Fuerza peluda: cómo los perros de apoyo emocional están transformando las heridas invisibles de los soldados en Colombia
En el Hospital Militar Central de Bogotá, una unidad de cuatro patas combate el trauma y la depresión con cariño, compañía y colas que no dejan de moverse.
En los pasillos del Hospital Militar Central de Bogotá, no solo se escucha el sonido de pasos apresurados, camillas o radios militares. De vez en cuando, también se oye el trote ligero de Kratos, Lupa o Rafa, tres perros que conforman una insólita unidad: la “fuerza peluda”. Su misión es tan noble como vital: brindar apoyo emocional a los soldados heridos en combate.
El conflicto armado en Colombia ha dejado profundas heridas durante décadas. A pesar del acuerdo de paz firmado en 2016 entre el gobierno colombiano y las FARC, los enfrentamientos con grupos disidentes y otras organizaciones armadas ilegales continúan, dejando víctimas que no solo sufren físicamente, sino también emocional y psicológicamente.
Heridas del cuerpo y del alma
El sargento segundo Jeisson Sánchez Duque, quien fue herido en la provincia de Antioquia en un enfrentamiento con una estructura criminal, recibió recientemente la visita de los tres canes. Sánchez, convaleciente por una herida en la espalda, comentó emocionado:
“Es algo diferente… te olvidas del dolor y te concentras en los perros.”
Ese “algo diferente” tiene un nombre: terapia asistida con animales. Esta estrategia, usada en hospitales y centros de salud mental en varios países, ha demostrado ser eficaz en reducir síntomas de ansiedad, estrés y mejorar el estado de ánimo de los pacientes.
Un programa con patas firmes
En abril de 2024, tras una visita de una organización dedicada al cuidado animal, el hospital implementó oficialmente este programa, incorporando perros como parte de su equipo terapéutico. A la fecha, el programa ha sumado cinco perros, algunos donados por las Fuerzas Militares y otros por el personal médico del hospital.
Eliana Patricia Ramírez, subdirectora médica del hospital, subrayó que este tipo de intervención tiene bases científicas:
“Los perros generan beneficios en la recuperación al provocar cambios fisiológicos durante la interacción, que tal vez parecen recreativos, pero en realidad son terapéuticos.”
Una guerra que no ha terminado
Colombia aún vive en escenarios de guerra en ciertos territorios. Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), entre enero y julio de 2024, los incidentes con artefactos explosivos aumentaron un 94% en comparación con el mismo período del año anterior. El hospital ha reportado un alarmante aumento en pacientes heridos por explosivos lanzados desde drones.
Entre esos pacientes se encuentra Luis Miguel López, quien perdió parte de su pierna en un campo minado. Su recuperación fue extremadamente dolorosa, física y emocionalmente. López recuerda:
“Estaba deprimido, encerrado en mi habitación. Mi esposa me apoyaba pero no era suficiente. Cuando llegaron los perros, cambié. Trajeron alegría. Me acordé de Goma, un perro antiexplosivos que salvó a mi unidad varias veces y murió por una explosión.”
Los perros no solo provocan una sonrisa. Ellos también reactivan recuerdos y vínculos con compañeros que, aunque no sean de la misma especie, compartieron la misma misión de proteger y servir.
Aliados de cuatro patas contra el trauma
La terapia asistida con animales no es nueva, pero su implementación en contextos militares y de conflicto tiene un valor especial. La doctora Ramírez menciona que se han observado mejoras tangibles en la recuperación de los soldados:
- Reducción de síntomas de estrés postraumático
- Mejoras en la adaptación emocional al dolor físico y discapacidad
- Reducción en la necesidad de medicación sedante o ansiolítica
- Fomento de la interacción social y la comunicación de los soldados
Además, el programa ha evolucionado para beneficiar también al personal médico y administrativo del hospital, quienes pueden compartir momentos con los perros durante las pausas de trabajo, contribuyendo a un ambiente hospitalario más saludable y humano.
Más que terapia: un símbolo de amor incondicional
En un contexto donde las emociones son aplastadas por el rigor del uniforme, la presencia de Kratos, Lupa y Rafa constituye una bocanada de ternura. Ellos no juzgan, no hacen preguntas, no exigen, simplemente están. Su lenguaje es el de la cola moviéndose, el hocico caliente y la mirada que dice: “estoy aquí contigo”.
Por eso, cada vez son más los programas en América Latina que buscan incorporar animales en procesos terapéuticos, especialmente con comunidades afectadas por violencia, desplazamiento o estrés extremo.
Reconstrucción emocional a ladridos
Para muchos soldados, volver a casa después de haber vivido el horror de la guerra no significa solamente dejar de escuchar disparos. Significa convivir con el insomnio, las pesadillas, la culpa, la pérdida. En ese proceso, la medicina no lo es todo. A veces, lo que más sana es acariciar el lomo de un perro y sentir que todavía es posible confiar.
Quizás por eso, una de las decisiones más acertadas del programa fue permitir que los pacientes puedan traer a sus perros para acompañarlos durante el tratamiento, recordándoles que no están solos en su lucha por rearmar sus vidas.
Un modelo que otros países deberían imitar
Programas similares ya existen en Estados Unidos, Israel, Reino Unido y algunos países europeos. Sin embargo, en América Latina, su implementación aún es incipiente. El caso colombiano es pionero en involucrar a perros no solo como herramienta terapéutica, sino como parte de una rehabilitación holística que considera la dignidad y el bienestar emocional de los heridos de guerra.
El impacto acumulado es difícil de cuantificar, pero los testimonios de soldados y médicos muestran que la “fuerza peluda” no solo está cumpliendo su misión: la está superando.
Y entonces, ¿quién sana a quién?
Este programa nos invita también a repensar nuestra relación con los animales. Nos recuerda que muchas veces, en medio de la tragedia humana, son ellos quienes nos enseñan nuevas formas de resistencia y amor. Quizás, como diría Jane Goodall, los perros como Kratos, Rafa y Lupa nos recuerdan que en este planeta compartido, la compasión no tiene especie.
El éxito de la “fuerza peluda” en Colombia plantea una pregunta tan simple como poderosa: ¿Y si la verdadera medicina que necesitamos para sanar nuestras guerras no viene en frascos, sino con cuatro patas y un corazón noble?