Oscuridad digital y voces silenciadas: el apagón de internet en Afganistán y el grito mudo en la ONU
Afganistán enfrenta un apagón de internet sin precedentes bajo el régimen talibán, mientras en la ONU resuenan las voces de naciones olvidadas que piden justicia, paz y derechos frente a un orden global en crisis.
Afganistán en silencio: una nación desconectada
El 29 de septiembre de 2025 será recordado como un día oscuro, no solo por el corte de fibra óptica que dejó a Afganistán en una virtual ceguera digital, sino también por lo que este acontecimiento simboliza: el fortalecimiento de un régimen que apuesta por el aislamiento y la censura como herramientas de control.
Según NetBlocks, una organización que monitorea la libertad de internet a nivel mundial, la conectividad en el país cayó a solo un 14% del total habitual, indicando una disrupción casi total de los servicios de telecomunicaciones. Aunque no hubo confirmación oficial por parte del gobierno talibán, fuentes locales y el canal TOLO News señalaron que esta medida fue parte de un decreto del líder talibán Hibatullah Akhundzada para combatir la "inmoralidad".
Un apagón con consecuencias reales
Las consecuencias de esta medida son profundas. La imposibilidad de comunicarse con el exterior no solo afecta a la ciudadanía afgana, sino también a la comunidad internacional que intenta monitorear la situación humanitaria en el país. Periodistas, organizaciones de derechos humanos y agencias de cooperación han quedado virtualmente ciegas en su accionar. La falta de información dificulta la ayuda y expone a los ciudadanos a más abusos sin posibilidad de denuncia.
Contexto ideológico y falta de respuestas
No es sorpresa que esta acción represiva venga precedida por una creciente tendencia dentro del régimen talibán a sofocar cualquier forma de comunicación que escape a su control. Desde su retorno al poder en agosto de 2021, se ha registrado un constante retroceso en derechos básicos, sobre todo para mujeres y periodistas. El apagón digital es una escalada lógica —aunque alarmante— dentro de este patrón autoritario.
La ironía reside en que este mismo gobierno depende en gran medida de aplicaciones de mensajería y redes sociales para difundir sus comunicados. Sin embargo, ahora decide que el pueblo no debe tener el mismo nivel de acceso.
Mientras tanto, en la sede de la ONU… las voces que no se escuchan
Mientras Afganistán caía en la oscuridad digital, en Nueva York se desarrollaba la 80ª Asamblea General de la ONU. Un evento que, como cada año, ofrece una plataforma para los líderes mundiales. Sin embargo, muchas de estas voces —especialmente las provenientes de naciones pequeñas y en desarrollo— pasan desapercibidas frente a los grandes titulares. Este año, fueron esos discursos los que ofrecieron una oportunidad invaluable para reflexionar sobre los desafíos globales más acuciantes.
Clamor por justicia, paz y dignidad
- Osman Saleh, ministro de Relaciones Exteriores de Eritrea, denunció que "la injusticia económica ha sido el principal desafío de la humanidad desde tiempos antiguos".
- Denis Moncada, canciller de Nicaragua, llamó a decidir "si estamos por la vida y la paz, o si somos promotores cobardes de la guerra".
- Philip Davis, primer ministro de Bahamas, pidió atención al colapso potencial de su nación por el cambio climático, rogando: "¡Déjennos vivir!"
Estas no son palabras al azar. Son el eco de pueblos marginados por décadas dentro de un orden global que prioriza las agendas de las potencias, mientras ignora los dilemas existenciales de las naciones insulares, africanas y latinoamericanas.
Ecocidio y desarme: propuestas ignoradas
Uno de los llamados más innovadores fue el del embajador de Vanuatu, Odo Tevi, quien urgió a los países a reconocer el ecocidio —la destrucción severa del medio ambiente— como un quinto crimen independiente dentro del Estatuto de Roma, junto al genocidio y los crímenes de guerra. Una medida respaldada por organizaciones como Stop Ecocide International, pero que continúa sin apoyo significativo de los grandes emisores de carbono.
Mientras tanto, el canciller de Santa Lucía, Alva Baptiste, recordó que la superioridad militar no soluciona nada. Una advertencia relevante en un mundo con más de 110 conflictos armados activos (según el Uppsala Conflict Data Program), muchos de ellos prolongados por intereses geopolíticos ajenos al sufrimiento de las víctimas.
Digitalización vs. desinformación: el dilema global
El apagón de Afganistán contrasta intensamente con los debates globales sobre inteligencia artificial y la digitalización. El primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis, subrayó en la ONU que "no queremos que nuestros hijos compartan sus pensamientos íntimos con un chatbot", urgiendo a regular la tecnología como en su momento se hizo con el tabaco o el alcohol.
Sus palabras ahondan en el dilema de la conexión masiva versus el vacío ético que la acompaña. Irónicamente, en algunos países se teme la intromisión de la IA en la privacidad, mientras en otros como Afganistán se niega todo tipo de acceso.
Las pequeñas naciones con grandes verdades
El presidente de Palau, Surangel Whipps Jr., resumió el espíritu de esta Asamblea al citar un dicho tradicional: “ramitas pequeñas unidas pueden hacer hervir una olla”. Es una frase potente en tiempos donde el multilateralismo está en crisis. Las instituciones internacionales se enfrentan a desafíos de legitimidad, como anotó el presidente de Kenia, William Ruto: “No fallan por falta de visión, sino por no adaptarse”.
En un mundo multipolar y fragmentado, estos líderes reclaman que se respeten las reglas, que los intereses se alineen con la justicia. El rey de España, Don Felipe VI, recordó que “las reglas son la voz de la razón: sin ellas estamos de vuelta en la Edad Media”.
Una comunidad global disonante
Muchos de los discursos compartieron un diagnóstico: estamos perdiendo nuestra capacidad de escucha mutua. Parece que hablamos más de lo que entendemos, como resumió la primera ministra de Barbados, Mia Mottley: “Cuando perdemos la verdad compartida, la confianza comienza a deteriorarse”. Es lo que ocurre cuando el diálogo da paso al tribalismo digital, a la desinformación, o al silencio forzado, como el que hoy vive Afganistán.
Silencios y ecos en el mismo planeta
Mientras líderes intentaban que el mundo los escuchara en Nueva York, millones de afganos vieron apagadas, una vez más, sus voces. Sin red, sin medios independientes, sin medios para expresar su realidad. La ONU, en su aniversario 80, sigue siendo el escenario para grandes discursos, pero su efectividad está profundamente cuestionada.
Y como insinuó el ministro de Sierra Leona, Julius Maada Bio: “Los estados pequeños no son inherentemente pequeños. El liderazgo no es el más fuerte, sino quien tiene la voz más clara por la justicia”.
Quizás haya llegado el momento de escuchar esas voces, las que no gritan pero dicen verdades incómodas. Porque si el mundo apaga su internet, calla a sus personas, ignora a sus naciones pequeñas y desconecta sus reglas, lo que queda es una oscuridad que no se resuelve con discursos bonitos, sino con acciones valientes.