SEPTA y el colapso en cámara lenta de su flota: ¿cuánto vale realmente la seguridad pública?
Cinco incendios, decenas de evacuaciones y una flota de trenes con medio siglo de servicio: la NTSB lanza una llamada de atención urgente para Philly
Una flota que arde: ¿realmente vale la pena el riesgo?
La Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB, por sus siglas en inglés) emitió esta semana una advertencia alarmante a la Autoridad de Transporte del Sureste de Pensilvania (SEPTA): suspender de inmediato la operación de los vagones Silverliner IV, que componen una parte importante de su servicio ferroviario regional, hasta que se resuelva el riesgo de incendios eléctricos.
Esta declaración no surge del vacío. La NTSB investigó cinco incendios separados solo en 2024, todos ellos en modelos Silverliner IV, marcando una preocupante tendencia que plantea interrogantes sobre la seguridad del transporte urbano en Filadelfia. En particular, destaca un caso en el que 350 pasajeros debieron ser evacuados, algunos con heridas menores, y otros dos trenes fueron completamente destruidos.
¿Qué son los Silverliner IV?
Los vagones Silverliner IV fueron construidos por General Electric en la década de 1970. Están en funcionamiento desde hace más de 50 años, y aunque han sido sometidos a mantenimiento regular, los diseños antiguos y la falta de sistemas modernos de detección de fallas los convierten en un riesgo para la seguridad.
De los casi 400 trenes regionales de SEPTA, aproximadamente 230 son Silverliner IV, lo que representa más de la mitad de la flota eléctrica. Esto los convierte en una columna vertebral del sistema ferroviario, pero también en su talón de Aquiles.
¿Dónde está el problema?
Según la NTSB, los incendios fueron vinculados a componentes eléctricos cruciales del sistema de tracción y frenado dinámico. También señalaron una evidente deficiencia en los controles de monitoreo a bordo, que no alertan adecuadamente al equipo del tren sobre fallos en sistemas esenciales.
En palabras del informe, "la combinación del mantenimiento insuficiente y un diseño obsoleto presenta un riesgo inmediato e inaceptable para la seguridad".
Una flota que debería haberse retirado hace años
En su propio informe presupuestario, SEPTA ya había reconocido que reemplazar los Silverliner IV era una "inversión largamente postergada" y añadió, en lenguaje directo, que "ya no se puede demorar". Estimaron que reemplazar toda esta flota costaría aproximadamente 1.000 millones de dólares, pero reconocieron también que el proyecto tomará al menos hasta 2036.
“La pregunta ya no es si se deben reemplazar, sino cuánto tiempo podemos mantener este juego peligroso con piezas antiguas.”
¿Qué está haciendo SEPTA?
Hasta ahora, SEPTA no ha respondido públicamente sobre si implementará las recomendaciones de la NTSB. Pero hay un contexto importante: la agencia lucha actualmente por mantener su financiamiento operativo en un entorno con menores niveles de pasajeros tras la pandemia y costos de mantenimiento e infraestructura en aumento.
SEPTA transporta diariamente alrededor de 800.000 pasajeros en total, en autobuses, tranvías y trenes. Una suspensión total de los Silverliner IV significa afectar potencialmente a decenas de miles de ellos cada día.
Estadísticas que deberían alarmar
- Más del 57% de la flota eléctrica son modelos Silverliner IV.
- Se han reportado cinco incendios solo este año, uno de los vagones estuvo involucrado en dos de ellos.
- Dos coches han sido destruidos totalmente por el fuego.
- El costo estimado del reemplazo total asciende a 1.000 millones de dólares.
- Los nuevos trenes no estarán listos antes de 2036.
¿Un problema exclusivo de Filadelfia?
Lamentablemente, no. Muchos sistemas de transporte público urbano en EE.UU. enfrentan problemas estructurales debido a la falta de inversión sostenida. Los costos disparados en construcción, materiales y licitaciones públicas están llevando a que la vida útil de trenes y autobuses se estire al límite.
El caso SEPTA es solo uno más de una crisis en cámara lenta del transporte público estadounidense. El enfoque de "si no está roto, no lo repares" ha generado un efecto dominó en muchas ciudades con infraestructuras construidas en los sesentas o setentas y hoy simplemente desfasadas para el siglo XXI.
Los usuarios, los más afectados
La respuesta tardía o ambigua impacta directamente al usuario. Cualquier fallo masivo pone en riesgo vidas, reduce la confianza en el sistema público, fomenta el uso del automóvil y, por ende, incrementa los problemas de tráfico, emisiones y desigualdad de acceso. Al no priorizar el transporte público y su renovación, las ciudades se castigan a sí mismas.
¿Existen soluciones a corto plazo?
La NTSB no solo pidió suspender los trenes, también recomendó dos acciones inmediatas:
- Modernizar los sistemas de control y monitoreo de fallos eléctricos en los Silverliner IV.
- Adaptar los coches a los estándares modernos de seguridad contra incendios.
Ambas medidas son caras, pero probablemente más baratas que una demanda millonaria si un incendio termina con pérdidas humanas.
¿Y si Filadelfia tuviera otro accidente con consecuencias fatales?
No debería requerirse una tragedia para que las autoridades tomen decisiones. Ya hemos visto episodios similares en otras ciudades, como el incendio en el metro de Washington DC en 2015 que costó una vida y dejó múltiples heridos debido a fallos eléctricos en trenes antiguos.
En ese sentido, la pregunta urgente no es si SEPTA puede permitirse suspender la flota. La pregunta es si puede permitirse continuar arriesgando vidas.
Una oportunidad para replantear el transporte público
Esta crisis ofrece una oportunidad: replantear el transporte como un derecho y no como un lujo. Invertir en sistemas modernos, seguros y sostenibles es una inversión a largo plazo en la vitalidad y sostenibilidad de las ciudades.
Si Filadelfia –una de las ciudades fundadoras del país– puede volver a mostrar liderazgo en infraestructura pública, quizás otras urbes sigan ese ejemplo. Eso, claro, si se comienza ya.