Siria vota sin el pueblo: ¿una oportunidad democrática o una ficción institucional?

Con nuevos comicios ante la caída de Assad, el país árabe encara elecciones parlamentarias sin partidos políticos, sin sufragio popular y con amplias críticas sobre inclusión y transparencia.

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¿Un nuevo capítulo democrático?

Este domingo, Siria celebra sus primeras elecciones parlamentarias desde la caída del régimen de Bashar al-Assad, destituido tras una ofensiva rebelde en diciembre. Para algunos, este hecho simboliza una transición democrática. Para otros, representa una nueva fachada institucional de un sistema aún lejos de ser verdaderamente representativo.

Durante los 50 años de la dinastía Assad, Siria organizó elecciones periódicas que, más allá de lo formal, eran fácilmente reconocibles como ejercicios controlados de poder. El partido Baaz dominaba absolutamente el Parlamento, y las votaciones eran consideradas meros rituales de legitimación, sin competitividad real. Tal como lo explican analistas electorales, lo más "competitivo" del proceso ocurría en las primarias internas del Baaz, donde los miembros del partido pugnaban por un lugar en la lista única.

Del régimen al interinato: ¿cambio genuino?

Tras el colapso del aparato Assad, un gobierno interino asumió el poder, disolvió partidos políticos—todos cercanos al antiguo gobierno—y organizó una elección que, nuevamente, no es del todo democrática. La gran diferencia: no hay expertos que tomen esta elección como una "farsa total", pero aún así hay numerosas inquietudes sobre inclusión, participación popular y transparencia.

De los 210 escaños que conforman la Asamblea del Pueblo, dos tercios (140 escaños) serán electos por "colegios electorales" regionales, y el tercio restante (70 escaños) será designado directamente por el presidente interino Ahmad al-Sharaa. Es decir, solo 6.000 personas aproximadamente (miembros previamente seleccionados de los colegios) decidirán por toda la nación.

¿Qué son los colegios electorales y cómo fueron elegidos?

Existen 60 distritos electorales, cada uno conformado por comités designados para reclutar miembros de los colegios. Estos miembros —7.000 proyectados, pero 1.000 menos en la práctica debido a conflictos regionales— son votantes únicos en esta elección.

Por ejemplo, en Alepo, 700 personas decidirán 14 cargos legislativos; en Damasco, 500 tendrán ese poder para 10 cargos. Todos los candidatos autorizados provienen exclusivamente de los colegios. Y, al estar disueltos los partidos, se postulan sin afiliación política reconocida.

¿Por qué no hubo voto popular?

La razón oficial es clara: no existe un padrón electoral confiable. Según estimaciones independientes, la guerra civil de 14 años ha desplazado a más de 13 millones de sirios. Una gran parte perdió documentos esenciales para votar; otros directamente viven fuera del país.

El analista Benjamin Feve, del consultor Karam Shaar Advisory, admite que “ni siquiera sabemos cuántos sirios siguen en Siria hoy”. Además, crear una logística electoral para incluir refugiadxs en decenas de países es una tarea colosal.

El mandato de este Parlamento será de 30 meses. En teoría, ese tiempo debería servirle al gobierno interino para sentar bases hacia un sufragio universal en el siguiente ciclo.

Cuestionamientos sobre la transparencia

La falta de criterios públicos para seleccionar electores genera fuertes sospechas. El investigador Haid Haid (Arab Reform Initiative y Chatham House) denuncia que el proceso no tiene supervisión independiente y que las listas iniciales de electores fueron modificadas sin explicación. “Nombres fueron eliminados arbitrariamente”, afirma.

Antes de las elecciones, circulaban listas preliminares con los miembros del colegio, pero pocas semanas después fueron modificadas—en algunos casos dejando fuera a líderes comunitarios y figuras independientes, lo cual puso en jaque la credibilidad del proceso.

¿Y las mujeres? ¿Y las minorías?

La ley electoral exigía que al menos un 20% de los colegios fueran conformados por mujeres. Sin embargo, eso no garantiza que lleguen al Parlamento ni que sean siquiera candidatas viables. En cifras:

  • De 1.578 candidatos oficiales, solo 14% son mujeres.
  • Algunos distritos, como el de Latakia, tienen hasta un 30-40% de mujeres candidatas; otros, ninguno.

También hay preocupación por la ausencia de cuotas para grupos étnicos o religiosos minoritarios. La provincia de Sweida (mayoría drusa) y vastas zonas kurdas del noreste no celebrarán elecciones.

¿Marginalización o diseño institucional?

El conflicto entre DAMASCO y las autoridades kurdas y drusas ha provocado una exclusión electoral directa. Paradójicamente, sí podrían nombrarse legisladores en esos territorios... a dedazo presidencial.

Según Haid, eso no resuelve el problema de fondo: “El conflicto político entre las autoridades locales y el gobierno central sigue latente y se proyecta hacia el futuro del país”. Feve destaca, sin embargo, que el diseño distrital evitó una práctica común en regímenes excluyentes: diluir las zonas minoritarias con mayorías para reforzar el control étnico-religioso. “Podrían haberlas fusionado con distritos sunitas... no lo hicieron. Es señal al menos de una mínima sensibilidad institucional”, reflexiona.

El rol del presidente interino: ¿garantía parcial?

Al contar con el poder de nombrar 70 legisladores, se espera que Ahmad al-Sharaa use ese mecanismo para corregir desequilibrios de género, religiosos y geográficos. Sin embargo, los críticos señalan que la designación directa refuerza la opacidad inicial.

Según un reporte de la agencia estatal SANA, se espera que Al-Sharaa permita la representación de mujeres o pueblos excluidos en la votación, como forma de compensación. Pero no hay garantía ni existe una fórmula pública que determine cómo o por qué se elegirán esos nombres.

¿Qué sigue después?

Los próximos 30 meses serán cruciales. Siria deberá crear una legislación electoral integral, establecer instituciones independientes, regular partidos políticos emergentes y, sobre todo, recuperar datos fiables de su población.

El país se encuentra en una encrucijada: reformarse desde la institucionalidad simbólica hacia estructuras legítimas o perpetuar el ciclo de gobiernos diseñados sin participación real del pueblo. Estos comicios podrían ser el primer paso hacia una democracia viable... o una nueva versión del pasado.

Mientras tanto, los ojos del mundo están sobre Siria, no sólo para contar votos, sino para medir intenciones.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press