Los glaciares suizos se derriten ante nuestros ojos: una advertencia de la naturaleza
Pérdida del 3% del volumen de hielo en 2025 expone la velocidad catastrófica del cambio climático en Europa
GINEBRA – Suiza, famosa por sus imponentes paisajes alpinos, sus relojes milimétricos y su chocolate exquisito, está viviendo una transformación tan rápida como alarmante: sus glaciares están desapareciendo a un ritmo sin precedentes. En lo que va de 2025, la nación europea ha perdido un 3% del volumen total de sus glaciares, según un informe publicado por la organización suiza de monitoreo de glaciares GLAMOS y la Academia Suiza de Ciencias.
Este fenómeno debe interpretarse como algo más que una simple pérdida del paisaje escénico: se trata de una señal crítica sobre el estado de nuestro clima global, y su impacto va mucho más allá de las fronteras suizas.
Un récord que no queremos romper
La pérdida de masa glaciar del 3% en 2025 representa el cuarto mayor retroceso anual registrado en la historia de Suiza. Solo fue superado por los trágicamente históricos números de 2022, 2023 y 2003. Lo más descorazonador: varios científicos afirman que estos récords podrían convertirse en la nueva normalidad.
“El derretimiento glaciar en Suiza volvió a ser enorme en 2025”, declararon los investigadores. “Un invierno con poca nieve combinado con olas de calor en junio y agosto condujo a una pérdida significativa del volumen glaciar.”
Glaciares en retirada: cifras que impactan
- Suiza tiene cerca de 1,400 glaciares, más que cualquier otro país europeo.
- En la última década, el país ha perdido el 25% de su masa glaciar.
- Más de 1,000 glaciares pequeños han desaparecido por completo.
Estas cifras no son frías estadísticas. Representan la pérdida definitiva de ecosistemas, fuentes valiosas de agua dulce, y un impacto profundo tanto en la geografía como en la vida económica del país.
Las causas: entre la nieve menguante y el calor abrasador
Según Matthias Huss, líder de GLAMOS y glaciólogo del ETHZ (Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich), la explicación es clara: el calentamiento global antropogénico, es decir, el causado por la actividad humana, es el principal impulsor de este acelerado retroceso glaciar.
Este año, un invierno con escasas nevadas dejó reservas de nieve muy por debajo de lo normal. Posteriormente, olas de calor sin precedentes en junio y agosto (junio fue el segundo más caluroso registrado) agravaron la situación.
La escasa nieve no solo reduce la acumulación de nuevo hielo, sino que además deja a los glaciares más expuestos al sol y al calor, acelerando su fusión. La combinación letal de estos dos factores adelantó el inicio del derretimiento de los glaciares a principios de julio, el punto más temprano jamás registrado.
Consecuencias que cruzan fronteras
La pérdida de glaciares en Suiza no puede verse como un problema aislado. Estos colosos de hielo abastecen caudales fluviales que alimentan ríos en Alemania, Francia, Italia, Austria y más allá. Las consecuencias sobre el suministro de agua, la agricultura y la energía hidroeléctrica son potencialmente devastadoras.
En palabras de Huss:
“Estamos viendo cómo el paisaje cambia físicamente, se vuelve inestable. Las montañas cambian, el terreno se desplaza. Esto va mucho más allá del derretimiento del hielo.”
Un ejemplo trágico ocurrió en mayo de este año, cuando una masa enorme de roca y hielo descendió violentamente desde un glaciar, cubriendo casi por completo el pueblo alpino de Blatten, en el sur de Suiza. Afortunadamente no hubo víctimas, pero el evento activó las alarmas de los servicios geológicos de toda Europa.
El valor histórico y turístico también se derrite
Además del impacto ecológico, este proceso también implica la pérdida de paisajes que durante siglos han sido parte de la identidad suiza y de su atractivo turístico. Regiones como el glaciar del Ródano o el Glaciar de Aletsch —el más grande de los Alpes— son ahora testigos vulnerables del cambio climático.
La industria del turismo de montaña suizo, que genera millones de francos cada año, está en riesgo. Actividades como el alpinismo, el esquí y el senderismo glacial se están volviendo cada vez más peligrosas y estacionales ante la inestabilidad del terreno y la reducción de zonas nevadas.
La ciencia suena la alarma (una vez más)
El reporte de GLAMOS y la Academia Suiza refuerza una tendencia que ya ha sido compartida desde diversas instituciones como la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
En su último reporte, el IPCC advirtió que si no se reducen drásticamente las emisiones globales de gases de efecto invernadero, hasta el 80% de los glaciares alpinos podrían desaparecer para finales de siglo.
“La Tierra responde directamente a nuestras emisiones. El hielo que se derrite en Suiza hoy es el reflejo de nuestras decisiones pasadas”, explicó la experta en cambio climático Heike Lutz en una reciente conferencia en Berna.
¿Y el futuro?
Las soluciones no son sencillas ni inmediatas. Frenar el derretimiento glaciar implica una transformación profunda del modelo energético global, con implicaciones económicas y políticas significativas.
Sin embargo, ya se están tomando medidas a nivel local y nacional. Por ejemplo:
- Programas para cubrir partes de glaciares con lonas reflectantes en verano, reduciendo la absorción de calor.
- Mapeo y monitoreo constante de riesgos geológicos e hídricos.
- Inversión en energía renovable para reemplazar combustibles fósiles.
Aun así, sin el compromiso global de reducir las emisiones de dióxido de carbono a cero neto entre 2050 y 2100, estas soluciones serán apenas paliativas.
Una advertencia helada
El deshielo de los glaciares suizos no solo debe ser símbolo de preocupación para científicos o activistas. Es una poderosa llamada de atención para todos nosotros. El hielo que se pierde hoy en los Alpes es parte de un sistema interconectado que sostiene nuestros ríos, nuestra agricultura y hasta nuestro consumo energético diario.
Cada grado adicional en la temperatura media del planeta trae consigo consecuencias irreversibles, y los glaciares, imponentes y silenciosos, nos lo están gritando con cada gota que se funde.
Mientras haya hielo, aún hay esperanza. Pero el tiempo y el clima, literalmente, se nos están derritiendo entre las manos.