La masacre en Southport: una tragedia que expone la tormenta interna de los veteranos de guerra

Un ataque mortal en un bar costero reabre el debate sobre la salud mental de los excombatientes y el control de armas en Estados Unidos

Southport, Carolina del Norte. Lo que comenzó como una noche tranquila junto al mar en el bar American Fish Company, terminó en un episodio devastador con tres personas muertas y cinco heridas. Sin previo aviso, una ráfaga de disparos rompió la calma de una comunidad que aún lucha por entender cómo una tragedia así pudo suceder. Y lo que es más desconcertante: el autor fue identificado como Nigel Edge, un veterano condecorado del Cuerpo de Marines.

Una noche de alegría que terminó en horror

El sábado 28 de septiembre, los residentes locales y turistas disfrutaban de música en vivo, bebidas y la brisa del océano en American Fish Company, un bar situado a solo 48 kilómetros al sur de Wilmington.

De repente, Nigel Edge, de 40 años, acercó su embarcación a la costa, bajó la velocidad y, sin mediar palabra, abrió fuego contra la multitud con un fusil tipo AR-15 equipado con silenciador y mira telescópica, según documentos judiciales. La policía de Southport calificó el ataque como "altamente premeditado".

Los muertos fueron identificados como:

  • Joy Rogers, de 64 años, recientemente mudada desde California a Southport.
  • Solomon Banjo, de 36 años, de Charlottesville, Virginia.
  • Michael Durbin, de 56 años, de Galena, Ohio.

Cinco personas más resultaron heridas de gravedad y se mantienen hospitalizadas.

¿Quién es Nigel Edge?

Edge, quien hasta 2023 se llamaba Sean DeBevoise, sirvió en el Cuerpo de Marines entre 2003 y 2009, alcanzando el rango de sargento. Según una entrevista de 2017 publicada por Wilmington Star-News, participó en una operación en Irak donde fue impactado por cuatro balas, una de ellas en la cabeza. Desde entonces, vivía con una lesión cerebral traumática, estrés postraumático severo y múltiples trastornos mentales.

Durante la audiencia judicial inicial, el fiscal del condado, Jon David, describió que Edge padece “problemas significativos de salud mental”. A esto se suma el aislamiento social, según conocidos del acusado. Phillip Bowen, testigo del tiroteo y quien conversó con Edge años atrás, lo describe como un hombre que "necesitaba ser escuchado y querido".

Veteranos y salud mental: una bomba de tiempo

Este caso ha reabierto un debate urgente en Estados Unidos: ¿está el país fallando a sus veteranos de guerra?

Según un informe del Departamento de Asuntos de los Veteranos de EE. UU. (VA), aproximadamente 17 veteranos se suicidan cada día. Además, una encuesta de RAND Corporation señaló que más del 20% de los veteranos que han servido en Afganistán o Irak sufren de TEPT (trastorno de estrés postraumático).

Las dificultades para reintegrarse a la vida civil, la falta de apoyo emocional, el acceso limitado a tratamientos adecuados y la cultura del silencio respecto a la salud mental, convierten a muchos excombatientes en verdaderas bombas de tiempo.

La facilidad con la que accedió al arma

Además del componente psicológico, este caso también pone en evidencia la facilidad con la que se pueden obtener armas de asalto y aditamentos ilegales en EE. UU. Edge empleó un arma tipo AR-15, modificada con una mira y un silenciador, herramientas normalmente asociadas con operaciones militares o de francotiradores.

¿Cómo es posible que alguien con un historial mental tan delicado tenga acceso a tales instrumentos?

En Carolina del Norte, salvo excepciones, no se requiere un permiso para comprar rifles semiautomáticos ni se exige evaluación psicológica previa. Todo esto crea un escenario legal que facilita que personas inestables puedan ocasionar masacres.

El duelo de una comunidad

Joy Rogers fue descrita por su familia como una mujer llena de luz, guiada por su fe cristiana y cuya alegría nunca pasó desapercibida. Su esposo, Lennie Rogers, se encontraba con ella en el bar y logró salir ileso. “Vivió conforme a su nombre —su espíritu irradiaba alegría, luz y amabilidad donde quiera que iba”, expresó Lennie en un comunicado.

Otros testigos recuerdan la secuencia con espanto. “Todos estaban bailando y pasándola bien… hasta que no lo estaban”, relató Alisa Noah, presente esa noche.

La comunidad ha organizado vigilias por las víctimas y ha exigido respuestas firmes a las autoridades. Al mismo tiempo, medios locales como WWAY-TV informan del miedo latente que aún persiste.

¿Y ahora qué? El camino a una justicia compleja

Edge permanece encarcelado sin derecho a fianza en la prisión del condado de Brunswick. Enfrenta tres cargos de asesinato en primer grado, cinco de intento de asesinato y cinco por asalto con armas de fuego. Su próxima comparecencia en la corte será el 13 de octubre.

La fiscalía está evaluando solicitar la pena de muerte, una decisión que deberá considerar también su estado de salud mental.

¿Puede ser juzgado como completamente responsable? ¿Cuánto pesa el trauma de guerra y los años de abandono institucional en su comportamiento? Preguntas que no sólo desafían la ética judicial, sino que abren un debate más amplio sobre responsabilidad, trauma y prevención.

Un sistema que no escucha ni protege

Este caso es mucho más que un acto atroz de violencia. Es una cadena de omisiones: de salud pública, del sistema militar, del Congreso y de nuestra cultura. Nigel Edge no nació asesino, pero su historia muestra cómo un veterano condecorado puede convertirse en autor de una tragedia si no se le brinda el apoyo correspondiente.

El país debe abordar urgentemente dos frentes interconectados: la salud mental de sus militares y el acceso a armas de alto poder.

Mientras continúan las investigaciones y se define el futuro judicial de Edge, una comunidad con el alma destrozada clama por justicia y por una conversación nacional que —esta vez— no se diluya en el olvido tras la novedad del próximo escándalo.

Porque si no actuamos, este crimen no será el último.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press