El héroe que se negó a huir: Mikalai Statkevich y la resistencia bielorrusa bajo dictadura

La inquebrantable lucha del opositor bielorruso que prefirió el encierro a la deportación, desafiando el guion de Lukashenko y convirtiéndose en símbolo de valor

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¿Quién es Mikalai Statkevich?

Mikalai Statkevich no es solo un nombre dentro del activismo político en Bielorrusia, sino el rostro de una resistencia inquebrantable contra el autoritarismo. Con casi tres décadas desafiando al presidente Alexander Lukashenko —considerado por muchos como "el último dictador de Europa"—, Statkevich ha transitado por las sombras de la prisión más de 12 años. A sus 69 años y con problemas cardíacos, su última hazaña ha resonado como un gesto desesperado de amor por su patria: rehusarse a ser deportado a cambio de libertad condicional.

Un autobús, una decisión histórica

El pasado 11 de septiembre, al estilo de una escena cinematográfica, un autobús con 52 prisioneros políticos indultados por el régimen de Lukashenko se alistaba a cruzar la frontera de Bielorrusia hacia Lituania. Mikalai Statkevich iba a bordo. Pero en un acto de total rebeldía, se levantó, forzó la puerta y descendió. Aun con su frágil estado de salud —había dejado su medicación cardíaca a bordo—, optó por volver al suelo bielorruso, sabiendo que eso significaba volver a desaparecer.

Una desaparición en la era de la ultravigilancia

Horas después del incidente, siete hombres enmascarados —presuntamente agentes de seguridad del Estado— lo condujeron de nuevo a territorio bielorruso desde tierra de nadie. Desde aquel momento, su paradero es desconocido. Su esposa, Maryna Adamovich, ha intentado obtener información de las autoridades penitenciarias sin éxito. La desesperación crece acorde pasan los días sin noticias oficiales sobre su estado de salud o ubicación.

Un patrón de represión: de María Kolesnikova a Statkevich

El caso de Statkevich recuerda poderosamente al de María Kolesnikova, activista que también se negó a ser deportada en 2020 y, en cambio, rompió su pasaporte en la frontera, regresando voluntariamente al país. Fue arrestada y sentenciada a 11 años por "conspiración para apropiarse del poder". Actualmente, se encuentra cumpliendo condena, también en condiciones que los organismos de derechos humanos califican como represivas y crueles.

Las reacciones internacionales y la protesta mundial

El caso Statkevich no ha pasado desapercibido en la esfera internacional. Desde Naciones Unidas, expertos en derechos humanos han levantado la voz: “Hay motivos fundados para creer que Mikalai Statkevich es víctima de desaparición forzada y detención arbitraria”. La ONG bielorrusa Viasna ha exigido información inmediata sobre su paradero. Mientras tanto, países occidentales continúan aplicando sanciones económicas a Bielorrusia por sus reiteradas violaciones a los derechos fundamentales.

Una libertad comprada como mercancía

Lo irónico en la historia es el contexto de su liberación fallida. Los 52 presos —incluyendo a Statkevich— fueron indultados como parte de un acuerdo impulsado por Estados Unidos con el fin de aliviar sanciones contra el gobierno de Lukashenko. La oposición acusa al régimen de “traficar con prisioneros como si fueran objetos de intercambio”.

“Respeto la decisión de Statkevich. Eligió la cárcel antes que ser exiliado forzosamente, lo cual pone de manifiesto el verdadero problema: nadie está siendo liberado realmente”, declaró la oposición Sviatlana Tsikhanouskaya.

Una figura enraizada en la historia bielorrusa

Nacido en 1956, Statkevich es veterano de las Fuerzas Armadas y participó en la fundación del ejército bielorruso tras el colapso de la URSS en 1991. Desde joven, abrazó los principios del pensamiento socialdemócrata fundando el partido Hramada del Pueblo Socialdemócrata, miembro de la Internacional Socialista.

En 1999, organizó la “Marcha de la Libertad” contra la unión con Rusia, y en 2010 se presentó como candidato presidencial enfrentando directamente a Lukashenko. Tras las elecciones consideradas fraudulentas, fue recluido casi cinco años en prisión. En 2021, fue galardonado junto a otros líderes opositores con el Premio Sájarov de la Libertad de Conciencia, otorgado por el Parlamento Europeo.

La represión en cifras

  • Más de 65,000 personas fueron detenidas tras protestas en 2020.
  • Cerca de 1,200 presos políticos permanecen hoy encarcelados, incluidos varios periodistas.
  • El gobierno ha cerrado centenares de ONG y medios independientes, persiguiendo toda oposición.
  • Human Rights Watch documentó torturas sistemáticas en centros de reclusión, incluyendo privación de atención médica y visitas familiares.

Lukashenko: 30 años de mano dura

Desde 1994, Alexander Lukashenko gobierna Bielorrusia con puño de hierro. En las elecciones de 2020, en las que logró su sexto mandato con el 80% de los votos—según cifras oficiales ampliamente impugnadas—, desató una ola de protestas histórica. En respuesta, el gobierno desplegó violencia policial inédita y un aparato judicial utilizado para reprimir sistemáticamente cualquier forma de disidencia.

Además de la represión interna, Lukashenko ha seguido alineando sus intereses geopolíticos con Moscú. En 2022, permitió que su territorio sirviera como plataforma de lanzamiento para la invasión rusa a Ucrania, lo cual agravó aún más su aislamiento político a nivel internacional.

¿Por qué Statkevich permanece como símbolo?

Hay algo profundamente conmovedor en la figura de Statkevich. Un hombre enfermo, exhausto por años de confinamiento, sin contacto con su familia desde febrero de 2023, quien aún así desafía a uno de los regímenes más autoritarios del continente. Su compañero de celda, Maksim Viniarski, resumió su gesta: “Ni siquiera enfermo, ni tras años de aislamiento, Statkevich ha permitido que le dobleguen. Demuestra que nuestros valores valen tanto como estemos dispuestos a pagar por ellos.

Statkevich representa el arquetipo del resistente absoluto. Un político al que ni el exilio, ni los beneficios de un acuerdo internacional lograron tentar. Para él, dejar su tierra era renunciar a su razón de ser. En un mundo en el que los acuerdos diplomáticos intercambian seres humanos como fichas geopolíticas, su gesto de rebeldía rompe el molde.

¿Dónde está Mikalai Statkevich?

Esa es la gran incógnita que aún retumba en organizaciones, medios y foros internacionales. Su esposa teme lo peor, pero también sabe que está casada con un hombre que rechazó las salidas fáciles siempre. Hasta que no exista confirmación de su paradero, el misterio envolverá su nombre. Pero mientras tanto, su acto sirve como recordatorio de hasta dónde puede llegar el compromiso ético bajo una dictadura.

Y más importante aún: nos recuerda que hay quienes siguen dispuestos a enfrentar la injusticia con la única arma invencible —la dignidad.

“No permitiré que otros decidan dónde vivo... o dónde muero.” – Mikalai Statkevich

Este artículo fue redactado con información de Associated Press