Apagón ecológico: cómo el cierre del gobierno de EE. UU. paraliza a la EPA y deja al medio ambiente en riesgo
La contaminación al alza, miles de inspectores fuera de servicio y políticas que priorizan los combustibles fósiles amenazan décadas de avances ambientales
Las consecuencias invisibles de un cierre gubernamental
Cuando se habla de un cierre del gobierno federal en Estados Unidos, las imágenes más comunes son las de trabajadores federales sin sueldo o parques nacionales cerrados. Pero hay un impacto igual de devastador y mucho más silencioso: la paralización de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), la institución encargada de velar por la salud humana y el medio ambiente del país.
Durante el cierre iniciado el 30 de septiembre de 2025, la EPA se ha visto obligada a dejar fuera de servicio a la mayoría de su personal. De sus más de 14,000 empleados, sólo 905 han sido catalogados como esenciales. Esto deja a la mayor parte del país sin protección inmediata ante posibles catástrofes ambientales, emisiones tóxicas y emergencias químicas.
El pretexto político, el riesgo ecológico
Este cierre surge por la negativa del Congreso, especialmente del sector republicano, de aceptar una extensión en los subsidios de salud solicitada por los demócratas. Sin embargo, el verdadero rehén de esta disputa partidista es el medio ambiente.
"Nadie responsabilizará a los contaminadores por lo que viertan en el aire que respiramos o en el agua que bebemos durante el cierre de la EPA", advirtió Jeremy Symons, ex funcionario de políticas de la EPA durante la presidencia de Bill Clinton.
La EPA: un legado republicano abandonado
Irónicamente, fue el presidente republicano Richard Nixon quien fundó la EPA en 1970, motivado por las crecientes preocupaciones ciudadanas sobre la contaminación del aire, el agua y el suelo. Su primer administrador, William D. Ruckelshaus, abogó por un "ideal ético ambiental" que llevó al país a implementar legislación pionera durante décadas, como la Ley de Aire Limpio y la Ley de Agua Limpia.
En palabras de Christine Todd Whitman, directora de la EPA bajo el mandato de George W. Bush: “Proteger la salud humana y el medio ambiente es crítico para el bienestar general del país”. Además, advirtió que entorpecer estos procesos regulatorios pone en peligro a la población.
Un cambio de paradigma: de protectores a promotores del petróleo
La segunda administración de Donald Trump ha impulsado una política de desequilibrio intencional. Su nuevo jefe de la EPA, Lee Zeldin, ha establecido como segunda prioridad de la agencia, solo detrás del aire y agua limpios, la “restauración de la dominancia energética estadounidense”.
Bajo su liderazgo, se ha intentado eliminar la base científica que sustenta la lucha contra el cambio climático en EE. UU., una política conocida como el 'fallo de peligro' (Endangerment Finding), que permite limitar las emisiones de carbono de vehículos y plantas energéticas.
- Se han cancelado miles de millones de dólares en subvenciones solares.
- Se propone la eliminación de la obligación de reportar emisiones de gases de efecto invernadero.
- Se ha suprimido un departamento de Investigación y Desarrollo crítico para nuevas tecnologías verdes.
Un cierre que contamina más
No es la primera vez que un cierre paraliza a la EPA. Un estudio sobre la polución durante el cierre de 2018-2019 encontró que cerca de 200 plantas de energía a carbón aumentaron significativamente sus emisiones de materia particulada. El resultado: más enfermedades respiratorias, más víctimas silenciosas.
La materia particulada, además de reducir la calidad del aire, se asocia con miles de muertes prematuras cada año en Estados Unidos, según la EPA misma.
¿Qué deja de hacer la EPA durante el cierre?
El plan de contingencia actualizado en 2025 detalla las responsabilidades suspendidas:
- No se emitirán nuevos permisos ambientales.
- Se detienen las inspecciones no criminales de aire, agua y suelo.
- No se otorgarán subvenciones a gobiernos estatales o locales.
- No se actualizará el sitio web ni se atenderán llamadas al centro de denuncias ciudadanas.
- Los sitios de limpieza ambiental más tóxicos del llamado ‘Superfund’ quedan sin actividad.
Marc Boom, ex asesor de política de la EPA durante el gobierno de Biden, alertó que incluso los programas de reducción de riesgo por accidentes químicos se detendrán. “Las comunidades cercanas a estas instalaciones industriales verán cómo aumentan sus riesgos inmediatamente”, afirmó.
Y si una familia nota un sabor extraño en el agua de su grifo, “no habrá nadie en la EPA que conteste el teléfono”, advirtió efectivamente.
El personal reducido y la estructura debilitada
Desde que Trump asumió su segundo mandato, la plantilla de la EPA se ha reducido en al menos un 25%, pasando de más de 15,000 trabajadores a 14,130 según su propio presupuesto. Para el próximo año fiscal, se planea un nuevo recorte hasta los 12,856 empleados. Zeldin ha sugerido reducirla aún más hasta los niveles de la era Reagan, unos 11,000 trabajadores.
Comparativamente, la EPA tenía 17,000 empleados en el año 1999. Proteger cada río, monitorear cada chimenea industrial y verificar los laboratorios de agua potable del país con solo 905 trabajadores activos suena no solo insuficiente, sino irresponsable.
Medio ambiente sin defensores: los pollos sueltos en el gallinero
Symons, ahora parte de la red Environmental Protection Network, lo resume así: “Esta administración ha implementado una clausura serial de la EPA mucho antes de este cierre formal. Es una desmantelación sistemática.”
Por si fuera poco, cortinas de humo políticas han redirigido la atención mediática hacia temas partidistas y electorales, dejando de lado la base científica y los datos empíricos.
De acuerdo con la CDC y con numerosos informes de la OMS, los costos en salud pública por polución aumentan exponencialmente cuando se interrumpe la vigilancia ambiental. La contaminación del aire por sí sola es responsable de más de 60,000 muertes al año en Estados Unidos.
Un precedente peligroso para futuras crisis
Desde el 2020, al menos 17 casas se han desplomado en el Atlántico en las Islas Outer Banks de Carolina del Norte debido a la erosión acelerada por el cambio climático. Aunque las tormentas como Humberto e Imelda hayan quedado lejos del territorio, su efecto en la costa hace colapsar casas sobre el mar por oleajes extremos.
De no existir monitoreo, regulación y respaldo técnico federal, ¿cuántas más caerán? ¿Cuántos ecosistemas serán irrecuperables en la próxima década?
Tal como lo expresó William Ruckelshaus hace más de 50 años: “Cada uno de nosotros debe comenzar a medir el impacto de nuestras decisiones sobre la calidad del aire, el agua y el suelo de esta nación.”
Hoy, sin una EPA activa, y con políticas federales que relajan los controles contaminantes, esas decisiones ni siquiera se están midiendo.