Jane Goodall: La mujer que habló con los chimpancés y nos enseñó a cuidar la Tierra
Recordamos la vida y el legado de la primatóloga que transformó la ciencia, el activismo ambiental y la inspiración de generaciones enteras
Una mente abierta en la sabana africana
Jane Goodall no era científica. No tenía título universitario cuando, en 1957, dejó su natal Inglaterra y puso pie en África, un continente que había soñado desde su infancia tras leer Tarzán de los Monos. Fue empleada como secretaria en un museo en Nairobi y allí conoció al renombrado paleoantropólogo Louis Leakey, quien quedó impresionado por su determinación y curiosidad.
Leakey no solo la llevó a una expedición en el desfiladero de Olduvai, sino que más tarde le propuso un proyecto casi insólito: estudiar a los chimpancés en la selva de lo que hoy es Tanzania. En ese momento, nadie podía prever que esa invitación cambiaría el rumbo de la primatología y, quizá, de la conciencia ambiental de todo el planeta.
Un enfoque revolucionario
En lugar de seguir los métodos científicos tradicionales —observar, tomar distancia y asignar números— Goodall optó por integrarse en la vida de los animales. Les dio nombres (David Greybeard, Flo, Fifi) y describió sus vínculos, emociones y jerarquías con una empatía que fue muy criticada en un principio.
Muchos consideraban que este enfoque carecía de objetividad. No obstante, el tiempo le dio la razón: lejos de caer en la antropomorfización, Goodall abrió una puerta al entendimiento profundo entre humanos y primates. Documentó cómo fabricaban herramientas, cazaban en grupo y mostraban comportamientos tan tiernos como aterradores.
La guerra de los chimpancés: cuando se reveló la violencia
Uno de los descubrimientos más impactantes de Goodall fue constatar la agresividad entre los propios chimpancés. En un caso que duró casi cuatro años, observó cómo un grupo masacró sistemáticamente a otro, en lo que describió como "una guerra tribal".
“Fue un shock descubrir que podían mostrar un comportamiento tan brutal”, dijo en 2003. “Eso los hizo parecer incluso más humanos de lo que pensaba antes”. Estos hallazgos revolucionaron la visión de nuestra conexión evolutiva con los primates y rompieron la idea romántica de los animales "perfectamente inocentes".
De naturalista a científica
Jane Goodall nunca se propuso ser científica en el sentido clásico. Su sueño infantil era viajar a África, convivir con animales y escribir sobre ellos. Pero el camino la llevó más lejos. Con el respaldo de Leakey, fue admitida como candidata a doctorado en la prestigiosa Universidad de Cambridge sin haber obtenido una licenciatura —algo prácticamente inédito.
Obtuvo su doctorado en etología en 1966 y estableció nuevas bases para la investigación del comportamiento animal. A partir de entonces, su rol fue mucho más allá del análisis primatológico.
Activismo incesante hasta el final
Un momento definitorio en su vida fue en 1986. Durante un congreso científico, vio imágenes de chimpancés sometidos a brutales experimentos en laboratorios. “Fue como una patada al estómago. Sentí que tenía que hacer algo. Era hora de devolver lo que los animales me habían dado”, declaró años más tarde.
A partir de entonces, abandonó el trabajo de campo y se dedicó al activismo ambiental y los derechos animales. Fundó el Jane Goodall Institute, una organización presente hoy en más de 100 países, enfocada en la conservación, la educación ambiental y el empoderamiento comunitario.
Incluso durante la pandemia de COVID-19, cuando las restricciones cancelaron sus constantes giras, Goodall encontró una nueva forma de conectar: lanzó el "Jane Goodall Hopecast", un pódcast donde conversó con personalidades como la escritora Margaret Atwood, el senador de EE.UU. Cory Booker y la oceanógrafa Ayana Elizabeth Johnson.
Una voz para la esperanza
Más allá de su incansable denuncia, Jane Goodall siempre eligió el camino de la esperanza. “Si perdemos la esperanza, lo perdemos todo”, afirmaba.
Por eso, junto al Instituto que lleva su nombre, lanzó Roots & Shoots (Raíces y Brotes), un programa educativo que involucra a niños y jóvenes en la protección del planeta mediante acciones concretas en sus comunidades. Actualmente, su red cuenta con más de 150,000 grupos activos en todo el mundo.
“Los niños necesitan saber que pueden marcar la diferencia”, insistía Goodall. Su enfoque también incluía trabajar con comunidades locales en África para encontrar soluciones que protegieran tanto a los animales como los medios de subsistencia humanos.
No solo chimpancés: una voz para todos los animales
Goodall fue mucho más que una figura de la primatología. Extendió su pasión a otros animales —elefantes, pangolines, incluso polinizadores— con el mismo fervor. Y sobre todo, enseñó a mirar con compasión.
“Me hablaba de sus aventuras con chimpancés, pero también de cómo le preocupaban los perros abandonados en Nairobi”, recordó Jeffrey Flocken de Humane World for Animals. “Tenía una capacidad única para empatizar con cualquier criatura viva y transmitir esa empatía a los demás”.
Inspiradora de generaciones
Jane Goodall rompió los moldes impuestos a las científicas desde mediados del siglo XX. Fue inspiración temprana para miles de futuras biólogas, veterinarias y conservacionistas. Su legado es, en palabras de Catherine Hobaiter, primatóloga de la Universidad de St. Andrews:
“La primera vez que la escuché hablar, entendí que estaba bien emocionarse con la ciencia. Fue revolucionario saber que no había que esconder la pasión para ser rigurosa”.
Con sus relatos, conferencias y libros, le mostró al mundo que las mujeres podían liderar investigaciones de campo, derribar paradigmas científicos y encabezar movimientos globales.
Una vida vivida como un llamado
Jane Goodall falleció a los 90 años, mientras se encontraba en una gira por Estados Unidos. Había prometido asistir a una jornada de plantación de árboles en zonas afectadas por incendios en Los Ángeles, pero no llegó. Hasta su último suspiro estuvo comprometida con la causa ambiental, creyendo que aún teníamos tiempo para cambiar el rumbo.
El entonces presidente de EE.UU., Joe Biden, quien le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad, dijo que su legado movilizó “un movimiento global para proteger el planeta”.
El mundo que nos deja
Jane Goodall cambió la forma en que entendemos a los animales, y con ello, nos forzó a reflexionar sobre nuestra propia humanidad. Su filosofía era clara: todo está conectado —la naturaleza, los animales, la gente— y el bienestar de cada uno depende del otro.
En una época de crisis climática, guerras por recursos y destrucción de ecosistemas, su mensaje sigue tan vigente como hace 60 años cuando, sentada en la selva, observó a un chimpancé usar una rama como herramienta.
Jane nos enseñó que proteger no es un acto de caridad, sino de justicia. Que observar a un chimpancé es mirarse en un espejo evolutivo. Y que, con dedicación, una secretaria sin título podía cambiar el mundo.