Gabon tras el golpe: ¿Una nueva era política o más de lo mismo?
El ascenso del general Oligui Nguema, las elecciones legislativas y el frágil retorno a la democracia
Un nuevo capítulo en la historia política de Gabón
Gabón, un país rico en petróleo pero marcado por décadas de gobiernos autoritarios, está en plena transformación política tras el golpe militar de 2023 que puso fin al poder de la familia Bongo, una dinastía que gobernó el país por más de medio siglo. El golpe fue liderado por el general Brice Clotaire Oligui Nguema, entonces jefe de la guardia presidencial, quien ha asegurado su permanencia en el poder con una victoria en las elecciones presidenciales de abril de 2025. Ahora, en un intento por consolidar su legitimidad, su partido recién formado —la Unión Democrática de los Constructores (UDB)— lidera los resultados en la primera ronda de las elecciones legislativas.
Los números de las elecciones
De acuerdo con los resultados provisionales proporcionados por el Ministerio del Interior de Gabón, la UDB logró 55 de los 145 escaños en juego en la Asamblea Nacional. Por otra parte, el Partido Democrático Gabonés (PDG), que representa al expresidente derrocado Ali Bongo Ondimba, apenas consiguió tres escaños. En ciertas circunscripciones, UDB y PDG presentaron listas conjuntas y lograron otros cuatro escaños adicionales.
Estos resultados muestran un claro dominio de UDB, aunque 77 circunscripciones tendrán una segunda vuelta programada para el 11 de octubre, ya que ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta. En la mayoría de estos distritos, la contienda será entre UDB y PDG, lo que acentúa la pugna entre el viejo régimen y la nueva cara del poder político gabonés.
Del golpe al poder institucional
El golpe de estado de 2023 se justificó como una reacción contra la mala gestión y la corrupción endémica bajo el gobierno de Ali Bongo. La comunidad internacional inicialmente condenó la asonada militar, pero la situación se estabilizó rápidamente cuando el general Oligui prometió una transición hacia la democracia. Esta transición se materializó, al menos formalmente, con la celebración de elecciones presidenciales en abril de 2025, donde Oligui venció cómodamente con un amplio margen.
Sin embargo, el contexto político ha cambiado estructuralmente. La nueva constitución adoptada por referéndum instauró un sistema presidencialista más rígido, limitando severamente los poderes del Parlamento, que ya no puede destituir al ejecutivo. Además, se implementó un nuevo código electoral polémico que permite la participación de personal militar en procesos electorales, beneficiando claramente al presidente actual en funciones.
¿Democracia o militarismo disfrazado?
La creación del partido UDB tan solo hace unos meses —en julio pasado— plantea dudas sobre el fondo democrático de este proceso. Muchos analistas políticos observan que Oligui Nguema está replicando una estrategia clásica en África central: usar estructuras democráticas para consolidar un poder autoritario desde el interior. El hecho de que militares activos, incluido el propio Oligui, pudieran postularse como candidatos es una señal clara de que el poder castrense domina la escena política.
Para contextualizar, Gabón tiene una población de alrededor de 2.3 millones de habitantes y una de las rentas per cápita más altas del África subsahariana gracias a sus recursos naturales. Sin embargo, según el Banco Mundial, más del 30% de la población vive en la pobreza. Las élites han sido acusadas —en diversas ocasiones— de acaparar los recursos económicos sin invertir en infraestructuras ni servicios públicos.
El legado de los Bongo: ¿final definitivo?
La familia Bongo gobernó Gabón desde 1967 cuando Omar Bongo asumió el poder. Tras su muerte en 2009, su hijo, Ali Bongo Ondimba, heredó la presidencia. A pesar de su discurso modernizador, su gestión fue duramente criticada por escándalos de corrupción, represión contra la oposición y fraudes electorales. Las elecciones de 2016 son especialmente recordadas por episodios violentos y falta de transparencia, tras los cuales se reforzó la censura mediática y el control militar del país.
El golpe de 2023 simboliza oficialmente el fin de los Bongo, pero su partido, el PDG, aún conserva cierto apoyo, especialmente en sectores del aparato estatal y en regiones rurales. Que hayan podido mantenerse competitivos en las actuales legislativas demuestra que la estructura política del ancien régime todavía respira.
El nuevo Parlamento: ¿una formalidad más que un contrapeso?
Una de las críticas más acusadas de esta nueva etapa política gabonesa es el carácter simbólico del Parlamento. Conforme a la nueva constitución, el poder legislativo ha sido despojado de su facultad de remover al ejecutivo. Esto significa, en la práctica, que el legislativo no puede ejercer control sobre el presidente, reforzando un “hiperpresidencialismo” operativo y parecido al que Ali Bongo también promovía.
Aun si la UDB lograra una mayoría absoluta tras la segunda vuelta, esto no implica grandes cambios en términos de balance de poder. Las leyes seguirán siendo propuestas por el ejecutivo, y los parlamentarios tendrán funciones principalmente decorativas si el contexto institucional no cambia.
La participación ciudadana y el reto democrático
Una democracia sin ciudadanos comprometidos es solo una fachada. La participación electoral en estos comicios ha rondado, según reportes preliminares, el 58%, una cifra moderadamente alta para los estándares africanos, pero que también deja ver un porcentaje importante de abstención y descontento. Organizaciones civiles han denunciado poca cobertura mediática de los debates políticos y falta de pluralismo en los medios estatales.
Del mismo modo, el papel de la oposición sigue siendo limitado. Muchos de los principales líderes de oposición se encuentran aún en el exilio o enfrentan restricciones administrativas que impiden su plena participación política.
La comunidad internacional: ¿espectadora o cómplice?
La reacción de la comunidad internacional frente al golpe y la supuesta transición democrática ha sido tibia. Francia, antiguo poder colonial, ha tenido una postura ambigua; por un lado ha condenado el golpe, pero por otro, mantiene relaciones diplomáticas fluidas con Oligui Nguema. Otros organismos internacionales, como la Unión Africana o la ONU, han hecho llamados generales al respeto del orden constitucional, pero sin acciones concretas.
Esta actitud pasiva puede ser interpretada como una forma de darle espacio a los nuevos líderes para estabilizar políticamente Gabón. Sin embargo, si esta estrategia no está acompañada de vigilancia en derechos humanos y libertades públicas, corre el riesgo de perpetuar una dictadura vestida con ropajes democráticos.
¿Qué nos espera el 11 de octubre?
La segunda vuelta de las elecciones legislativas pondrá a prueba la fuerza del PDG, la consolidación de la UDB y, en última instancia, la voluntad real de Gabón de transitar hacia una democracia integrada. Será una jornada decisiva no solo para el equilibrio institucional, sino para demostrar si los gaboneses están dispuestos a romper definitivamente con el pasado o simplemente están reformulando las viejas lógicas de poder con nuevos actores.
Hasta entonces, Gabón sigue siendo un experimento democrático en pausa, atrapado entre el deseo de cambio y el peso de su historia política.