¿Revolución o retroceso? El nuevo giro conservador del Pentágono bajo el mando de Pete Hegseth
Cómo el rechazo a la diversidad e inclusión pone en duda décadas de avances sociales dentro de las Fuerzas Armadas de EE. UU.
El ejército como motor de cambio: ¿un rol en retroceso?
A lo largo de la historia moderna de Estados Unidos, las Fuerzas Armadas han sido pioneras —muchas veces a regañadientes— en responder a los grandes desafíos sociales del país. Desde la desegregación racial decretada por el presidente Harry S. Truman en 1948 hasta la inclusión de personas LGBTQ+ y mujeres en roles de combate, el ejército avanzó, a menudo antes que la sociedad civil, en reconocer y valorizar la diversidad. Sin embargo, una nueva dirección impulsada por el actual Secretario de Defensa, Pete Hegseth, amenaza con revertir décadas de progreso institucional. Durante un discurso ofrecido ante cientos de altos mandos militares y asesores en Quantico, Virginia, Hegseth dejó clara su postura: la diversidad, equidad e inclusión ya no tienen cabida bajo su liderazgo. Su mensaje fue una enmienda a la totalidad hacia iniciativas que durante años apuntaron a construir una fuerza más representativa e integradora en la defensa de Estados Unidos.“Dejamos de ser el Departamento woke”
En un tono directo y confrontacional, Hegseth afirmó que “el ejército ha sido forzado por políticos imprudentes y tontos a enfocarse en lo incorrecto”. Afirmó que su visión es “reparar décadas de decadencia”, una decadencia que él asocia con la implementación de políticas de inclusión de género, diversidad sexual o racial, y entrenamiento cultural. De inmediato, estas declaraciones no solo encendieron el debate dentro de los círculos militares, sino también entre historiadores, expertos en política de defensa y miembros de la sociedad civil. ¿Puede el ejército preservar su eficacia dejando atrás a los mismos grupos que alguna vez lideraron con valentía y destreza dentro de sus filas?Un recordatorio histórico: la segregación militar y su quiebre
Para entender el contexto, es fundamental revisar el rol histórico del ejército como plataforma de integración. El nombre de unidades como los Tuskegee Airmen cobra resonancia: un conjunto de pilotos afroamericanos que pese a servir en la Segunda Guerra Mundial estuvieron segregados hasta la orden de Truman en 1948. También están los Code Talkers navajos y los Buffalo Soldiers afrodescendientes, relegados a unidades aisladas aunque demostraron repetidamente su valía. La orden ejecutiva 9981 de Truman no fue una simple hoja de papel. Fue una señal hacia adelante cuando aún faltaban seis años para que la Corte Suprema dictaminara, en el famoso caso Brown vs. Board of Education, que la segregación en escuelas públicas era inconstitucional. El ejército, paradójicamente, se adelantó en la integración racial a muchas instituciones civiles en EE. UU.El rol de las mujeres en las filas militares
Otro hito relevante se produjo también en 1948, cuando el Congreso otorgó estatus de servicio completo a las mujeres. Aunque bajo condiciones limitantes —no podían comandar unidades de hombres ni ingresar a combate— representó un paso crucial. La historia de las WASPs (Women Airforce Service Pilots) revela cómo incluso sin estar oficialmente en batalla, muchas mujeres volaron aviones, transportaron aeronaves y murieron en cumplimiento de su deber. Estas historias se han vuelto símbolo del progreso, pero también del sacrificio. Es por ello que causó revuelo cuando, tras la reciente orden de Hegseth cancelando entrenamientos vinculados a DEI (diversidad, equidad e inclusión), se eliminaron temporalmente los videos de entrenamiento que honraban las contribuciones de los Tuskegee Airmen y las WASPs. La presión pública obligó al Pentágono a restaurarlos solo días después.De “Don't Ask, Don't Tell” al presente
El camino hacia una fuerza inclusiva avanzó también en el siglo XXI. La política de "Don’t ask, don’t tell" —que permitía servir a personas LGBTQ+ siempre y cuando no hicieran pública su orientación— fue finalmente derogada en 2011 bajo la administración de Barack Obama. Para 2015, el Pentágono autorizó a las mujeres a desempeñarse en todos los puestos de combate. Era el fin de una exclusión estructural que colocaba techos invisibles para un talento diverso. Todo esto, logrado no solo como parte de una agenda moral, sino porque la evidencia apuntaba a que equipos diversos funcionaban mejor en combate, siempre que hubiera entrenamiento y liderazgo competente.“La pregunta no es quién eres, sino si puedes cumplir la misión”
Esta frase se volvió mantra dentro de las Fuerzas Armadas. Como remarcó el historiador David Kieran, “la cuestión ha sido usualmente: ‘¿cómo cumplimos la misión de manera más efectiva?’”. Cuando se enfrentaron tensiones raciales durante la guerra de Vietnam en los años 60, el Ejército de Tierra debió hacer ajustes inmediatos para evitar conflictos internos que dañaran su capacidad operativa. Lo mismo ocurrió más adelante con el acoso sexual y las denuncias por misoginia sistemática, que pusieron en jaque la cohesión de muchas unidades. La inclusión no fue implementada solo por motivos éticos, sino por necesidad estratégica.Un cambio radical con una velocidad insospechada
Expertos como Michael O’Hanlon, del Brookings Institution, han criticado el ritmo tan acelerado con el que el actual liderazgo ha emprendido decisiones que revocan avances incluso bipartidistas. Un ejemplo de ello fue el reemplazo de altos mandos perfectamente calificados —incluyendo al general de la Fuerza Aérea CQ Brown Jr.— por supuestas motivaciones ideológicas. “Haber sido considerado para un puesto en parte por razones de representatividad no debería ser un factor descalificador mientras el oficial esté altamente calificado, y Brown lo estaba”, afirmó O’Hanlon.“La inclusión era clave para la eficacia militar”: una verdad incómoda
Matthew Delmont, profesor en Dartmouth College, remarca que muchos cambios inclusivos en el ejército se realizaron porque las Fuerzas Armadas reconocieron que no podían operar con unidades fracturadas socialmente. “Si los soldados están combatiéndose entre ellos o si rechazas a personas capacitadas por su origen étnico, género o sexualidad, simplemente no puedes mantener un frente de batalla coherente”, sostuvo. Para Delmont, el ejército ha hecho más que muchas universidades o corporaciones en la lucha contra el racismo y la discriminación. No se trata, entonces, de una “agenda woke” sino de estrategias de eficiencia. Una tropa diversa y cohesionada, entrenada bajo estándares claros pero inclusivos, es una tropa más fuerte.¿Refleja Hegseth una nueva tendencia política nacional?
El rechazo de Hegseth a las políticas de diversidad no es un hecho aislado. Más bien, puede interpretarse como parte de una ola conservadora que vuelve a ganar terreno en algunos sectores del poder político estadounidense. Desde restricciones a libros escolares hasta recortes en programas sociales, varios Estados han abrazado discursos que buscan restaurar “valores tradicionales”, muchas veces a expensas de grupos históricamente marginados. Lo particular del caso militar es que allí se juega algo más que ideología: la seguridad nacional. Cuando cada soldado representa una pieza clave en una maquinaria coordinada, alienar a grupos enteros puede suponer no solo injusticia, sino riesgos operativos reales.¿Y ahora qué? El futuro inmediato
Las decisiones tomadas por el Departamento de Defensa bajo esta nueva visión suscitan preguntas fundamentales: ¿Cómo afectarán estos cambios al reclutamiento y retención de tropas? ¿Qué impacto tendrán en la moral de aquellos que, desde otros géneros, etnias o creencias, han encontrado en el uniforme un camino legítimo de servicio? El ejército necesita líderes competentes, efectivos, y sí, diversos. No como una concesión ideológica, sino porque la defensa de un país tan plural como EE. UU. requiere reflejar esa pluralidad tanto en el campo de batalla como en las decisiones del alto mando. En palabras de un militar retirado que pidió anonimato: “No hay nada más frágil que un escuadrón con prejuicios”. O como se repite en numerosas bases: “Unidad no significa uniformidad”. El debate está lejos de cerrarse, y el legado de estas decisiones marcará el futuro no solo del ejército, sino también del espíritu cívico de Estados Unidos. Este artículo fue redactado con información de Associated Press