Las sombras nucleares de la guerra: Ucrania, Chernóbil y la amenaza latente de Zaporiyia

Los ataques rusos al sistema energético ucraniano reavivan el temor de una catástrofe nuclear en Europa

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El legado radioactivo de Chernóbil vuelve a amenazar

Treinta y ocho años después del desastre nuclear de Chernóbil, el espectro de una nueva tragedia vuelve a asomarse sobre Europa del Este. Esta vez, sin embargo, no es producto de errores humanos o fallas técnicas, sino del conflicto bélico que desangra a Ucrania desde 2022.

Desde el inicio de la invasión rusa, el delicado equilibrio energético de Ucrania se ha visto comprometido por ataques recurrentes a su infraestructura clave. Pero los últimos bombardeos, específicamente en la ciudad de Slavutych —cuya red eléctrica alimenta el sitio de Chernóbil— han encendido todas las alarmas. Un apagón de más de tres horas en este punto neurálgico ha llevado al límite las medidas de seguridad del antiguo reactor, hoy envuelto en un sarcófago diseñado para contener la radiación del cuarto reactor que explotó en 1986.

¿Por qué es tan grave un corte de energía?

Aunque Chernóbil ya no opera como planta nuclear, sigue requiriendo energía constante para mantener operativos los sistemas de enfriamiento de las barras de combustible gastado almacenadas allí. Estos sistemas evitan que los residuos radiactivos se calienten en exceso, lo cual podría provocar fugas o incluso explosiones menores de material radioactivo.

Además, los sistemas de monitoreo de radiación —gestionados por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA)— dependen de energía eléctrica para funcionar. Sin ellos, se produciría una “ceguera radiológica” que impediría detectar anomalías a tiempo.

“Rusia está creando deliberadamente la amenaza de incidentes de radiación”, denunció el presidente ucraniano Volodímir Zelenski.

Zaporiyia: una bomba de tiempo geopolítica

Sin embargo, la preocupación internacional se enfoca también —y quizás con mayor intensidad— en la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa y una de las diez más grandes del mundo. Desde su ocupación por parte del Ejército ruso, la planta ha dejado de funcionar regularmente, pero sigue albergando grandes cantidades de combustible nuclear y requiere refrigeración constante.

En los últimos días, Zaporiyia ha quedado completamente desconectada de la red eléctrica ucraniana, presuntamente porque la artillería rusa dañó las líneas de transmisión. Desde entonces, la central opera con generadores diésel de emergencia para evitar un colapso térmico en sus seis reactores desactivados y en su almacén de residuos radiactivos.

La OIEA declaró que “no parece haber un peligro inmediato”, aunque insistió en la necesidad de reconectar la planta a la red lo antes posible.

Instrumentalización energética: Rusia y la estrategia del terror

Expertos como los del Think Tank estadounidense Institute for the Study of War advierten que la presencia rusa dentro de Zaporiyia ha “degradado significativamente” su seguridad operativa y podría responder a una estrategia política y militar más amplia.

“Rusia busca integrar la planta a su propia red para legitimar su ocupación del territorio ucraniano”, alertó el instituto en su análisis del 5 de junio de 2024.

Este movimiento no solo comprometería la soberanía energética de Ucrania para el futuro, sino que también convierte a la planta en un rehén estratégico en el intercambio geopolítico. En otras palabras: quien controle Zaporiyia, controla un engranaje esencial del sistema energético ucraniano, incluso en tiempos de paz futura.

La fragilidad de la seguridad nuclear en tiempos de guerra

Desde que comenzó la guerra en 2022, Ucrania ha experimentado numerosas violaciones a la seguridad de sus instalaciones nucleares. Solo en Chernóbil, en febrero de 2023 un dron impactó contra la cúpula exterior del edificio. Aunque no se liberó radiación, las consecuencias pudieron ser fatales.

Igualmente preocupante es la politización de los organismos internacionales. El presidente Zelenski criticó duramente la tibia postura del OIEA y de su director, Rafael Mariano Grossi, al señalar que las respuestas al peligro han sido “débiles e insuficientes”.

“Cada ataque a nuestras instalaciones energéticas vinculadas a la seguridad nuclear representa una amenaza global”, sentenció Zelenski.

El precedente de Fukushima y el temor a una catástrofe

El mundo ya ha vivido consecuencias devastadoras cuando los sistemas de enfriamiento de una planta nuclear fallan. El recuerdo aún fresco del accidente de Fukushima en 2011, cuando un terremoto y posterior tsunami dejaron sin energía eléctrica y refrigeración al complejo japonés, activó múltiples explosiones y vertidos de material contaminante al océano Pacífico.

Aunque la situación en Ucrania es distinta, especialistas como Mycle Schneider —autor del informe anual World Nuclear Industry Status Report— advierten que un conflicto bélico activo agrava el nivel de exposición y de riesgo dramáticamente.

¿Un Chernóbil 2.0? La improbable —pero no imposible— pesadilla

Muchos expertos coinciden en que el diseño actual de centrales nucleares es más seguro que el de Chernóbil en los años 80. Sin embargo, ninguno de estos sistemas fue construido pensando en una situación de guerra moderna, con drones suicidas, ataques de artillería de largo alcance y sabotaje cibernético.

Según el informe "Nuclear Risk in the Ukraine War" del Centro James Martin de Estudios sobre No Proliferación, existen al menos cinco vías plausibles de incidente nuclear en la guerra de Ucrania, desde daños estructurales hasta errores humanos inducidos por el estrés sostenido del personal técnico.

¿Cuál es la respuesta internacional?

La comunidad internacional ha manifestado su preocupación, pero las acciones concretas han sido escasas. La propia UE estudia ahora usar activos congelados rusos para financiar un préstamo de apoyo militar y de infraestructura para Ucrania, incluyendo mejoras en la seguridad nuclear.

No obstante, muchas voces denuncian que las potencias occidentales han normalizado el conflicto, evitando adoptar medidas contundentes por temor a una escalada.

En este contexto, Zelenski pide acciones más ambiciosas, no solo para proteger centrales nucleares sino también para restringir tecnológicamente —por ejemplo, con bloqueos de componentes electrónicos— el potencial destructivo ruso en el uso de drones y misiles guiados.

La amenaza latente, el reloj avanza

Hoy, tanto Chernóbil como Zaporiyia operan como silenciosas amenazas. Aunque sus reactores estén detenidos, su poder destructivo persiste bajo capas de cemento, sistemas de enfriamiento, y cables de alta tensión. Basta un corte, una chispa, un error, para que el horror nuclear deje de ser solo un recuerdo de 1986.

Mientras tanto, Ucrania lidia con un enemigo que usa la energía como arma de guerra y las centrales como escudos o peones en su tablero geopolítico.

En palabras de Zelenski:

“Las medias tintas no funcionarán. Se requiere acción firme y coordinada antes de que la historia se repita”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press