El regreso de Chanel y la visión cósmica de Matthieu Blazy: cuando la moda vuelve a soñar
Con un desfile celestial, una pasarela espejo y un retorno al ADN de la casa, Chanel se lanza a una nueva era de teatralidad, ironía y feminidad poderosa bajo la batuta del nuevo director creativo
La magia ha vuelto a París Fashion Week, y Chanel es nuevamente el epicentro de esa alquimia que mezcla alta costura con espectáculo. En una era donde muchas grandes casas apuestan por la seguridad, Matthieu Blazy irrumpe como el nuevo alquimista del universo Chanel. Su debut en la primavera/verano 2026 fue más que un desfile: fue una reinterpretación celestial del legado de Gabrielle “Coco” Chanel.
Una pasarela del cosmos: showmanship elevado al cubo
El Grand Palais Éphémère fue transformado en un sistema solar suspendido sobre una pasarela completamente negra y espejada. Saturno, con sus anillos, y una constelación de planetas recordaban una ópera galáctica, más que un tradicional desfile de moda. Entre los asistentes: Nicole Kidman, Marion Cotillard, Tilda Swinton, Lauren Sánchez y Jeff Bezos, todos con la vista alzada hacia los cielos artificiales en una metáfora brillante de lo que vendría.
Y vinieron los aplausos. Al final de la noche, el público se puso de pie, ovacionando un retorno al espectáculo y al dramatismo. Como ha dicho la legendaria editora Anna Wintour, “la moda necesita a sus showmen”. Chanel, tras años de contención con Virginie Viard, volvió a tener uno.
El legado de una casa con más de un siglo de historia
Chanel no es cualquier casa de moda. Fundada en 1910, cambió la historia de las mujeres al diseñar piezas cómodas que reemplazaban los corsés: el jersey, los pantalones, el icónico little black dress, los collares de perlas y, por supuesto, el traje de tweed. Luego vino Karl Lagerfeld, quien transformó ese legado cuando asumió el rol creativo en 1983 y llevó la casa a nuevas alturas con desfiles espectaculares y reinvenciones dentro de lo reconocible.
Ante esta herencia tan cargada de símbolos y expectativas, el debut de Matthieu Blazy no era simplemente un cambio de diseñador, sino una prueba: ¿puede una casa con tanta historia seguir hablando con fuerza al presente?
Un manifiesto visual en clave andrógina
El primer look fue también una declaración: un pantalón holgado de tiro bajo y una chaqueta asimétrica de hombros estructurados. Ni glamour clásico, ni nostalgia: lo que vimos fue un manifiesto de rebeldía y libertad, casi como si Blazy estuviera hablando directamente con Gabrielle Chanel.
Esa estética era una evocación directa a los orígenes de Coco, cuando robaba ropa a su amante “Boy” Capel. Lo andrógino no es nuevo, pero aquí volvía con propósito: pantalones con bolsillos como traducción contemporánea de aquella promesa de “libertad en el vestir”.
Adiós al brillo, hola a la silueta
El brillo, tan celebrado en mercados como Medio Oriente y Asia, estuvo prácticamente ausente. En su lugar, Blazy apostó por siluetas limpias, plumas en cantidades generosas, y texturas lúdicas. La camelia, símbolo de la casa, fue protagonista discreta donde antes eran los cristales.
Uno de los grandes aciertos fue cómo el diseñador logró que cada look, por avanzado que fuese, siguiera siendo reconociblemente Chanel. El tweed estuvo presente, pero apareció reinterpretado con paletas globales, tejidas desde una óptica multicultural. Chanel dejó de ser solo “parisienne” para hacerse intercontinental.
Ironía al estilo Lagerfeld, pero con delicadeza
Karl Lagerfeld siempre tuvo una relación irónica con Chanel. En una de sus frases más controversiales afirmó: “Chanel es una institución, y hay que tratarla como una prostituta para obtener algo de ella”. Esa provocación fue lo que revivió a una casa estancada durante los ochenta.
Blazy entiende esa ironía, pero su versión es más refinada. Vimos pelucas plumas —lo que un crítico llamó “funny little hats”— con ligereza juguetona. En lugar de disfraces teatrales, fueron pequeños gestos humorísticos que rindieron tributo a esa tradición sin caer en la parodia.
Accesorios audaces y firmas visuales
El capítulo de los accesorios fue potente: sombreros de ala ancha, bolsos metálicos, cadenas gruesas y pendientes dramáticos que no buscaban opacar, sino orquestar. Los bolsos —campo en el que Blazy es maestro gracias a su paso por Bottega Veneta— incluyeron piezas como clutches con forma de huevo y actualizaciones con cadenas de eslabones gruesos.
Destaca el trabajo sobre los handbags: objeto de deseo generacional. Chanel sabe que pequeña inversión bien hecha ahí significa colecciones exitosas. La mezcla de funcionalidad, forma escultórica y guiños simbólicos fue inteligentemente ejecutada.
Una gran final galáctica
El look de clausura sintetizó el desfile: una camisa de seda de manga corta combinada con una falda larga de plumas multicolores con cola. La ropa parecía flotar bajo la luz, mientras su reflejo danzaba sobre el piso espejado como una aurora boreal en movimiento. La cineasta Sofia Coppola, presente en primera fila, resumió lo vivido: “Es emocionante asistir al inicio de una nueva era. Hay elementos reconocibles del ADN de la casa, pero también una mirada fresca”.
Una temporada de debuts, pero una casa destacó
La primavera/verano 2026 fue rica en nuevos comienzos: Pierpaolo Piccioli en Balenciaga, Louise Trotter en Bottega Veneta, y otras caras nuevas en casas icónicas. Pero el debut de Blazy en Chanel fue diferente. Lo que estaba en juego no era solo una visión, sino el futuro simbólico y comercial de una marca con ingresos anuales multimillonarios.
En 2022, Chanel registró ganancias por $15,600 millones, según reportes de la industria, lo que la convierte en una de las casas más rentables del mar de conglomerados de lujo. Esa magnitud convierte cada paso en su reinvención en una jugada planetaria.
La moda como espectáculo necesario
Blazy no está proponiendo una nostalgia. Está tomando las ideas de Coco —la libertad de movimiento, la elegancia funcional, la mujer en control— y las está lanzando al espacio, literal y figuradamente. Su Chanel no vive solo en museos; vive en pasarelas que se mueven como órbitas, con diseño preciso y conciencia histórica.
Quizá lo más valioso que propuso es esta idea: el show tiene que continuar, pero no con fuegos artificiales vacíos. Sino con narrativa, mimo por los códigos y un twist poético que nos haga recordar por qué la moda no solo es industria, sino forma de arte que moldea culturas.
En un mundo saturado de actualizaciones, likes e inmediatez, Chanel volvió a hacer soñar. Y en esa galaxia suspendida sobre negras baldosas brillantes, Flazy lanzó su órbita.