La Iglesia de Inglaterra al filo del cambio: ¿Podrá el nuevo arzobispo sanar heridas profundas?
Entre escándalos de abusos, división sobre género y la posibilidad de su primera líder mujer, la Iglesia Anglicana enfrenta uno de los momentos más determinantes de su historia moderna
Por décadas, el Arzobispo de Canterbury ha sido una figura espiritual de influencia global. Pero hoy, la Iglesia de Inglaterra se encuentra en una encrucijada moral, institucional y social.
Un legado marcado por el escándalo
La renuncia de Justin Welby a finales de 2023 no fue una sorpresa para muchos dentro de la Iglesia Anglicana. Su dimisión estuvo motivada en gran parte por el resultado de una investigación independiente que reveló que no informó inmediatamente a la policía sobre múltiples abusos sexuales cometidos por un voluntario en campamentos cristianos para jóvenes.
La controversia desencadenó un clamor que no solo exigía responsabilidad, sino también una transformación estructural en una de las iglesias cristianas más influyentes del mundo. El análisis es claro: la Iglesia necesita más que un nuevo rostro; necesita una nueva alma institucional que enfrente abiertamente temas incómodos pero urgentes.
El desafío global de la Comunión Anglicana
El Arzobispo de Canterbury, aunque primado de la Iglesia de Inglaterra, tiene un peso fundamental en la Comunión Anglicana, una red que abarca a más de 85 millones de fieles en 165 países. Estos incluyen a instituciones tan influyentes como la Iglesia Episcopal de Estados Unidos.
Sin embargo, esa misma internacionalidad ha amplificado las tensiones internas sobre temas como la ordenación de mujeres, el matrimonio igualitario o el papel del clero LGBTQ+. Para muchos, la elección del próximo arzobispo será una declaración formal sobre hacia dónde se dirige la Iglesia en este siglo.
Una búsqueda de líder digna de una novela de espías
Olvídese del humo blanco del Vaticano. El proceso anglicano ha sido una auténtica maratón institucional: 11 meses de deliberaciones lideradas por un comité presidido por el exdirector del MI5, el servicio de inteligencia interna británico.
A diferencia del cónclave papal, el método de elección no es público, no existe una lista oficial de candidatos ni procesos democráticos visibles. Según el teólogo George Gross, de King’s College London: “El nivel de secretismo es tal que llega un punto en que incluso muchos obispos no saben si están siendo considerados”.
Una mujer podría hacer historia
Entre los candidatos más sonados este año figuran dos mujeres obispos: Rachel Treweek, de Gloucester, y Guli Francis-Dehqani, de Chelmsford. Esta última es una figura especialmente simbólica: exiliada de Irán tras la revolución islámica de 1979, clericalmente activa y defensora de los derechos de los refugiados.
Treweek, por su parte, fue la primera mujer nombrada obispa con voz en la Cámara de los Lores, la cámara alta del Parlamento británico. Su liderazgo ha sido citado como ejemplo de conciliación espiritual e intervención política moderada. De ser elegida alguna de ellas, sería la primera mujer en ocupar el puesto desde la fundación de la Iglesia de Inglaterra en 1534.
“Si podemos tener una Primera Ministra y una Reina, ¿por qué no una Arzobispa de Canterbury?”, plantea Gross con lógica impecable.
Abusos y pérdida de confianza
El mayor desafío para quien asuma el cargo será, indiscutiblemente, restaurar la confianza pública. La serie de escándalos de abusos sexuales ha sido devastadora. Un estudio del Independent Inquiry into Child Sexual Abuse (IICSA) del Reino Unido reveló que entre 1940 y 2020, al menos 390 personas fueron víctimas de abusos dentro de las estructuras de la iglesia anglicana. La cifra real puede ser mucho mayor.
Andrew Graystone, activista y defensor de las víctimas, no suaviza las cosas: “El nuevo arzobispo heredará una estructura eclesial marcada por la desconfianza del público, el descenso constante de fieles y luchas internas sobre qué significa ser cristiano hoy”.
Caída en la asistencia e irrelevancia generacional
Según datos del Church of England Statistics for Mission 2023, solo el 1.4% de los británicos asiste regularmente a servicios religiosos. Las cifras muestran una caída constante desde los años 60, especialmente entre jóvenes, que ven la Iglesia como obsoleta, moralista o desconectada de sus realidades.
El nuevo líder también tendrá que apostar por una reforma estructural. Las diócesis están marcadas por gestiones ineficaces y gastos desmedidos. Los recursos están mal repartidos, y en muchos casos, los templos sobreviven más como monumentos históricos que como centros vivos de comunidad.
La tensión con las minorías sexuales
Uno de los nudos más conflictivos es la postura hacia las personas LGBTQ+. Si bien algunos sectores han promovido bendiciones de parejas del mismo sexo, la Iglesia Anglicana aún no permite oficinalmente el matrimonio igualitario, lo que ha ocasionado tensiones no solo nacionales, sino también con iglesias anglicanas de África y Asia.
Estas divisiones llegaron a su punto más crítico en la Conferencia de Lambeth de 2022, donde varios obispos africanos boicotearon debates sobre inclusión LGBTQ+. El nuevo arzobispo deberá equilibrar la inclusión de identidades sexuales diversas sin fragmentar aún más la Comunión Anglicana.
¿Un líder o un reformador?
La pregunta clave es si se elegirá a alguien por su neutralidad política e interna, o por su capacidad de liderar una transformación firme. Las expectativas internacionales no permiten simplemente un perfil pastoral; se necesita un estratega sociocultural, un gestor, un defensor de víctimas, un diplomático y un teólogo, todo en uno.
Las divisiones entre evangélicos y liberales dentro de la Iglesia son profundas. Mientras unos claman por volver a los valores bíblicos tradicionales, otros abogan por una iglesia más inclusiva que hable a las nuevas generaciones. El nuevo arzobispo deberá sostener un difícil equilibrio entre ortodoxia y progreso.
El impacto de una elección progresista
Si se designa a una mujer, podría significar no solo un cambio interno, sino también una fuerte señal internacional de apertura. En naciones africanas donde la fe anglicana es conservadora por definición, podría generar fricciones. Pero también podría inspirar a movimientos progresistas dentro de la fe cristiana a escala global.
La elección será ratificada por el rey Carlos III, como cabeza formal de la Iglesia de Inglaterra. Aunque su papel será simbólico, sus valores personales —abiertos a la ciencia, el diálogo interreligioso y la inclusión social— podrían impulsar un nombramiento más acorde con los desafíos del siglo XXI.
¿Un nuevo Pentecostés anglicano?
En última instancia, la Iglesia de Inglaterra se ve obligada a responder a su histórico llamado: ser un faro de fe, justicia y compasión en una sociedad cada vez más escéptica. La elección del nuevo Arzobispo de Canterbury podría marcar un punto de inflexión o ser una oportunidad perdida. Todo depende de si la Iglesia quiere mantenerse proclive a familiar redescubrimiento o encasillada en un agotado ritualismo sacerdotal.