El caso Caster Semenya: la carrera que el atletismo apagó con reglas

Tras siete años de batalla legal, la doble campeona olímpica decide cerrar un pleito que marcó el debate global sobre la identidad en el deporte

Una lucha que redefinió el deporte femenino

La retiración de Caster Semenya de su batalla legal marca el final de una era, pero, al mismo tiempo, consolida su legado como una figura clave en la discusión sobre los límites de la competencia femenina en el deporte. Semenya, sudafricana, dos veces campeona olímpica en 800 metros y poseedora de una de las carreras más dominantes en la historia del atletismo, ha sido también la protagonista de una de las controversias científicas y éticas más importantes del deporte contemporáneo.

¿Quién es Caster Semenya?

Caster Semenya nació en Sudáfrica en 1991. Desde joven, destacó en distancias medias como los 800 metros y, ya a los 18 años, ganó el Campeonato Mundial de Atletismo en Berlín 2009. A partir de allí su ascenso fue meteórico, pero no exento de polémicas y escrutinio internacional. Semenya fue objeto de «verificaciones de sexo» cuando aún era adolescente, desencadenadas por su dominio en la pista y su aspecto físico. Sin embargo, nunca fue sancionada por fraude. Fue clasificada como mujer al nacer y se ha identificado como tal durante toda su vida.

La regla impuesta por World Athletics

En 2011, World Athletics (entonces IAAF) introdujo por primera vez restricciones a las atletas con altos niveles naturales de testosterona: las mujeres con condiciones conocidas como "diferencias del desarrollo sexual" (DSD). Estas nuevas reglas tomaban como blanco a corredoras como Semenya, argumentando que el nivel de testosterona les otorgaba una "ventaja injusta" en comparación con otras atletas femeninas. La evidencia científica de esa ventaja ha sido, y sigue siendo, ampliamente debatida. Si bien es cierto que la testosterona puede mejorar el rendimiento muscular y cardiovascular, muchos sostienen que el deporte siempre ha estado lleno de atletas con ventajas genéticas (como estatura, capacidad pulmonar, etc.) sin que por ello se les excluya.

Bajo la lupa de Europa y las cortes

Semenya se negó sistemáticamente a medicarse para reducir sus niveles hormonales, alegando que ello interferiría con su salud y sus derechos humanos. Esto la llevó a emprender una batalla legal de proporciones históricas:
  • 2018: Apeló las restricciones ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
  • 2020: Llevó el caso al Tribunal Federal Suizo tras perder en el TAS. También perdió aquí.
  • 2023: La Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH) dictaminó que no se le había concedido una audiencia justa en Suiza, sentando un precedente jurídico clave.
Sin embargo, en octubre de 2025, Semenya y su equipo legal anunciaron que no continuarían con el proceso. "El caso alcanzó la corte más alta posible con un resultado exitoso. No será llevado más allá en las circunstancias actuales", declaró su abogado Patrick Bracher.

La atleta, silenciada en su mejor momento

En el apogeo de su dominio, Semenya permaneció invicta en más de 30 carreras consecutivas. Había ganado los 800 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y Río 2016. Su exclusión en 2019 la obligó a participar en pruebas no preferidas —como los 5,000 metros— en un intento por seguir compitiendo sin perjudicar su salud hormonal. El impacto fue inmediato: sus tiempos no estuvieron al nivel élite, y el sistema acabó empujándola a dejar las pistas. Semenya tenía apenas 28 años al momento de la sanción más severa. Ahora tiene 34, está retirada de la competencia y se desempeña como entrenadora.

¿Mujer, intersexual o simplemente atleta?

Semenya tiene una condición conocida como DSD, y, en su caso específico, se sabe que posee un patrón cromosómico XY típico masculino, aunque nació y fue criada como mujer, y se identifica únicamente como mujer. Esto ha causado confusión, y muchas veces su historia ha sido erróneamente confundida con casos de atletas trans. Es crucial aclararlo: Caster Semenya no es una atleta transgénero. El debate que generó está relacionado con las mujeres con diferencias en su desarrollo sexual propias desde el nacimiento, no con aquellas que han hecho una transición de género. Por ello, muchos expertos y defensores de los derechos humanos han señalado que sus derechos fueron vulnerados por el sistema deportivo internacional, al penalizarla por su biología natural.

Las nuevas reglas: más radicales

World Athletics endureció los requisitos en 2023. A partir del 1 de septiembre de ese año, ya no simplemente vigilan los niveles de testosterona; en su lugar exigen una prueba genética para validar si una atleta tiene o no un cromosoma Y. Esto ha provocado nuevas críticas. Se alegan violaciones a la privacidad, discriminación y una forma de exclusión basada en la biología, incompatible con los derechos humanos modernos.

Repercusiones globales y efecto dominó en otros deportes

El caso Semenya fue la punta de lanza para que deportes como la natación (World Aquatics) y el boxeo introdujeran normas similares. En los Juegos Olímpicos de París 2024, por ejemplo, hubo polémicas respecto a boxeadoras como Imane Khelif (Argelia) y Lin Yu-ting (Taiwán), implicadas en reportes no confirmados sobre restricciones por verificación de sexo. El Comité de Boxeo Internacional ha implementado también pruebas genéticas, lo que llevó a Khelif a apelar las medidas, siguiendo el camino de Semenya. Su futuro en el cuadrilátero está en veremos.

El costo humano y deportivo

Más allá del aspecto legal o técnico, lo más importante de este capítulo es el coste emocional y humano. A muchas mujeres atletas con DSD se les ha obligado a retirarse, someterse a tratamientos médicos no deseados o vivir públicamente una condición que preferirían mantener en lo privado. Al respecto, el Comité de Derechos Humanos de la ONU ha expresado: “La salud y el desarrollo de las mujeres atletas con variaciones naturales no deben ser sacrificadas para satisfacer normas rígidas de equidad competitiva”.

Lo que deja Semenya: legado y desafío

Aunque Caster Semenya abandona los tribunales, su historia no termina aquí. Ella sentó las bases para impugnar futuras regulaciones excesivas. La victoria parcial en la Corte de Estrasburgo estará disponible como referencia en causas de nuevas atletas que desafíen normas similares. Semenya también deja un debate abierto: ¿qué significa ser mujer en el deporte de alto rendimiento? ¿Qué nivel de intervención médica y científica es lícito para garantizar «equidad»? ¿Quién decide dónde termina la ventaja genética aceptable y dónde empieza la discriminación? Como dijo la propia Semenya en una entrevista en 2021: “Yo no quiero correr como una mujer, porque eso ya lo hago. Solo quiero que me dejen correr, porque eso es lo que soy: atleta”.

Una voz que no será silenciada

Hoy, desde su faceta como entrenadora y defensora de los derechos humanos, Semenya sigue usando su plataforma para apoyar a jóvenes atletas y generar conciencia sobre temas de equidad, inclusión y derechos en el deporte. Su caso ha sido mencionado en informes de la Amnistía Internacional, analizado en publicaciones científicas y ha inspirado documentales, libros y campañas globales. Aunque ya no podrá disputar su amada prueba de los 800 metros en campeonatos oficiales, Caster Semenya ganó una carrera mayor: convertirse en símbolo de resistencia frente a una estructura mundial que, más allá del cronómetro, aún no entiende todas las formas en que una mujer puede ser fuerte.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press