Zaporizhzhia: La central nuclear más grande de Europa al borde del abismo
La planta nuclear ucraniana, ocupada por Rusia, ha perdido su conexión eléctrica externa y depende de generadores de emergencia. ¿Estamos ante una posible catástrofe nuclear?
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en 2022, la planta nuclear de Zaporizhzhia ha sido un epicentro silencioso de tensión global. Hoy, declara Ucrania y confirma la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), nos enfrentamos a un nuevo nivel de riesgo nuclear.
Una bomba de tiempo en el corazón de Europa
Localizada en el sur de Ucrania, la central nuclear de Zaporizhzhia no solo es la más grande de Europa, sino también una de las diez más grandes del mundo. Sus seis reactores la convierten en una instalación de inmensa importancia estratégica. Desde que fue tomada por las fuerzas rusas en los primeros días del conflicto, su situación ha sido motivo de alarma internacional.
Actualmente, según la IAEA, la planta perdió su conexión a la red eléctrica externa hace más de una semana, por décima vez durante la guerra. Esta pérdida se debió al daño sufrido por su única línea de transmisión restante, situada a apenas 1,5 kilómetros del complejo, en medio de intensos combates.
El director general de la IAEA, Rafael Mariano Grossi, declaró que, aunque "no hay un peligro inmediato", la situación es "claramente insostenible".
Generadores de emergencia bajo presión
La planta está siendo alimentada únicamente por generadores diésel de emergencia, diseñados para operar durante cortos periodos de tiempo. Sin embargo, ahora llevan más de una semana suministrando energía crítica para el enfriamiento de los reactores apagados y el combustible gastado.
“Los generadores y la planta no fueron diseñados para esto,” advirtió el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy, calificando la situación de “crítica”.
Un equipo de la IAEA, que permanece en el sitio bajo circunstancias excepcionales, informa que hay combustible suficiente para mantener los generadores funcionando por más de 10 días. Sin embargo, los riesgos se acumulan a cada hora.
¿Qué pasa si fallan los generadores?
La respuesta corta: una catástrofe nuclear.
Sin electricidad, los sistemas de enfriamiento dejarían de funcionar, al igual que los equipos de monitoreo de seguridad. Esto podría resultar en el sobrecalentamiento de los reactores o del combustible gastado, lo que conlleva riesgos de explosión o liberación de material radiactivo.
No es una hipótesis lejana. Durante el desastre de Fukushima en Japón en 2011, el fallo de los generadores de emergencia causó el colapso del sistema de enfriamiento, resultando en un accidente nuclear con contaminación grave del aire, tierra y mar.
Grossi insistió en la necesidad urgente de restaurar el suministro eléctrico externo. Aseguró estar en contacto con Moscú y Kiev para lograr un acuerdo técnico que permita restablecer la línea dañada, pero destacó que las soluciones deben ser inmediatas.
El factor humano
Los trabajadores de la planta, empleados ucranianos bajo control ruso, operan el complejo bajo amenazas, estrés constante y condiciones limitadas. El acceso a piezas de repuesto, combustible y apoyo técnico es restringido. La IAEA indicó que, para intentar minimizar el desgaste, los equipos de generación se usan de forma rotativa, alternando los que están activos, en mantenimiento o en reserva.
Actualmente, según la IAEA:
- Ocho generadores están en funcionamiento
- Nueve están en modo de reserva
- Tres están en mantenimiento
Este esquema busca preservar su disponibilidad futura, pero el uso prolongado no garantiza su integridad a largo plazo.
Radiación y guerra: una mezcla letal
Desde su ocupación por parte de Rusia, la planta ha sido usada como escudo militar, con informes de artillería rusa colocada en sus instalaciones. Esto reduce drásticamente la probabilidad de ataques ucranianos directos, pero convierte a la planta en un objetivo indirecto de los combates en su entorno.
En un conflicto tan cambiante, un proyectil extraviado o un dron fuera de control podrían tener consecuencias catastróficas, incluso sin una explosión nuclear directa.
La IAEA ha caminado una línea diplomática peligrosa: mantener observadores en la planta sin poner en juego su neutralidad, para seguir alertando de los peligros y evitar una reacción política de alguna de las partes enfrentadas.
Reacciones internacionales
Varias organizaciones, incluyendo Save the Children, han advertido que, en paralelo a los riesgos nucleares, las conexiones de comunicación y energía son esenciales para la ayuda humanitaria. La posibilidad de un evento nuclear complicaría aún más un país ya devastado por la guerra, el desplazamiento masivo y el invierno europeo que se aproxima.
Según datos de la ONU, más de 5,7 millones de personas han huido de Ucrania desde que comenzó la invasión, y cerca de 3,7 millones son desplazados internos. Un desastre como el de Zaporizhzhia no solo multiplicaría estos números, sino que podría generar una nube radiactiva que cruzara fronteras, con impactos en países vecinos como Polonia, Moldavia y Rumanía.
¿Pregunta sin respuesta o bomba de relojería?
La situación en Zaporizhzhia se ha convertido en un test complejo de diplomacia, ciencia y resistencia humana. La comunidad internacional observa con atención, mientras los relojes marcan días críticos para resolver un problema que puede superar cualquier frontera.
Como recordaba Grossi:
“La seguridad nuclear no puede depender de generadores de diesel. Necesitamos una solución sostenible. Y la necesitamos ahora.”
El tiempo se agota, no solo para Ucrania, sino para toda Europa.