¿Una nueva Siria? Las elecciones parlamentarias bajo la sombra de la guerra y la reconstrucción
Con el derrocamiento de Bashar al-Assad, Siria se enfrenta a una prueba histórica de democracia en un país reconstruido entre ruinas, heridas abiertas y esperanzas renovadas.
Un parteaguas en la historia reciente de Siria
Después de décadas bajo el régimen autocrático de Bashar al-Assad, Siria celebró el pasado 5 de octubre de 2025 sus primeras elecciones parlamentarias desde su caída, ocurrida en diciembre anterior. La relevancia de este evento va mucho más allá de los resultados electorales: se trata de un hito que marca un posible viraje en la historia moderna del país, que ha estado marcado por la guerra civil, las intervenciones extranjeras y una profunda crisis humanitaria.
Las imágenes que emergen de ciudades como Damasco, Latakia y Daraya nos muestran una mezcla impactante de participación democrática y escenarios devastados por el conflicto. Las urnas fueron instaladas junto a edificios en ruinas y calles aún marcadas por la violencia, mientras ciudadanos de todas las confesiones religiosas se acercaban a sufragar en un ambiente cargado de incertidumbre pero también de determinación.
Elecciones entre ruinas: un simbolismo poderoso
Las fotografías de miembros del colegio electoral lanzando su voto en Latakia, o de ciudadanos esperando su turno en zonas como Daraya, reflejan el profundo deseo del pueblo sirio de retomar el control sobre su destino político. Es imposible no subrayar el simbolismo de elegir representantes mientras se camina por calles destruidas o se pasa frente a edificios marcados por disparos y bombardeos.
Una de las imágenes más emblemáticas es la de una mujer siria pasando ante un cartel electoral con el rostro de Henry Hamra, un candidato judío-sirio-estadounidense. Este hecho destaca no solo por ser inusual en el contexto político de Siria, sino por la señal que envía: el intento de construir un sistema representativo más inclusivo tras años de represión sectaria.
El legado de Assad y los desafíos para la democracia
Durante más de 20 años, Bashar al-Assad gobernó con puño de hierro, bajo una fachada republicana pero con características netamente autocráticas. Tras asumir el poder en el año 2000, sucediendo a su padre Hafez al-Assad, Bashar reprimió cualquier muestra de disidencia, se sostuvo con una red de clientelismo militar y político, y enfrentó una brutal revuelta popular en 2011 que se convirtió en una larga guerra civil.
Desde esa escalada, el país perdió más de 400,000 vidas y se calcula que más de 11 millones de personas fueron desplazadas interna o externamente. La infraestructura quedó destruida y las heridas sociales siguen abiertas. Esta elección no puede borrar todo eso, pero podría ser el primer paso para tejer las bases de una gobernabilidad más legítima y constitucional.
¿Qué se elige y quiénes compiten?
En este proceso electoral se designaron 250 escaños del Parlamento sirio, que formarán parte de la primera Asamblea posterior al régimen Assad. Lo llamativo es la variedad de los candidatos: desde ex miembros del Ejército Libre Sirio convertidos en políticos, hasta activistas de derechos humanos, líderes comunitarios, y miembros de minorías tradicionalmente marginadas como drusos, kurdos y cristianos ortodoxos.
Destaca también el ascenso de varios partidos nuevos, entre ellos la Coalición por la Siria Libre, surgida de agrupaciones que estuvieron en el exilio, y el Movimiento Democrático Popular, con fuerte base entre los jóvenes que impulsaron las protestas en 2011.
La seguridad: entre el miedo y la esperanza
Pese al entusiasmo, las elecciones no estuvieron exentas de tensiones. En el litoral de Latakia, fuerza policial controló la entrada a los centros de votación ante posibles atentados o sabotajes. En algunas zonas rurales aún controladas por remanentes extremistas, simplemente no se pudo instalar urnas.
Sin embargo, organismos internacionales desplegados —incluidos observadores de la Liga Árabe y la Organización para la Cooperación Islámica— reportaron en general una jornada pacífica. "Es un logro logístico y político haber realizado estos comicios aún en medio de tantas limitaciones estructurales y heridas históricas", afirmó Mahmoud Al-Hussein, uno de los coordinadores electorales de la Universidad Árabe de Beirut.
Participación y abstención: dos caras de la realidad
Según datos entregados por el Ministerio de Interior de transición, la participación ciudadana alcanzó un 61%, una cifra destacable si se considera el contexto. En zonas como Latakia y Tartus, la asistencia superó el 70%, mientras que en Idlib y Raqqa apenas llegó al 40%, debido a problemas logísticos y miedo persistente entre la población.
Varias ONG de derechos humanos manifestaron preocupación por presiones locales que podrían haber influido en algunos sectores a votar en favor de candidatos oficialistas o moderadamente afines al nuevo gobierno de transición. Sin embargo, no se reportaron irregularidades masivas que pusieran en duda la validez general del proceso.
¿Qué quiere el pueblo sirio?
Las encuestas previas a la elección mostraban una clara prioridad entre los votantes: seguridad, recuperación económica y justicia transicional. Más del 85% de los encuestados mencionó al menos uno de estos elementos como prioritario.
"Lo que queremos es paz. Vivimos demasiado tiempo bajo bombas y miedo. No nos importa si el nuevo Parlamento es de izquierda o de derecha, queremos reconstruir nuestras vidas y enterrar a nuestros muertos con dignidad", declaró Nour Radwan, una maestra de Alepo que viajó 120 kilómetros para votar.
El rol de la comunidad internacional
Varios gobiernos y organismos multilaterales han felicitado a la nación siria por este paso cívico. La Unión Europea, a través de su Alto Representante para Asuntos Exteriores, calificó las elecciones como un "paso importante pero cuya legitimidad se consolidará con más reformas e inclusión permanente de las minorías".
Estados Unidos manifestó su disposición a colaborar en una reconstrucción basada en justicia y legalidad. Rusia y China, por su parte, ignoraron el proceso electoral, tildándolo de "maniobra occidental". Irán, principal aliado del régimen anterior, ha guardado silencio hasta el momento.
¿Una democracia en ciernes?
Son muchos los escépticos que observan con reserva estas elecciones. No se puede olvidar que al menos una decena de facciones armadas continúan aún actuando en ciertas provincias, y que la división entre comunidades —particularmente entre sunitas y alauitas— aún es palpable.
Sin embargo, no se puede desestimar tampoco la fuerza del simbolismo y la participación. Votar entre ruinas es un acto de poder ciudadano. Es el inicio de algo: imperfecto, incierto, lleno de riesgos, pero profundamente humano.
Como escribió hace años el cronista sirio Khaled Khalifa: "En Siria, los sueños siempre se parecen a las ruinas: surgen justo donde el polvo parece no dejar pasar la luz".
Hoy, esa luz titila.