Fadel Shaker: Del Estrellato Musical a Cinco Minutos del Extremismo

El polémico caso del cantante libanés que cambió los escenarios por las armas y ahora enfrenta la justicia tras 12 años prófugo

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Fadel Shaker, uno de los íconos del pop árabe a principios de los años 2000, volvió a ser noticia en 2024, no por un nuevo álbum ni una gira internacional, sino por entregarse voluntariamente a las autoridades libanesas tras más de una década prófugo. Su historia es fascinante, inquietante y profundamente simbólica de las tensiones religiosas y políticas que han desgarrado a Líbano en los últimos años.

De baladas románticas a proclamas radicales

Shaker, nacido como Fadel Abdel Rahman Shamander en 1969, se catapultó a la fama con la canción "Ya Ghayeb" en 2002, que aún hoy es considerada una de las baladas más queridas del mundo árabe. Su estilo melódico, su voz sedosa y su carisma consiguieron conquistar a millones.

Pero esta carrera brillante sufrió un giro inesperado hacia finales de la década. En 2011, Fadel apareció junto al clérigo islámico radical Ahmad al-Assir, comenzando su transformación espiritual y política. En poco tiempo, Shaker anunció que abandonaba la música para "acercarse más a Dios". Este cambio le costó la ruptura con fans, colegas artísticos e incluso con su propia familia.

El punto de quiebre: Junio de 2013 en Sidón

En junio de 2013, Sidón, una ciudad costera del sur de Líbano, fue el escenario de un enfrentamiento armado sangriento entre militantes seguidores de al-Assir y el ejército libanés. El resultado: 18 soldados muertos y numerosos civiles heridos.

Fadel Shaker fue visto junto a al-Assir durante las hostilidades. En un video que circuló en YouTube, se le escucha insultando al ejército y alardeando de haber matado a dos soldados. Aunque luego trató de desmentir su participación directa, el daño ya estaba hecho.

El cantante fue condenado en ausencia en 2020 a 22 años de prisión por colaborar con una organización terrorista. Desde entonces, se refugió en el campamento palestino de Ein el-Hilweh, considerado un territorio de facto fuera del control directo de las autoridades libanesas.

Una entrega negociada

El pasado sábado por la noche, tras 12 años de clandestinidad, Fadel Shaker se entregó a la inteligencia militar libanesa tras intensas negociaciones entre mediadores y el Ministerio de Defensa. Ahora, sus anteriores condenas quedarán sin efecto legal por no haberse ejecutado en su momento, pero eso no significa que esté libre.

Será interrogado y posiblemente juzgado por nuevos cargos, incluyendo su presunta participación en el combate directo contra el ejército. Además, el contexto de su entrega coincide con un nuevo intento del gobierno libanés por desarmar los campamentos palestinos en el país y recuperar su soberanía sobre ellos.

Un regreso inesperado a la música

En lo que muchos consideran un intento por redimirse o reconectarse con su pasado, Shaker reapareció en julio de 2023 con una canción junto a su hijo Mohammed. La pieza se hizo viral en redes, alcanzando más de 113 millones de visualizaciones en YouTube. Su regreso fue visto por algunos con nostalgia y por otros con repudio.

¿Puede alguien con esta historia volver a ocupar un espacio en la cultura popular? ¿Puede una voz que unió corazones con canciones de amor también haber alimentado la violencia sectaria?

La brecha entre religión, arte y política

Líbano es un mosaico fracturado de comunidades religiosas y políticas. La historia de Shaker es una metáfora viviente de ese conflicto. Pasó de ser un símbolo de la unidad panárabe—con canciones escuchadas desde Casablanca hasta Bagdad—a un instrumento de polarización sectaria.

El ascenso de figuras como al-Assir, bajo cuya influencia cayó Shaker, refleja el colapso institucional del país y la creciente influencia de líderes religiosos sobre jóvenes frustrados por años de corrupción y estancamiento económico. Al-Assir, quien también fue capturado en 2015, era un predicador carismático con una retórica incendiaria, y ofrecía a sus seguidores un propósito religioso y político claro, aunque extremista.

¿Qué sigue para Fadel Shaker?

Con su detención oficial, se abre un nuevo capítulo. La justicia tratará de determinar su grado de implicación en los sucesos de Sidón. Aunque sus sentencias previas fueron anuladas legalmente, los nuevos cargos podrían llevarlo nuevamente tras las rejas.

Pero el veredicto más difícil podría ser el de la opinión pública. Es posible que algunos de sus antiguos fans le guarden simpatía, viendo en él a un hombre confundido que cayó bajo mala influencia. Otros lo verán como un traidor irredimible que cambió el arte por las armas y el amor por el odio.

La paradoja es dolorosa: ¿cómo perdonar a alguien que cantaba sobre el amor mientras terminaba al servicio de un discurso de violencia?

¿Redención o táctica?

Que Shaker se entregara voluntariamente puede ser visto bajo dos ópticas. Algunos argumentan que es un acto genuino de remordimiento. Otros lo interpretan como una estrategia preventiva ante una redada inminente. En un país donde cada movimiento político está calculado, esta entrega no parece casual.

Expertos en seguridad locales han sugerido que en los últimos meses hubo coordinaciones para desarmar sectores del campamento Ein el-Hilweh, lo cual ponía en peligro la permanencia de figuras como Shaker. Su entrega podría ser la primera ficha en una cadena de eventos más amplia.

La cultura frente al extremismo

El caso de Shaker también lanza una reflexión profunda sobre la relación entre cultura y extremismo. Mientras que algunos artistas usan su fama para luchar contra la intolerancia y construir puentes, otros pueden dejarse seducir por narrativas violentas que aprovechan su influencia para radicalizar.

Pero Fadel Shaker no fue solo un artista ni solo un extremista. Es un símbolo de un país fracturado, de fanáticos que reclutan con carisma, y de un pueblo que aún no encuentra un relato común.

Su historia quedará grabada como una advertencia: incluso las voces más dulces pueden ser envueltas en la furia del odio cuando las instituciones fallan, las desigualdades crecen y los líderes religiosos radicales llenan el vacío de esperanza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press