse. Es una paz escrita en tinta indeleble… pero aún invisible.
Como bien escribió el analista Gideon Levy en Haaretz: “Si los israelíes no quieren ver una Palestina independiente, tendrán que prepararse para una Gaza perpetuamente en guerra”. Y esa es una frase que ni veinte puntos pueden neutralizar.