Guardias Suizos: Tradición, Fe y Desafíos en la Guardia del Papa
Con la bendición del Papa Leo XIV, 27 nuevos miembros juran proteger al Vaticano en medio de una crisis de reclutamiento
El sábado 4 de octubre de 2025, un antiguo ritual sacudido por la solemnidad y el color volvió a desplegarse en el patio de San Dámaso, en el Vaticano. Allí, 27 nuevos cadetes de la Guardia Suiza Pontificia levantaron su brazo derecho en un gesto emblemático de lealtad y valor: el juramento de proteger al Papa “con todas mis fuerzas, sacrificio y, si es necesario, con mi vida”.
Pero este juramento milenario, sostenido durante más de cinco siglos, enfrenta hoy una paradoja: defender la tradición en un mundo moderno que no siempre entiende de fe, servicio y sacrificio.
Una ceremonia sin precedentes con el Papa al frente
Con presencia excepcional, el recién elegido Papa Leo XIV presidió este ritual por primera vez como pontífice. Según el comandante de la Guardia Suiza, coronel Christoph Graf, no se había visto a un Papa liderar una ceremonia desde 1968. El gesto, que sorprendió a muchos, fue interpretado por los asistentes como una señal del fuerte compromiso del nuevo Papa con este cuerpo centenario.
Durante su intervención espontánea, Leo XIV agradeció a los nuevos guardias su dedicación:
“Nos hacen comprender la importancia de la disciplina, del sacrificio para vivir nuestra fe de una forma que realmente hable a todos cada día, del valor de entregar nuestras vidas, de servir y pensar en los demás.”
¿Quiénes son los guardianes del Papa?
La Guardia Suiza Pontificia es famosa no sólo por sus uniformes distintivos en azul, rojo y amarillo diseñados en estilo renacentista, sino por su lugar en la historia como el ejército activo más antiguo del mundo. Fundado en 1506 por el Papa Julio II, este cuerpo fue creado tras la admiración papal hacia los mercenarios suizos, valorados por su disciplina y fiereza en combate.
Desde entonces, los jóvenes suizos han respondido al llamado del Vaticano, aunque ahora ese llamado requiere más que valentía: una vocación profunda por la fe y el servicio.
Requisitos estrictos, sacrificios reales
Para ser miembro de la Guardia es necesario cumplir una serie de requisitos estrictos:
- Ser varón de nacionalidad suiza
- Ser católico practicante
- Tener entre 19 y 30 años de edad
- Mínimo 1,74 metros de estatura
- Una reputación intachable
- Servicio previo en el ejército suizo
Además, deben comprometerse a una estancia mínima de 26 meses en Roma. Aunque pueden salir por las noches, tienen toque de queda. Apenas algunos pueden casarse: deben tener más de 25 años, llevar cinco años de servicio cumplido y comprometerse a tres años adicionales.
Todo esto genera un desafío constante: atraer nuevas vocaciones en una era de inmediatez, tecnología y cambio de prioridades entre los jóvenes.
El esfuerzo por modernizar y atraer
Para enfrentar esta lucha por el reclutamiento, el cuerpo ha lanzado una estrategia de visibilidad. Este año, presentaron nuevos uniformes ceremoniales y se ha anunciado una futura campaña de recaudación para renovar sus cuarteles, bastante anticuados y limitados en espacio.
El portavoz del cuerpo, el cabo Eliah Cinotti, confesó que el trabajo de reclutamiento nunca cesa:
“Hemos recibido más llamadas de interés este año debido al Año Santo, lo que hace que la situación sea estable. Pero eso no significa que no tengamos que seguir reclutando, reclutando...”
Para muchos, el atractivo de pertenecer a esta unidad trasciende el uniforme o el prestigio: representa la posibilidad de vivir en el centro de la fe católica y participar en la vida diaria del líder espiritual de 1.200 millones de fieles.
Dos ejércitos en el Vaticano
Es importante destacar que la seguridad del Vaticano no recae exclusivamente en los guardias suizos. Aunque ellos protegen las principales entradas, resguardan las ceremonias papales y prestan servicios protocolarios, existe un segundo cuerpo de seguridad—la Gendarmería Vaticana—responsable de la vigilancia operativa diaria y la protección personal del Papa. Esta fuerza está formada mayoritariamente por exmiembros de la policía italiana.
Memoria, música y emoción: una ceremonia simbólica
La ceremonia suele celebrarse el 6 de mayo, en memoria del heroico acto de 1527 durante el Saco de Roma, en el que 147 guardias suizos murieron defendiendo al Papa Clemente VII. Este año, el acto se pospuso debido al fallecimiento del Papa Francisco en abril y la realización del cónclave que eligió a Leo XIV.
Los detalles del evento capturaron la atención de los presentes. Tras un desfile acompasado de los veteranos del cuerpo acompañados por los sonidos de tambores marciales, entraron los nuevos reclutas con armaduras, alabardas y cascos con plumajes rojos. Al final, los mismos músicos ofrecieron una versión singular del clásico “Africa” de Toto, despertando sonrisas en una ceremonia que equilibró solemnidad con un espíritu casi festivo.
El Papa deportista y con reflejos
Entre los detalles curiosos de este nuevo pontificado destaca el buen estado físico de Leo XIV. Aficionado al tenis, ha hecho gala de rápidos reflejos al atrapar objetos arrojados hacia su papamóvil, incluyendo un peluche y una pelota de tenis. Esta anécdota provocó tanto risas como admiración entre los fieles y refleja el estilo más abierto y cercano del nuevo Papa, aunque también plantea desafíos adicionales para su seguridad.
Como declaró el cabo Cinotti:
“Con Leo hemos tenido que aumentar la vigilancia en público por personas que lanzan cosas hacia él. Afortunadamente tiene muy buenos reflejos.”
Un cuerpo que se adapta sin renunciar a su alma
En un mundo en transformación, la Guardia Suiza Pontificia reafirma su existencia a través de símbolos, acción concreta y una fe sin concesiones. Aunque su número actual ronda los 135 miembros, más que la cantidad, lo que importa es la calidad de la entrega y el espíritu de servicio imborrable que los reclutas encarnan.
El desfile del sábado no fue solo una bienvenida a nuevos soldados, sino una afirmación de identidad: una voz desde siglos pasados que aún resuena en los muros del Vaticano, diciendo que la lealtad, la fe y la disciplina todavía tienen un lugar en la historia moderna.