Parques Nacionales en Emergencia: El Costo Silencioso del Cierre del Gobierno
El cierre federal en EE. UU. deja a viajeros y comunidades dependientes del turismo con más preguntas que respuestas
Estados Unidos vive una vez más un cierre parcial del gobierno, y como ya ha ocurrido anteriormente, los Parques Nacionales se encuentran en medio del fuego cruzado político y presupuestal. Mientras miles de visitantes esperan acceder a sitios emblemáticos como la Estatua de la Libertad o el Parque Histórico Nacional de la Independencia en Filadelfia, los efectos del cierre se traducen en incertidumbre, restricciones y una profunda pérdida económica.
Un país cerrado a medio abrir
La estrategia de contingencia publicada por el Servicio de Parques Nacionales (NPS, por sus siglas en inglés) dice claramente: "Los caminos, miradores y monumentos al aire libre en general permanecerán accesibles". Sin embargo, eso no significa que los visitantes tengan asegurado el mismo nivel de experiencia ni mucho menos seguridad o limpieza. De los más de 13,000 empleados de tiempo completo del NPS, alrededor de 9,300 han sido suspendidos temporalmente, lo que deja a muchos parques operando sin personal de control o guía.
En lugares como el Parque Nacional de Acadia (Maine), los visitantes llegan, pero encuentran los centros de información cerrados y sin mapas ni asistencia alguna. En otros, como el Parque Militar Nacional de Vicksburg (Misisipi), el cierre es total. Una ONG local ha intentado cubrir los costos del personal mediante donaciones privadas para reabrir el sitio, pero sin resultados inmediatos.
Filadelfia y la paradoja de la historia inaccesible
En el corazón de Filadelfia, donde se alza el Parque Histórico Nacional de la Independencia, los turistas quedaron a las puertas este octubre. La Campana de la Libertad —símbolo fundacional de EE. UU.— sólo puede apreciarse tras el cristal, suspendida en una burbuja inalcanzable por el cierre de sus instalaciones internas.
La escena es repetida: viajeros que planean sus visitas con meses de anticipación enfrentan cancelaciones, pérdidas y frustración. Según estadísticas del Departamento del Interior, más de 300 millones de personas visitan los parques nacionales cada año. Durante el cierre de 2013 bajo la presidencia de Barack Obama, se estimó que el impacto económico fue de 500 millones de dólares en gastos turísticos no realizados.
2018-2019: la lección ignorada
La experiencia durante el apagón gubernamental de finales de 2018 y principios de 2019 debería haber servido de advertencia. A pesar de dejar abiertos varios parques, la falta de personal técnico y de seguridad provocó vandalismo, acumulación masiva de basura y daños a zonas protegidas. Incluso se reportaron casos de circulación ilegal por caminos destinados exclusivamente a senderismo, lo cual puso en riesgo valiosos recursos naturales.
Por esta razón, más de 40 ex superintendentes del NPS firmaron una carta donde urgían al gobierno a cerrar completamente los parques durante futuros ‘shutdowns’. En su opinión, mantenerlos parcialmente operativos significaba una derrota ambiental irreversible.
Impacto en las comunidades locales
Más allá del impacto ambiental y turístico directo, las comunidades aledañas a los parques nacionales sufren fuertes consecuencias económicas. Estas localidades, comúnmente llamadas “gateway communities”, dependen del flujo turístico no solo para la venta de entradas, sino para mantener a flote hoteles, restaurantes, tiendas y el espíritu económico local.
Ciudades como Moab (Utah), Jackson (Wyoming) o Gatlinburg (Tennessee), cuya economía gira en torno a parques como Arches, Yellowstone y Great Smoky Mountains, han presionado constantemente a sus autoridades estatales para mantenerlos abiertos. En 2013, Utah destinó 1.7 millones de dólares a mantener abierto el acceso a sus parques nacionales. Arizona, Colorado, Nueva York y Tennessee emularon estos esfuerzos en posteriores cierres.
En la actualidad, Colorado ya ha sugerido que podría hacer lo mismo para mantener activo el acceso al Rocky Mountain National Park. Arizona, hogar del Gran Cañón, ha declarado que carece de los fondos necesarios en esta ocasión.
¿Qué parques están abiertos durante el cierre?
This es una de las preguntas más frecuentes en las redes sociales del NPS y organismos turísticos estatales. Sin embargo, la agencia no tiene una lista actualizada y pública de qué sitios están abiertos o cerrados durante este período. El servicio simplemente establece que los sitios que no cuenten con “áreas accesibles” estarán cerrados. Pero, ¿qué significa exactamente ‘accesible’?
El vacío de información ha generado confusión incluso en casos tan icónicos como Yosemite o el Gran Cañón. En muchos casos, los parques están accesibles, pero sin baños, basura sin recoger ni personal de seguridad o interpretación. En un mundo donde la información digital es esencial, los portales web oficiales no ofrecen respuestas claras, fomentando una cadena de llamada tras llamada sin solución.
Turismo en cifras: cuando el simbolismo tiene precio
En 2022, los parques nacionales generaron cerca de $50 mil millones anuales en beneficios económicos, incluidos trabajos directos e indirectos —más de 340,000 según el informe “National Park Visitor Spending Effects”. El turismo natural tiene un valor no solo cultural o educativo, sino también fiscal.
El cese temporal de operaciones significa perder ese flujo de ingresos. Mientras los parques estén cerrados o solo parcialmente accesibles, visitantes internacionales y domésticos optarán por otras alternativas, disminuyendo los beneficios. En estados como Maine, Montana y Alaska, estas afectaciones pueden representar una pérdida de ingresos de hasta el 40% en temporada alta.
¿De quién es la culpa?
Los cierres de gobierno suelen ser consecuencia directa de fracturas políticas sobre el presupuesto federal. Mientras se negocian aumentos al techo de deuda, recortes de programas sociales u otras partidas, los empleados y servicios no esenciales —como los parques— se convierten en rehenes. Y aunque la preferencia pública es que parques y monumentos permanezcan abiertos, su mantenimiento sin financiación federal es imposible.
El senador Angus King (I-Maine), declaró anteriormente: “Cerrar los parques no es solo decepcionante... es económicamente insensato y moralmente innecesario”. Además, señaló que muchas veces los acuerdos para permitir reaperturas se logran solo después de un deterioro irreversible del entorno natural o la pérdida de semanas de ingresos turísticos.
Doble moral: turismo sí, presupuesto no
Muchos congresistas han presionado para mantener abiertos ciertos parques “favoritos” mientras se ignora el resto del sistema. Por ejemplo, se han aprobado fondos temporales para el acceso al Mall Nacional en Washington D.C., lugar donde opera el Congreso. El mensaje es claro: lo simbólicamente político tiene privilegios, mientras la conservación ambiental queda relegada.
Además, los parques nacionales no solo son sitios turísticos, sino territorios vivos. En muchos casos, son hogar de comunidades indígenas, especies en peligro y relictos de biodiversidad únicos. Su descuido acarrea consecuencias más allá del turismo: es una amenaza directa a la biodiversidad y preservación cultural de EE. UU.
El precio del cierre recae sobre las personas
Finalmente, hay que hablar del impacto humano. Trabajadores suspendidos sin goce de sueldo, turistas decepcionados, comunidades enteras sin ingresos. El cierre federal afecta vidas, no solo estructuras.
Y como siempre, la paradoja permanece: el sistema federal que diseñó algunos de los santuarios naturales más importantes de la historia moderna mundial también es el que, en nombre de desacuerdos políticos, los deja a su suerte, sin dinero, sin personal y sin rumbo.