Haití al borde del colapso: la ONU autoriza una fuerza internacional para combatir a las pandillas
Con más del 90% de la capital controlada por criminales, el Consejo de Seguridad aprueba una unidad multinacional con mandato de arresto y operaciones antidrogas
Es oficial: Haití no puede más con sus pandillas. El Consejo de Seguridad de la ONU, en una medida urgente y prácticamente sin precedentes, autorizó el despliegue de una nueva fuerza internacional de 5,550 efectivos militares y 50 civiles. El objetivo es claro: desmantelar el poder de los grupos armados que han sumido al país en una espiral de violencia, muerte y desesperanza.
Una nación sitiada por el crimen
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, Haití ha estado sumido en el caos. Las pandillas han ganado tal poder que ahora controlan el 90% de Port-au-Prince, la capital, y se han expandido hacia las zonas rurales.
El resultado: un país prácticamente sin Estado. Escuelas cerradas, hospitales inoperantes, una economía paralizada y una población aterrada. Según informes de la ONU, las pandillas están implicadas en saqueos, secuestros, violaciones, asesinatos indiscriminados y tráfico de armas.
¿Qué cambia con la nueva resolución?
Hasta ahora, la Misión Multinacional liderada por Kenia—autorizada en octubre de 2023—nunca alcanzó la dotación prometida de 2,500 efectivos. Apenas se han desplegado menos de 1,000, obstaculizados por falta de fondos y recursos logísticos.
Con la nueva acción del Consejo de Seguridad se crea oficialmente una “Fuerza de Supresión de Pandillas” respaldada por un nuevo mandato robusto, incluyendo:
- Permiso para detener a miembros de pandillas y mantenerlos bajo custodia.
- Realizar operaciones de inteligencia y combate selectivo para “neutralizar, aislar y disuadir” a las pandillas.
- Colaborar completamente con la Policía Nacional Haitiana en las actividades de seguridad.
- Proteger infraestructuras clave como el aeropuerto, hospitales y escuelas.
- Luchar contra el tráfico de armas y materiales peligrosos.
Todo ello por un plazo inicial de 12 meses, financiado por contribuciones voluntarias de los países miembros.
¿Quién apoya y quién se abstiene?
La votación quedó con un sólido apoyo de 12 países. Sin embargo, Rusia, China y Pakistán se abstuvieron. Aunque no vetaron la resolución, su abstención indica una desconfianza persistente hacia las intervenciones patrocinadas por Occidente.
El embajador ruso ante la ONU, Vasily Nebenzya, expresó su escepticismo: “Lo que Haití necesita no son más tropas extranjeras, sino soluciones políticas y económicas profundas”. Pero sin un gobierno legítimo en funciones —y con la presidencia vacante desde 2021— los críticos de la inacción parecen ganar terreno.
La posición de Haití: ¿esperanza o desesperación?
Laurent Saint-Cyr, actual líder del Consejo Presidencial de Transición, celebró la resolución como un punto de inflexión decisivo:
“Este voto marca un giro decisivo en la lucha contra los grupos armados que tanto dolor han causado a nuestras familias, paralizando nuestra economía y amenazando nuestro futuro nacional.”
La misión no estará sola: se coordinará estrechamente con la PNH (Policía Nacional de Haití), que, sin embargo, se encuentra en condiciones sumamente precarias tras años de abandono y corrupción.
Kenya como líder y símbolo
Kenya ha asumido el protagonismo en esta nueva etapa. El primer grupo de soldados kenianos llegó en junio de 2024, pero la nueva resolución otorga a la misión no solo más tropas, sino más dientes legales y operativos.
El gobierno keniano ha reiterado su compromiso por apoyar a naciones hermanas del Caribe. En palabras del presidente William Ruto:
“El caos en Haití no es solo un asunto regional, sino un fracaso colectivo de la comunidad internacional. No podemos mirar a otro lado.”
Historia de intervenciones extranjeras: ¿volver al ciclo?
Haití tiene una larga historia con intervenciones internacionales, no siempre constructivas. Desde la ocupación por parte de Estados Unidos entre 1915 y 1934, pasando por la desastrosa misión de la ONU (MINUSTAH) entre 2004 y 2017—que dejó un legado de abusos sexuales y hasta un brote de cólera con 10,000 muertos—las cicatrices todavía están abiertas.
“Sabemos que lo último que quieren los haitianos es otra ocupación disfrazada”, dijo Marie-Jeanne Paul, activista de derechos humanos en Cap-Haïtien. “Pero también entendemos que solos no podemos ganar esta guerra.”
Guerra urbana en el Caribe
Los enfrentamientos no son menores. Lo que se vive en Haití es una especie de “narcoestado embrionario” formado por redes criminales armadas con rifles de asalto, drones informativos y estructuras casi paramilitares. Algunos expertos comparan el conflicto en Port-au-Prince con la guerra urbana vivida en Medellín en los años 80 o Ciudad Juárez en 2010.
Estas bandas, como la infame “G9” liderada por el expolicía Jimmy Cherizier (“Barbecue”), operan con total impunidad. “Barbecue” ha criticado públicamente a la ONU y asegurado que Haití necesita menos tropas extranjeras y más “apoyo al pueblo genuino”.
Un Estado sin cabeza
Desde 2021 Haití no tiene presidente. Las elecciones han sido pospuestas una y otra vez, y la confianza de la población en las instituciones estatales ha colapsado. Ni existe una Corte Suprema operativa ni un Parlamento funcional.
Según la organización Human Rights Watch: “Haití se ha convertido en el ejemplo más doloroso del deterioro democrático en el hemisferio occidental”.
¿Dónde está América Latina?
Además de Panamá, que coauspició la resolución, el resto de América Latina apenas ha participado en el debate. Cuba ha ofrecido cooperación médica, mientras que República Dominicana ha cerrado la frontera y aumentado la vigilancia militar.
Haití, cuya población supera los 11 millones de habitantes, ha sido durante mucho tiempo una bomba humanitaria a punto de estallar. Y ante cada explosión interna, la comunidad internacional ha optado por soluciones tibias. Esta vez, al parecer, el tiempo se ha agotado.
¿Será suficiente esta vez?
El despliegue autorizó a 5,550 efectivos. Pero sin un compromiso logístico, político y financiero de largo plazo, que incluya la pacificación, reconstrucción institucional y desarrollo económico, esta podría ser solo otra intervención condenada al fracaso.
Antes de partir, el secretario general Antonio Guterres lo advirtió en su informe de febrero:
“La situación de Haití es tan grave que amenaza con desestabilizar a toda la región. La única manera de frenar la violencia es abordando sus causas estructurales.”
¿Será esta nueva misión internacional la semilla de un renacer democrático para Haití o simplemente otro parche momentáneo? Por ahora, la esperanza vuelve a nacer en medio de las balas.