Reescribir la historia: la política detrás de los parques nacionales en EE.UU.
Cómo las decisiones del gobierno están modificando el relato histórico en espacios públicos, y lo que esto revela sobre el rumbo ideológico del país
¿Qué historia cuenta un parque nacional? Para millones de personas, una visita a estos sitios emblemáticos es mucho más que admirar paisajes: es una oportunidad para aprender sobre el pasado, entender el presente y proyectar el futuro. Sin embargo, hoy este relato se encuentra en disputa.
Durante el mandato de Donald Trump, una orden ejecutiva dirigida a la Dirección del Departamento del Interior pidió una revisión exhaustiva del contenido interpretativo en parques y monumentos nacionales para eliminar o modificar elementos que, según el gobierno, “desprestigien inapropiadamente a estadounidenses del pasado o del presente”. Este mandato ha sido interpretado por muchos como un intento de sanitizar —o incluso censurar— partes complejas y dolorosas de la historia de Estados Unidos, particularmente relacionadas con la esclavitud, la violencia racial, el desplazamiento indígena y el cambio climático.
Harpers Ferry: donde la historia se resiste
Uno de los casos más paradigmáticos es el del Parque Histórico Nacional Harpers Ferry en Virginia Occidental. Es un sitio sagrado en la narrativa abolicionista: lugar donde John Brown, un ferviente opositor a la esclavitud, lideró un asalto en 1859 que quería detonar una revuelta de esclavos. Su acción, aunque violenta y fallida, sirvió de catalizador para el estallido de la Guerra Civil estadounidense.
En este parque se conserva una cuidada narrativa que no escatima en reconocer los horrores de la esclavitud. Esto a pesar de la presión desde Washington para presentar relatos “elevados y solemnes”. La línea es delgada: ¿cómo contar una historia inspiradora sin ocultar la brutalidad que marcó ese mismo proceso?
Brianna Wheeler, descendiente directa de Dangerfield Newby —el primer hombre en morir durante el ataque de Brown—, es una de las voces que exigen que se preserve la integridad del relato. Newby, un hombre birracial nacido de una mujer esclava y un hombre blanco, murió tratando de liberar a su esposa e hijos. Wheeler afirmó:
“No se puede borrar esa historia. Es nuestra obligación asegurarnos de que no la borren. Harpers Ferry es un hilo enorme en el tapiz que hizo a Estados Unidos.”
Historia bajo revisión: ¿censura o corrección?
De acuerdo con la organización ambientalista Sierra Club, más de 1,000 elementos fueron marcados para revisión dentro de los parques nacionales. Entre ellos hay señales informativas, carteles interpretativos y materiales de folletos. Aunque pocos han sido modificados abiertamente, existen reportes de removimientos discretos de contenido que menciona temas incómodos como despojo indígena, esclavitud o desastres ambientales provocados por el ser humano.
Un ejemplo documentado ocurrió en el monumento Muir Woods en California, donde notas adhesivas añadidas para incluir detalles sobre la opresión indígena y los efectos colonizadores de los misioneros han desaparecido durante el proceso de revisión. En Acadia National Park, Maine, 10 señales que hacían mención específica al cambio climático ya no están.
La congresista demócrata Chellie Pingree denunció estos hechos en una carta al secretario del Interior afirmando:
“Nuestros parques nacionales no son vallas publicitarias para la propaganda. Son lugares donde millones vienen a reflexionar sobre la belleza y las verdades difíciles de nuestra historia compartida.”
Fotografías que denuncian: el testimonio de la violencia
Uno de los símbolos más impactantes de la historia de la esclavitud es la fotografía de un hombre afroamericano con profundas cicatrices de latigazos en su espalda. Esta imagen icónica, tomada en 1863, sigue en exhibición en Fort Pulaski National Monument, Georgia. Representa a un esclavo liberado que se unió al ejército de la Unión tras escapar de una plantación en Luisiana.
La imagen fue considerada para su posible remoción durante la revisión nacional, pero finalmente se decidió mantenerla. Representantes del Servicio de Parques Nacionales afirmaron que cualquier alteración se revisará cuidadosamente, y reiteraron que el fin no es eliminar contenido, sino asegurar “precisión y equilibrio”.
Las prioridades del relato “patriota”
La instrucción del Departamento del Interior deja claro que los parques deben enfocarse en historias “solemnes y elevadoras” que recalquen el “extraordinario legado” del país y su “progreso constante hacia una unión más perfecta”. Esto se traduce en una tendencia a omitir detalles dolorosos del pasado, como si la historia pudiera contarse solo con luz y sin sombras.
Donald Trump ha expresado su molestia en diversas ocasiones cuando instituciones como el Smithsonian o el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana presentan relatos detallados sobre injusticia racial, opresión o esclavitud. En una publicación en su red Truth Social, llegó a decir que los museos se centraban “demasiado en lo horrible que fue nuestro país”.
Un museo o una vitrina ideológica
El peligro de este tipo de intervención gubernamental es crear espacios públicos convertidos en vitrinas ideológicas al servicio del poder. Si se omite el papel de la esclavitud en el desarrollo económico de EE.UU., el genocidio indígena que acompañó la expansión del oeste o la contribución mal recompensada de comunidades marginadas, lo que se está enseñando no es historia: es mitología nacionalista.
Desde el punto de vista histórico y académico, es imposible separar la evolución del país de sus contradicciones. Como expresaba el historiador Howard Zinn: "No existe algo así como una historia neutral; al contarla, se toman decisiones sobre qué incluir y qué excluir".
Y la forma en que se cuenta esa historia afecta directamente a la identidad nacional y a las futuras generaciones.
¿Revisionismo patriótico o censura modernizada?
Para algunas personas, esta iniciativa representa un acto de reivindicación patriótica: enseñar los aspectos positivos, inspiradores y ejemplares del país. Pero para miles de historiadores, activistas y descendientes de víctimas históricas, esta revisión es un acto de censura moderna impulsado por una ideología conservadora que busca controlar el relato nacional como si de una campaña de marketing se tratara.
La tendencia a embellecer el pasado aparece también en las decisiones políticas. En los parques naturales, por ejemplo, han sido marcados para revisión todos los materiales “que hagan énfasis en asuntos no relacionados con la belleza, abundancia o grandeza”, como el cambio climático. Esto sugiere una clara preferencia por ocultar problemas ambientales actuales que también forman parte del paisaje nacional.
Resistencias en el terreno
En Harpers Ferry, sin embargo, los guías e historiadores parecen comprometidos con presentar una historia completa. La visita guiada sobre el ataque de John Brown no evita los aspectos violentos ni glorifica ciegamente al personaje. Brown es retratado como un hombre de convicciones profundas, sí, pero también lleno de contradicciones: alguien que mató en nombre de la libertad.
Ese enfoque crítico y humano es lo que permite a los visitantes formarse su propia opinión. Como lo dice Brianna Wheeler:
“Sí, John Brown es un héroe. Renunció a todo por una causa monumental. Pero no es un superhéroe. Es un personaje defectuoso. Y eso está bien. Es la historia misma. Compleja.”
¿Qué está en juego realmente?
Mucho más que una pelea por placas informativas o fotos en una exhibición, esta pugna representa una lucha por la memoria colectiva. Lo que se enseña hoy en los parques nacionales influye en la percepción de las nuevas generaciones, en los principios que se reivindican como nación y en la manera de enfrentar los problemas del presente.
¿Podemos construír un futuro mejor si no entendemos el pasado en su complejidad? ¿Qué tipo de país seremos si la historia se convierte en una versión edulcorada de sí misma, diseñada no para enseñar, sino para complacer?
La historia, como decía James Baldwin, no está en el pasado: está viva, porque “somos nuestra historia. Ignorarlo es negar nuestra existencia”.