Hanford: del plutonio a la limpieza ambiental — la historia del sitio nuclear más contaminado de EE. UU.

Décadas fabricando armas nucleares dejaron al estado de Washington con un legado tóxico. Hoy, un ambicioso proceso de vitrificación promete transformar residuos radioactivos en un material más seguro… ¿pero es demasiado tarde?

Del secreto nuclear a la herencia tóxica

En el árido desierto del sureste del estado de Washington, oculto entre los ríos Snake y Columbia, se encuentra un lugar que fue clave en la historia del siglo XX: el Hanford Nuclear Reservation. Allí, durante décadas, se produjo la mayor parte del plutonio utilizado en las armas nucleares de EE. UU.. Desde las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki hasta el arsenal que alimentó la Guerra Fría, Hanford fue un emblema del poderío nuclear estadounidense… y su cara más peligrosa.

Más de 30 años después del cierre de su última planta de producción, Hanford sigue siendo el sitio nuclear más contaminado de EE. UU., con 56 millones de galones (212 millones de litros) de desechos peligrosos almacenados en tanques subterráneos, muchos de ellos con fugas. Ahora, un complejo proceso llamado vitrificación pretende convertir esa amenaza en un legado más estable, seguro y manejable. ¿Es suficiente para corregir décadas de contaminación?

El rol de Hanford en el Proyecto Manhattan

En 1943, con el mundo sumido en la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense seleccionó Hanford como parte del Proyecto Manhattan. Su ubicación remota, disponibilidad de agua fría para enfriar los reactores y energía hidroeléctrica del cercano río Columbia la convirtieron en una opción ideal. Unos 2.000 residentes fueron desplazados a la fuerza, y se creó de la nada una ciudad para acoger a los decenas de miles de trabajadores que respondieron a anuncios ofreciendo "buenos empleos" por la causa aliada.

La mayoría de esos empleados no sabía exactamente qué trabajo realizaban hasta agosto de 1945, cuando se lanzaron las bombas sobre Japón y el presidente Harry S. Truman anunció la existencia del Proyecto Manhattan. Con nueve reactores operativos en su punto álgido, Hanford abastecía la carrera armamentista contra la URSS, produciendo el plutonio necesario para miles de ojivas nucleares.

Del desarme a la devastación ambiental

El último reactor fue cerrado en 1987. Dos años más tarde, se firmó un acuerdo federal para la limpieza del sitio entre el Departamento de Energía (DOE), la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y autoridades de Washington. Hanford se convirtió entonces en un sinónimo de desastre ambiental.

  • Hay 177 tanques subterráneos, muchos con más del doble de su vida útil proyectada de 25 años.
  • Más de un tercio de esos recipientes ha tenido fugas en el pasado. Algunos siguen filtrando residuos radiactivos a día de hoy.
  • En décadas pasadas, se arrojaron directamente efluentes radiactivos al río Columbia, impactando la vida silvestre y comunidades nativas que vivían en la zona desde hace siglos, como las tribus Yakama, Nez Perce y Umatilla.

Un informe del gobierno de 2013 reconoció oficialmente que el periodo industrial de Hanford dejó una huella severa en las aguas subterráneas y en la cadena trófica local.

¿Qué es la vitrificación?

El proceso de vitrificación consiste en mezclar residuos nucleares con aditivos químicos en un crisol, calentar la mezcla a más de 2.000 ºF (1.000 ºC), y verterla luego en recipientes de acero inoxidable donde se enfría y solidifica en forma de vidrio. Aunque sigue siendo radiactivo, el vidrio no se filtra ni reacciona fácilmente, lo que facilita su almacenamiento a largo plazo.

La vitrificación fue recomendada ya en los años 80 como método óptimo para neutralizar residuos peligrosos. El problema siempre ha sido el costo. Solo la planta de vitrificación que procesará los residuos de baja actividad en Hanford ha costado más de 30.000 millones de dólares, y aún falta construir la instalación que manejará los residuos de alta actividad, como plutonio y uranio.

Luz verde para la operación

El 4 de octubre de 2023, las autoridades del estado de Washington emitieron el permiso final que habilita la operación definitiva de la Waste Treatment and Immobilization Plant. El permiso permitirá transferir residuos de tanques, mezclarlos con aditivos, vitrificarlos y almacenarlos en forma sólida.

Casey Sixkiller, director del Departamento de Ecología del estado, lo calificó como “un momento significativo en la historia de Hanford". En una declaración en video, dijo: “Estamos a punto de ver resultados tangibles tras décadas de preparación.”

Controversia política y tensiones por prioridades presupuestarias

A pesar de este avance, la gestión del presupuesto y la dirección del DOE siguen siendo motivo de controversia. El despido reciente de Roger Jarrell, supervisando la limpieza de Hanford, generó protestas por parte del senador Patty Murray y el gobernador Bob Ferguson, ambos demócratas, quienes acusaron a la administración de Trump de retrasar intencionadamente los procesos de vitrificación.

Ferguson advirtió incluso la posibilidad de emprender acciones legales para garantizar el cumplimiento del cronograma de limpieza, que incluye una meta clave: haber comenzado oficialmente la operación en octubre de 2025.

Presupuesto millonario y desafíos a largo plazo

En la actualidad, el proyecto Hanford opera con un presupuesto anual estimado de 3.000 millones de dólares. Sin embargo, expertos federales y analistas externos consideran que su limpieza total podría necesitar una inversión cercana a los 100.000 millones de dólares y prolongarse hasta bien finales del siglo XXI.

Además, de los nueve reactores que operaron en Hanford, siete han sido “cocooned” — encapsulados temporalmente mientras decaen los niveles de radiación — y no se desmantelarán hasta muchas décadas más adelante.

Impacto en comunidades nativas y trabajadores del pasado

Las tribus Yakama, Umatilla y Nez Perce han sido históricamente las más impactadas por la contaminación de Hanford. Sus representantes participaron en una reciente conferencia con el gobernador Ferguson, exigiendo mayor inclusión en las decisiones sobre la limpieza del sitio.

Por otra parte, asociaciones de trabajadores que estuvieron expuestos a radiación durante décadas exigen mayor reconocimiento. Algunos han sufrido enfermedades como cánceres de tiroides, pulmones y médula ósea, relacionadas con su labor en el complejo nuclear.

¿Un modelo para el futuro?

Hanford podría convertirse en un modelo a seguir si logra concretar un sistema confiable y sostenible de vitrificación. Otros países enfrentan desafíos similares. Por ejemplo:

  • Francia utiliza vitrificación desde los años 70 en su sitio de La Hague con relativo éxito.
  • Rusia y Estados Unidos han experimentado con métodos similares, aunque con menos constancia y priorizando otras opciones.
  • La necesidad global de manejar residuos de larga vida media convierte a Hanford en una referencia mundial de limpieza técnica y fiscalmente compleja.

¿Qué viene ahora?

El permiso aprobado por el estado permite a Hanford vitrificar residuos como cesio y estroncio radiactivos, previamente tratados, en los próximos meses. Si bien esto marca un hito, el verdadero desafío está todavía por venir: el manejo del material de alta peligrosidad, el cual requiere otra planta aún en construcción.

El futuro dependerá no solo de la tecnología sino de la voluntad política, la constancia financiera y la coordinación entre agencias estatales, federales y las comunidades indígenas afectadas.

Como expresó el gobernador Ferguson: “Ahora que el estado ha cumplido su parte, exigimos que el gobierno federal cumpla con su responsabilidad de limpiar lo que dejó atrás.”

La historia de Hanford, marcada por la creación del arma más poderosa jamás concebida por el hombre, podría terminar con un legado más noble: la restauración ambiental de uno de los lugares más contaminados del planeta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press