Eli Sharabi: De la oscuridad de los túneles de Gaza a la esperanza de la libertad
El testimonio desgarrador de un exrehén israelí que sobrevivió al infierno subterráneo de Hamas y lucha hoy por la liberación de los secuestrados restantes
El horror bajo tierra
La historia de Eli Sharabi es, sin exagerar, una de las más estremecedoras que ha surgido tras el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023. Durante 16 meses fue rehén en los túneles bajo la Franja de Gaza. Encadenado, hambriento y atormentado, sobrevivió en condiciones tan extremas como inimaginables. Hoy, convertido en autor y activista, Sharabi alza la voz por quienes aún permanecen en cautiverio.
Encerrado en túneles oscuros infestados de ratas e insectos, sin poder lavarse durante meses y alimentándose de pan pita mohoso, junto a otros tres rehenes Sharabi convivió con el miedo constante a morir. “La peor parte fue el hambre”, declaró recientemente en una entrevista. Llegó a pesar 44 kilogramos cuando fue liberado en febrero de 2025.
Un infierno llamado cautiverio
El ataque perpetrado por Hamas y grupos aliados resultó en la muerte de 1,200 personas, la mayoría civiles israelíes, y el secuestro de 251 personas, según datos oficiales israelíes. Aunque muchos han sido liberados mediante acuerdos de alto el fuego, actualmente
Sharabi cuenta que sus captores comían lujosamente con comida de ayuda humanitaria mientras ellos apenas sobrevivían. “Se reían mientras comían en nuestras narices. Era una burla constante”, afirma.
Pérdidas irreparables
Tras su liberación, Eli Sharabi conoció por boca de autoridades israelíes que su esposa y sus dos hijas adolescentes fueron asesinadas dentro de su casa ese fatídico 7 de octubre. Para él, no habrá paz interior hasta que los cuerpos de todos los secuestrados –vivos o muertos– sean devueltos. “No hay cierre. Solo vacío”, dice.
El Kibutz Be’eri, donde vivían, fue uno de los lugares más golpeados por los ataques. Allí murieron 106 personas y 30 fueron secuestradas.
“Rehén”: el libro que busca no olvidar
Sharabi ha plasmado su experiencia en un libro titulado “Rehén”, primero en hebreo y con lanzamiento en inglés programado para como parte del segundo aniversario del ataque. Este testimonio directo busca llevar al lector al corazón de la oscuridad. No es un texto de venganza. Es un retrato humano, rabiosamente honesto y emocionalmente crudo de la dignidad bajo asedio.
La vida en el túnel: pequeñas victorias
Durante su cautiverio, Sharabi terminó conviviendo con tres jóvenes israelíes capturados durante el festival de música Nova. Él, mayor que los otros, asumió un papel de mentor, incluso paternal. Les armaba rutinas de ejercicio para mantener algo de movilidad, aunque sus piernas estaban encadenadas.
“Cada día nos animábamos compartiendo algo bueno que nos hubiera pasado, por insignificante que fuera: una galleta extra, o un día sin gritos del guardia”, detalla. Aun sin ser religiosos, comenzaron a rezar. El viernes por la noche, uno tomaba un vaso de agua como si fuera vino para bendecir el Shabat.
“La supervivencia es una serie de pequeñas victorias cotidianas construidas con esperanzas diminutas”, escribe Sharabi.
Una misión llamada Alon
Eli Sharabi no solo busca sanar su propio dolor. Él lidera una batalla moral por la liberación de los que aún siguen en Gaza, en especial de Alon Ohel, uno de los jóvenes con los que compartió cautiverio. Pianista aficionado, sensible y frágil mentalmente ante el trauma que viven los rehenes, Alon fue dejado atrás durante un acuerdo de liberación en enero de 2025. “Ese fue uno de los días más difíciles. Alejarme de él sin poder hacer nada”, rememora con lágrimas.
La última imagen que tiene de Alon fue una grabación reciente difundida por Hamas: se le ve pálido y demacrado. Sharabi le dedica en su libro una sección emotiva, casi como una carta que espera que algún día lea: “Tienes la fuerza para sobrevivir este infierno. Aquí fuera todos peleamos por ti como leones”.
¿Qué sigue para Israel?
El enfrentamiento ha dejado destrucción nunca antes vista en Gaza. Según fuentes locales y ONGs como OCHA, más de 67,000 palestinos han muerto, con la mitad mujeres y niños. La crisis humanitaria ya ha sido calificada por expertos como famine level (nivel de hambruna).
Pero lo que sigue siendo una de las mayores heridas para la sociedad israelí es la suerte de los 48 rehenes que aún quedan en las profundidades de Gaza. Cada imagen publicada, cada rumor, cada intento de negociación se vive como una esperanza agonizante.
Activismo y diplomacia antidolor
Desde su liberación, Sharabi ha asistido a conferencias, charlas, incluso intervino ante el Consejo de Seguridad de la ONU. También se reunió con el expresidente Donald Trump, quien declaró que los liberados “parecían sobrevivientes del Holocausto”.
Pero quizás el acto más potente fue la escritura del libro. A través de él no solo documenta su infierno privado, sino que ofrece un espejo del sufrimiento colectivo. “Quiero que la gente lo lea y no vuelva a dormir igual. Que sientan un poco de lo que sentimos nosotros bajo tierra”, declaró en una reciente presentación en Herzliya, Israel.
La memoria como acto de resistencia
Mientras Israel debate una posible tregua mediada por Egipto y con apoyo de Estados Unidos, y la ofensiva terrestre continúa, muchos como Sharabi cuestionan el precio a pagar. ¿Se puede reconstruir una nación desde la ira? ¿Habrá paz sin justicia para las víctimas, pero también sin esperanza para los vivos?
La voz de Sharabi se une a una minoría creciente que exige búsqueda de soluciones duraderas y humanas. La comunidad internacional ha presenciado una escalada del conflicto donde a menudo las voces individuales como la suya quedan ahogadas entre cifras macabras.
La última palabra… aún no dicha
Sharabi no ha vuelto a entrar a su casa destruida en Kibutz Be’eri. Ha estado frente a ella, ha mirado las ventanas rotas y ha sentido que los pasos aún no pueden avanzar más. “Lo haré cuando mi cuerpo y mi alma estén listos. Hoy mi casa son las historias que cuento, los nombres que repito y las promesas que aún quiero cumplir”, dice.
Y así sigue. De rehén silenciado a testigo valiente. De víctima transformada en activista. Porque mientras quede uno, uno solo, retenido en el infierno de los túneles, Eli Sharabi no permitirá que el mundo olvide.