Ataque en sinagoga británica: ¿Antisemitismo, polarización o ambos?

Una tragedia que sacude a Reino Unido reabre el debate sobre los límites entre la crítica legítima al conflicto en Medio Oriente y la propagación del odio religioso

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El ataque a la sinagoga Heaton Park en Manchester el pasado jueves no solo ha dejado un saldo trágico de víctimas, sino que ha desatado una ola de reflexión, indignación e incluso más polarización política y social en Reino Unido. En un momento ya marcado por protestas y tensiones globales por la guerra entre Israel y Hamas, este evento parece haberse convertido en el rostro más oscuro del creciente antisemitismo que muchos dicen percibir en Europa.

El ataque en pleno Yom Kipur

El 3 de octubre de 2025, Jihad Al-Shamie, un ciudadano británico de origen sirio de 35 años, realizó un ataque terrorista alrededor de las 10:00 a.m. en las inmediaciones de la sinagoga judía Heaton Park en Manchester. Aprovechando la multitud reunida con motivo de Yom Kipur, la fecha más sagrada del calendario judío, embistió con su coche a varios peatones, apuñaló a quienes pudo, e intentó ingresar al templo.

Los congregantes, respondiendo rápidamente, se atrincheraron dentro, pero durante el caos uno de ellos, Adrian Daulby, de 53 años, fue abatido accidentalmente por la policía mientras trataban de contener al atacante, quien portaba un cinturón de explosivos falso. Melvin Cravitz, de 66 años, también falleció por las heridas causadas por el atacante, y otras tres personas más permanecen en estado grave en el hospital.

¿Acto solitario o red terrorista?

La policía de Manchester ha detenido a seis personas —tres hombres y tres mujeres de entre 18 y 60 años— bajo sospecha de estar involucradas en la “comisión, preparación e instigación de actos de terrorismo”. Se evalúa si Al-Shamie actuó por cuenta propia o con apoyo logístico e ideológico.

Al-Shamie estaba en libertad provisional por una acusación de violación, aunque no había sido formalmente imputado, lo que despierta interrogantes sobre los protocolos de vigilancia antiterrorista y seguimiento judicial.

Una comunidad devastada

La comunidad judía británica —que representa menos del 0,5% de la población nacional— se encuentra devastada. El Gran Rabino Ephraim Mirvis declaró que el ataque es el resultado de “una ola implacable de odio hacia los judíos, tanto en las calles como en internet”.

Y no se trata de retórica. Según cifras del Community Security Trust (CST), una organización de seguridad de la comunidad judía británica, los incidentes antisemitas aumentaron un 321% en octubre de 2023 tras el ataque de Hamas en Israel el día 7 de ese mes. Esta tendencia ha continuado hasta la actualidad.

¿Crítica a Israel o antisemitismo?

Uno de los debates más enconados que ha estallado tras esta tragedia gira en torno a si ciertas expresiones políticas cruzan la línea entre la crítica legítima hacia Israel y el discurso de odio. Desde el estallido de la guerra entre Israel y Hamas, las calles de Reino Unido han sido testigo de manifestaciones pro-palestinas semanales. Aunque la mayoría han sido pacíficas, el uso de eslóganes como “From the river to the sea, Palestine will be free” ha sido ampliamente criticado como incitación al odio antijudío.

En este contexto, la reciente prohibición del grupo Palestine Action, rotulado como organización terrorista por el gobierno británico, exacerba las tensiones. Una protesta en su defensa fue convocada para el sábado siguiente al ataque en Manchester, provocando la preocupación de la policía y el llamado del primer ministro Keir Starmer a posponerla.

Una protesta que no se cancela

Pese a los llamados al respeto y recogimiento, el colectivo Defend Our Juries se negó a cancelar la protesta: “Demostraremos un gran respeto y verdadero dolor por los afectados por la absoluta atrocidad de Heaton Park. Pero no creemos que eso implique renunciar a nuestro derecho a manifestarnos ante lo que consideramos un genocidio continuo en Gaza”, afirmó uno de sus portavoces, Jonathon Porritt.

Las declaraciones generaron un contrapunto inmediato. ¿Es momento de manifestarse por una causa, incluso legítima, si eso puede interpretarse como una falta de empatía o incluso una indirecta justificación de una masacre local?

La sombra de Gaza en los barrios británicos

El conflicto en Medio Oriente se ha traducido en una peligrosa extensión de tensiones en suelo europeo. La decisión del gobierno británico de reconocer formalmente al Estado palestino el mes pasado ha sido celebrada por unos y repudiada por otros. Algunos sostienen que esto ha “envalentonado” a movimientos radicales.

David Lammy, vice primer ministro británico, fue abucheado al intervenir en un acto conmemorativo por las víctimas del ataque. Mientras pedía unidad y respeto, fue increpado por sectores que lo acusan de no hacer lo suficiente contra el antisemitismo.

Más allá de las cifras: el terror visceral

Las estadísticas no siempre logran capturar la inmensa carga emocional y psicológica que conlleva un ataque de este tipo. Entre las víctimas, hay historias de vidas dedicadas al servicio comunitario, familias enteras marcadas por la tragedia, y un entorno religioso que ahora debe fortalecer sus medidas de seguridad para proteger simplemente el derecho a orar.

Existen temores legítimos de que este ataque no será el último. La radicalización, el extremismo religioso y la deshumanización del “otro” parecen retroalimentarse en un ciclo tóxico que penetra más allá de las redes sociales y llega hasta los hogares y los centros escolares.

¿Y ahora qué?

En un país donde la libertad de expresión, de culto y de protesta son pilares fundamentales, los límites se están volviendo cada vez más difusos. ¿Cómo se puede garantizar el derecho legítimo a criticar políticas exteriores o defender causas humanitarias, sin abrir las puertas al odio y a la violencia?

El Reino Unido se enfrenta hoy a un serio desafío: proteger la diversidad sin caer en el sectarismo, garantizar la seguridad sin arrasar con los derechos civiles, y honrar la memoria de las víctimas sin instrumentalizar sus muertes con agendas ideológicas.

Mientras los funerales se preparan y las velas se encienden en sinagogas y plazas públicas, el país observa con atención si sus líderes, instituciones y ciudadanos serán capaces de navegar este delicado momento sin perder el norte moral. Porque, como dijo el escritor Amos Oz: “En un mundo lleno de violencia y odio, cada acto de bondad es una especie de revolución”.

El futuro inmediato para la comunidad judía británica, las relaciones interreligiosas y el coexistir en un país pluralista se juega, quizá más que nunca, en las decisiones que se tomen ahora.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press