La militarización cultural de la era Trump: ¿Vuelve el Pentágono a los años 90?

Una mirada crítica a los cambios ideológicos, sociales y estructurales en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos bajo el mando de Pete Hegseth y Donald Trump

Una nueva doctrina para una nueva era militar

El secretario de Defensa, Pete Hegseth, se presentó recientemente en la Base del Cuerpo de Marines de Quantico con un discurso que sacudió los cimientos de la estructura militar estadounidense. Con una retórica directa, un plan de diez puntos y un claro respaldo del expresidente (y actual candidato) Donald Trump, Hegseth dejó claro que el Pentágono está por sufrir una transformación radical. Su mensaje fue contundente: adiós a la diversidad, equidad e inclusión; hola al “ethos guerrero”, los estándares físicos de los años 90 y una visión ofensiva centrada exclusivamente en el combate.

“Sin más cuotas, sin más inclusión, sin más distracciones”

Hegseth denunció que, durante años, las fuerzas armadas promovieron líderes basándose en “cuotas de género” y logros simbólicos de inclusión, lo que, según él, debilitó la capacidad combativa del ejército. Frases como “no más oficiales en vestidos, no más adoración al cambio climático, no más ilusión de género” resonaron entre una multitud de altos mandos y oficiales de alto rango. Esta declaración de guerra cultural marca un alejamiento sistemático de los principios progresistas que se habían comenzado a entretejer en la cultura institucional del ejército estadounidense desde la década de 2010.

Hacia los estándares físicos del pasado

Una de las propuestas más impactantes planteadas por Hegseth fue el retorno a los estándares físicos “originales” de 1990. Para entender el peso de esta declaración, debemos retroceder en el tiempo. Antes de 1991, las mujeres tenían prohibido por ley volar misiones de combate o servir en barcos de guerra. Todo eso cambió luego de la Guerra del Golfo, cuando el desempeño de las mujeres en el campo de batalla forzó al Congreso a abrir roles más amplios dentro del ejército.

Ahora, Hegseth y Trump quieren revertir estos avances. Su propuesta es simple: si las mujeres pueden cumplir con los estándares físicos establecidos sin ajustarlos, que se queden; si no, “que sea lo que tenga que ser”. Pero, ¿cuáles eran esos estándares? Y más importante aún: ¿tienen sentido hoy, en una era donde la guerra ya no es solo de músculo y fuego, sino también de drones, inteligencia artificial y ciberdefensa?

El sobrepeso como amenaza a la estética militar

Hegseth también lanzó dardos contra otro aspecto de la cultura militar: el sobrepeso entre tropas y mandos. Según datos del Departamento de Defensa, cerca del 77% de los jóvenes entre 17 y 24 años no cumplen con los criterios para ingresar al ejército. Uno de los principales factores es el exceso de peso, que afecta a más de un 11% de los posibles reclutas.

“Es inaceptable ver generales gordos en el Pentágono”, dijo. Pero esta afirmación choca contra la realidad de un país donde los cambios demográficos y hábitos alimenticios han modificado los cuerpos en general. En 2016, por ejemplo, la Marina introdujo políticas para flexibilizar las evaluaciones físicas, permitiendo recuperar talento que hubiera sido descartado injustamente.

“Matar y romper cosas”: ¿una visión anticuada del poder militar?

Una de las frases más repetidas por Hegseth fue: “Matar personas y romper cosas: ese es su trabajo”. Esta visión esencialista del ejército como una maquinaria de guerra tradicional contrasta con opiniones de expertos que destacan la necesidad de adaptarse al mundo actual.

Rebecca Best, profesora de ciencia política en la Universidad de Missouri en Kansas City, lo resume así: “Si ves al ejército solo como alguien que va a matar gente, entonces tal vez no necesites diversidad. Pero si necesitas resolver problemas, entonces sí”.

Y es que el rol del ejército ha evolucionado. Ya no se trata únicamente de lanzar ofensivas, sino de realizar misiones diplomáticas, ayudar en catástrofes naturales y desarrollar capacidades cibernéticas. Todo esto requiere una plantilla diversa, creativa y adaptativa.

Una purga institucional en marcha

Desde que asumió el cargo, Hegseth ha impulsado una purga en la cúpula militar. Ha despedido al presidente del Estado Mayor Conjunto (un general afroamericano) y a la que fuera la máxima oficial de la Marina (una mujer). Según él, “es imposible cambiar una cultura con las mismas personas que la crearon o se beneficiaron de ella”.

Este enfoque recuerda ampliamente a purgas de otros regímenes autoritarios donde “limpiar” la estructura de mando se convierte en una herramienta para instaurar ideologías estrictas sin resistencias.

¿Una militarización del conflicto cultural estadounidense?

Las declaraciones de Hegseth se producen en un contexto mucho más amplio de conflictos ideológicos en Estados Unidos. Donald Trump, con su discurso contra la “izquierda radical”, busca encabezar una contrarreforma nacional que toca todos los sectores: educación, instituciones, ciencia, cultura y, ahora, las fuerzas armadas.

Este es uno de los aspectos más preocupantes: la posibilidad de que la maquinaria militar, la misma que representa el poder de Washington a nivel global, se convierta en un brazo de una guerra cultural interna. Richard Kohn, profesor emérito de historia y defensa en la Universidad de Carolina del Norte, lo expresó así: “Hace que uno se pregunte a quién creen que están liderando Hegseth y Trump”.

¿Volver a los 90 o avanzar hacia el 2030?

Una pregunta central que queda flotando es: ¿realmente volver a los estándares de 1990 fortalecen al ejército del futuro? Recordemos que, desde esa fecha, el entorno geopolítico ha cambiado radicalmente. La Guerra Fría terminó, el terrorismo islamista surgió como una gran amenaza global, los conflictos híbridos y las campañas de desinformación reemplazaron muchas guerras tradicionales, y China apareció como la gran potencia a contener.

Los conflictos actuales rara vez se libran en trincheras; ocurren en oficinas de inteligencia, satélites, redes sociales y plataformas tecnológicas. En ese contexto, mantener la diversidad y adaptarse a una fuerza de trabajo cambiante no suena a “debilitar”, sino a sobrevivir estratégicamente.

Lo que podría venir

Las propuestas de Hegseth parecen ser solo el inicio. Entre los rumores que se comentan en Washington están:

  • El cierre de las oficinas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) en todas las ramas del ejército.
  • La eliminación de programas de protección para personas trans en las fuerzas armadas.
  • Un incremento en la influencia de grupos conservadores como The Heritage Foundation en el diseño de políticas militares.
  • Revisión de textos académicos en academias militares para eliminar contenidos considerados “woke”.

Una generación de tropas moldeadas bajo una nueva ideología

Más allá de los altos mandos, las tropas jóvenes —los soldados que hoy tienen entre 18 y 25 años— podrían ser entrenadas bajo una doctrina diametralmente distinta a la de la era post 9/11. Con un énfasis en la agresividad, el rechazo de la diversidad como valor organizacional, el ataque a valores progresistas y el “culto al músculo”, podríamos ver el surgimiento de una nueva cultura castrense que influya profundamente en la política y sociedad estadounidense, dado el peso simbólico de sus fuerzas armadas.

¿Redefinir el patriotismo?

La retórica de Hegseth implica una redefinición del patriotismo y del deber militar. Bajo su visión, servir ya no es proteger una constitución inclusiva, sino restaurar un orden perdido. El resultado es una visión nostálgica y, para muchos, peligrosa del rol militar en la sociedad.

En un momento donde la seguridad nacional va de la mano con el soft power, las alianzas diplomáticas y el liderazgo moral, un ejército que rechaza la diversidad podría tener mayores dificultades para operar en un mundo cada vez más complejo y multipolar.

En definitiva

Estados Unidos está viviendo una reforma militar profundamente política, ideológica y cultural. Una que busca menos diversidad, menos sensibilidad y más fuerza bruta. Pero en un siglo XXI definido por la complejidad y la interdependencia, cabe preguntarse: ¿es esto un salto hacia el futuro, o un retroceso a un pasado glorificado que nunca fue tan perfecto como lo recuerdan?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press